Capítulo 781
Anaís se dio la vuelta para irse, pero Roberto la seguía de cerca.
-Anaís.
Ella, ya un poco cansada, lo advirtió:
-Si sigues así, voy a tomar otras medidas.
Roberto pensó que el lance que ella le había hecho antes fue pura suerte; si se ponían serios, estaba seguro de que ella no sería su rival.
Podría llevársela a la fuerza, a otra ciudad donde no estarían ni los Lobos ni Efraín. Solo de pensarlo, su corazón se encendía. De repente, sujetó su muñeca.
-¡Súbete al carro! Tengo muchas cosas que decirte. Si sigues acercándote a Efraín, el abuelo no te lo perdonará. Estás bajo su vigilancia y ya llamó a la familia Lobos en el extranjero. Los ancianos vendrán a discutir la alianza matrimonial con la familia Marín. Anaís, ¿no lo entiendes? Ya te han dejado fuera y Efraín se ha olvidado de ti. No tiene sentido luchar por él, nunca le han interesado las mujeres.
Apenas terminó de hablar, recibió una patada en el estómago que lo hizo doblarse. Se estrelló contra el carro, sorprendido por la fuerza de Anaís.
Ella se paró frente a él, su expresión serena.
-No te metas en mis asuntos.
Roberto bajó la cabeza, sintiendo un dolor en su cuerpo y en su corazón que se transformaba en rabia.
Anaís…
¿Por qué prefería seguir a Efraín en vez de mirarlo a él? Estaba dispuesto a hacer cualquier cosa por ella, incluso morir.
Apretó los puños, su respiración se aceleraba.
Pero Anaís no se preocupó por él, subió al carro y se dirigió al Grupo Lobos.
Cuando llegó, Efraín estaba en una reunión. A través de la puerta de vidrio, se podían ver a los altos ejecutivos.
Originalmente, los ejecutivos estaban atentos a la presentación, pero cuando la vieron, se evantaron de inmediato.
Mauro se acercó rápido a abrir la puerta, con una sonrisa en el rostro.
-Señora del presidente, ha venido, ¿le trajo comida al presidente? Quedan unos diez minutos para que termine la reunión.
El que estaba presentando se detuvo automáticamente, todos miraban a Anaís.
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Capitulo 781
En la sala de reuniones estaban todos los altos ejecutivos del Grupo Lobos. Para cualquiera, estar allí podría ser intimidante, pero Anaís simplemente sonrió.
-Esperaré afuera, continúen.
Mauro asintió y cerró la puerta rápidamente.
-De acuerdo, lo haremos pronto, seguro que el presidente también tiene hambre.
Una vez cerrada la puerta, el presentador retomó su exposición.
Lucas, sentado junto a Efraín, lo miró de reojo. Frunció el ceño, parecía que quería decir algo, pero finalmente solo apretó los labios y no dijo nada.
Lucas recordó el día en que el presidente fue llevado de regreso, con un rostro pálido. El médico había mencionado que el medicamento era extraño, pero no pudieron identificar exactamente qué lo hacía especial, posiblemente había sido traído por la familia Lobos del extranjero.
Después de despertar, el presidente tenía una mirada fría, como de hielo, y trataba a todos de manera impersonal.
Lucas había estado a su lado durante años, había visto muchas veces esa expresión en él. Era como una máquina sin emociones, y ni siquiera dudaba en colgar las llamadas de personas importantes como el señor Moratalla.
Pero cuando su esposa vino a traerle comida, el presidente se contuvo de actuar.
Ahora que ella había interrumpido la reunión, él solo fruncía el ceño.
Lucas se sentía asombrado y al mismo tiempo aliviado. Porque, al final del día, el amor verdadero está en los huesos y la sangre. Al ver a la persona amada, el cuerpo responde, sin importar si la memoria falla, cada célula recuerda y reacciona instintivamente.
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