Capítulo 7
La belleza de Anaís era como un cuadro del Renacimiento italiano: rasgos perfectamente delineados que emanaban una elegancia natural, casi etérea. Su rostro, cuando no lo iluminaba una sonrisa, poseía la misteriosa serenidad de una estatua de mármol. Su piel, de una palidez luminosa, parecía capturar y reflejar la luz como las perlas más finas. En San Fernando del Sol, donde la belleza femenina era moneda corriente, Anaís destacaba como una rosa entre margaritas. Sin embargo, su reputación estaba manchada por años de murmullo y burlas veladas, consecuencia de su devoción casi enfermiza por Roberto.
Su voz, clara y decidida, rompió el silencio de la mañana.
-Una comida, diez mil pesos. ¿Quién va a pagar?
El rostro de los presentes se transformó en un mosaico de expresiones atónitas. Héctor, su padre, arrugó el entrecejo y arrojó el periódico sobre la mesa con un golpe seco que resonó en la habitación.
-¿Qué disparates estás diciendo? ¿De dónde sacaste esa actitud de usurera?
Con la elegancia de una bailarina, Anaís se acomodó un mechón rebelde detrás de la oreja. Sus ojos recorrieron la sala, estudiando cada rostro con la precisión de un científico analizando especímenes bajo el microscopio.
-¿Por qué debería cocinar gratis? Si Bárbara es la hija más responsable solo por preguntar qué quieren comer, que sea ella quien prepare el desayuno.
Dio media vuelta hacia las escaleras, pero el sollozo de Bárbara cortó el aire como el preludio de una tormenta.
-Hermana… ¿cómo puedes decir eso? Tú misma dijiste que querías cocinar para mí, para compensarme. Desde que regresé hace cinco años, sé que me detestas, siempre has creído que te arrebaté algo. Mejor me voy.
Bárbara agachó la cabeza, sus hombros temblando con cada sollozo, personificando la imagen perfecta de la víctima inocente. Victoria y Raúl, como actores siguiendo un guion bien ensayado, saltaron en su defensa.
-¡Anaís! ¡Mira lo que provocaste! ¿Por qué siempre tienes que ser así?
La amargura se acumuló en el pecho de Anaís como arena en un reloj, pero su voz emergió teñida de una ironía mordaz.
-Adelante, vete si quieres. ¿Necesitas ayuda con esa mochila?
El rostro de Bárbara se contrajo en una mueca de sorpresa e indignación, como si le hubieran arrojado agua fría.
-Sabía que siempre pensaste así de mí. No importa lo que haga, jamás me aceptarás…
-¿Por qué lloras? ¿Te he golpeado? ¿Te he insultado? Tus lágrimas brotan con tanta facilidad
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Capítulo 7
que si te tiraras al río, todo el país tendría que beber agua salada. Y para alguien como Roberto un patán, eres la pareja perfecta. Quédense juntos y déjenme en paz.
Las lágrimas de Bárbara se secaron tan repentinamente como habían aparecido. La antigua Anaís, sumisa y complaciente, jamás se habría atrevido a pronunciar una palabra contra Roberto. Una sonrisa maliciosa se dibujó en sus labios mientras pensaba que, finalmente, Anaís había mostrado su verdadera cara. Esa belleza suya siempre había sido una espinal clavada en su costado, y el deseo de destruirla brilló en sus ojos como una llama venenosa.
-¿Por qué hablas así de Rober…?
Sin dignarse a responder, Anaís comenzó a subir las escaleras. Victoria, con el rostro enrojecido de ira, la siguió como una sombra furiosa.
-¡Te has vuelto loca! ¿Te estás escuchando? ¡Qué barbaridades dijiste!
Intentó sujetar el brazo de Anaís, pero ella se zafó con un movimiento fluido que dejó a Victoria paralizada, como una estatua de sal. La transformación era incomprensible: la Anaís de antes habría saltado de alegría ante el más mínimo elogio familiar.
-¿Qué te sucede? ¿Estás embrujada o qué?
Al llegar al segundo piso, Anaís preguntó a la empleada por la ubicación de su habitación. Lo que encontró al abrir la puerta la dejó estupefacta: un caos de instrumentos musicales invadía el espacio como si hubiera estallado una orquesta. Un piano y diversos instrumentos, todos etiquetados con los nombres de Bárbara y Raúl, convertían su dormitorio en un almacén improvisado.
“¿En serio? ¿Esta mansión gigantesca no tiene otro lugar para guardar instrumentos? ¿Mi habitación es el nuevo depósito de la familia?”
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