La tensión en la sala era palpable mientras los presentes intentaban calmar al patriarca Córdoba.
-Manolo Córdoba, no te pongas así. Los jóvenes son rebeldes por naturaleza, ya sabes cómo son
-Es cierto, Samu es un buen chico. Exceptuando lo de su matrimonio, en todo lo demás es ejemplar. Mi hijo no le llega ni a
los talones.
-El mes pasado, en esa adquisición, Samu se lució con su presentación. Puedes estar tranquilo de que la familia Córdoba está en buenas manos. Como él dice, hay tiempo para todo. Si encuentra a la mujer indicada, la va a querer y cuidar.
Las palabras de consuelo parecieron surtir efecto, y el viejo Manolo se relajó un poco, masajeándose la frente.
-Este muchacho aún guarda rencor por el matrimonio que le impusimos. Pero, en aquel entonces, la que él quería no era buena para él.
Samuel había tenido una novia, una actriz sin respaldo familiar ni un buen estatus. La familia Córdoba no podía permitir algo así.
El patriarca había intervenido, rompiendo aquella relación y presentándole a una nueva pareja, una nieta política que no era de su agrado. Samuel, enfadado, se había ido del país por tres años y, aunque había regresado, aún se mantenía distante de
su esposa.
Después de salir de la mansión de la familia Córdoba, Samuel se subió a su carro, encendió un cigarro y llamó a Efraín.
-Efraín, después de años sin publicar nada en Instagram, regresas y la armas. Cuando el viejo te ponga a prueba, avisanos para ir a recogerte al hospital.
La voz de Samuel destilaba diversión, pero no obtuvo respuesta y la llamada fue cortada. Samuel soltó una ligera rísa, aunque la idea de Anaís le resultaba un tanto irritante.
Efraín debía estar ciego para fijarse en alguien así. Sin embargo, Samuel no era de los que se engañaban a sí mismos. Sabía que debía respetar la regla de no meterse con la pareja de un amigo, así que reprimía su desagrado y mantenía las apariencias.
De regreso en casa, tras una ducha rápida, Samuel conversó un rato con Fausto antes de decidirse a relajarse en el sofá con un libro. Pero justo en ese momento, su celular vibró notificando una actualización en Twitter.
Con curiosidad, abrió la aplicación para descubrir que Laura Monzón había publicado una nueva foto. Era una imagen de un bar, pero no de La Luna.
Laura había eliminado a Samuel de WhatsApp, lo que le resultaba sorprendente, ya que no había intentado contactarlo desde entonces. Samuel, sin embargo, había rastreado su cuenta de Twitter.
Aunque su perfil era discreto y sin verificar, él había distinguido ciertos lugares en sus fotos. Contento con su hallazgo, se vistió rápidamente y se dirigió al bar.
A pesar de que Laura afirmó estar casada, Samuel no podía evitar sentirse molesto. Era ilógico desear a una mujer casada, pero el cambio abrupto en su comportamiento le resultaba desconcertante. Recientemente habían tenido una conexión íntima, y ahora ella se había esfumado de su vida.
-¿Casada? -pensó Samuel-. Su relación debe estar en las últimas. Si no, ¿cómo pudo regresar a casa con marcas y no enfrentar preguntas?
Concluyó que su esposo era un inepto, lo que significaba que podían seguir viéndose a escondidas. El matrimonio solo hacía las cosas más emocionantes.
Al llegar al bar, Samuel la divisó de inmediato. Laura era sencillamente deslumbrante, con una apariencia inocente y profesional, pero con un espíritu combativo. Esa mezcla de dulzura y desafío era irresistible.
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