Capítulo 56
El ambiente en Río Claro era radicalmente distinto al de Las Colinas. Mientras los ojos de Inés se humedecían al recordar cómo sus buenas intenciones habían sido malinterpretadas en aquel lugar, aquí la hostilidad inicial se había transformado en una calidez genuina una vez disipados los malentendidos. La ironía de la situación no escapaba a su percepción: quienes parecían más rudos resultaron tener los corazones más nobles.
El aroma del cerdo cocido a fuego lento inundaba el ambiente mientras Inés devoraba su porción con avidez, saboreando no solo la comida sino también la hospitalidad que representaba. A su lado, Anaís, con movimientos más pausados pero igualmente agradecidos, compartía el momento. Las tortillas recién hechas complementaban el codillo de cerdo, cuya carne se desprendía del hueso con facilidad, testimonio de las largas horas de cocción.
Con las fuerzas apenas recuperadas, Anaís inició su transmisión en vivo. La audiencia había menguado significativamente desde su última aparición; las devoluciones masivas habían afectado su visibilidad en la plataforma. Sin embargo, su determinación permanecía intacta. Durante doce extenuantes horas, desde el mediodía hasta la medianoche, logró concretar cinco mil pedidos, todo esto sin toparse con la presencia perturbadora de Bárbara.
Al finalizar la transmisión, el agotamiento se manifestó con toda su fuerza. La vista de Anaís comenzó a difuminarse, como si una neblina hubiera descendido sobre sus ojos.
-¡Anaís! -exclamó Inés con alarma al notar el rostro encendido de su amiga-. ¿Estás bien?
-Me siento… un poco mareada -respondió Anaís con voz débil, sus labios desprovistos de
color.
-Tienes fiebre altísima. Necesitas medicina.
Los trabajadores que empacaban cerca interrumpieron sus labores al ver el estado de Anaís.
-¿Se encuentra bien, señorita Villagra? -preguntó uno de ellos con genuina preocupación—. No hay problema si descansamos esta noche. Usted no ha dormido desde ayer.
-Sí, no hay prisa -confirmó otro.
Anaís bebió un sorbo de agua, intentando aliviar su garganta lastimada por tantas horas de conversación.
-No se preocupen, continúen empacando -musitó-. Yo descansaré un momento.
-No te sobre exijas -suplicó Inés, sus ojos enrojecidos por el cansancio y la preocupación-. Todos somos testigos de tu esfuerzo, y cinco mil pedidos hoy es un logro extraordinario.
Una débil sonrisa se dibujó en el rostro de Anaís antes de que el sueño la venciera por completo. Los trabajadores, conmovidos por su dedicación, redujeron el volumen de sus actividades para no perturbar su descanso. Incluso colocaron estratégicamente varios espirales de incienso para protegerla de los mosquitos.
Inés tomó el celular con la intención de guardarlo, pero la curiosidad la llevó a visitar el canal
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Capítulo 56
de Bárbara. El contraste era notable: mientras Anaís yacía agotada, Bárbara resplandecía frente a la cámara, a pesar de haber vendido solo tres mil pedidos. Los comentarios en el chat se centraban más en su vida personal que en los productos, y ella mantenía una sonrisa tensa.
Una mano masculina apareció en el encuadre, indudablemente perteneciente a Roberto. La escena nocturna y la intimidad que destilaba confirmaban las sospechas de Anaís sobre la
naturaleza de su relación.
“¡Par de sinvergüenzas!“, escribió Inés en el chat, pero su indignación se perdió en el torrente de
comentarios.
-Mi hermana siempre ha sido así -divagaba Bárbara ante su audiencia. Seguramente ya está en casa. No supo comunicarse con los agricultores, ¿qué se le puede hacer? Su intención de ayudar fue puro capricho.
[Tu hermana acaba de terminar su transmisión, no inventes cosas, tú sí que eres una hipócrita.] El comentario provocó que Bárbara frunciera el ceño. La noticia de que Anaís continuaba en Río Claro, aún transmitiendo, la desconcertó momentáneamente. Una sonrisa maliciosa se dibujó en sus labios mientras consideraba la situación: dos mil pedidos sin procesar y persistiendo en su transmisión, todo por llevarle la contraria. Su hermana no había cambiado, seguía actuando sin medir las consecuencias. Ya vería cómo terminaba todo esto.
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