Capítulo 786
Anais sintió una rápida oleada de alerta en su corazón y se giró para dirigirse hacia su carro, Condujo por unos diez minutos, y como temía, varias camionetas comenzaron a seguirla. La abuelita había fallecido hace unos días, y Efraín parecía haberla olvidado por completo. En los ojos del viejo, ahora era el momento perfecto para actuar sin restricciones.
Anaís aferró el volante con fuerza, manteniendo su mirada impasible en la carretera. Sabía que el viejo había invertido mucho esfuerzo en esta ocasión, y escapar no sería fácil. Llamó a Santiago.
-¿Qué pasa? -preguntó Santiago, aún con un toque de confusión en su voz.
-Hermano, localiza mi posición, ven por mí.
Santiago despertó de inmediato, sin hacer más preguntas, se puso una chaqueta y salió rápidamente.
Mientras Anaís observaba cómo el paisaje urbano se desvanecía velozmente detrás de ella, un escalofrío recorrió su cuerpo al imaginar el sonido del tic–tac de un reloj. Su corazón se contrajo justo cuando el carro pasaba sobre un puente. Respiró hondo y abrió la puerta del carro.
Antes de que el vehículo rompiera la barandilla, hizo un giro brusco, y en esos segundos cruciales, saltó del puente. El agua la envolvió por completo justo cuando escuchó una explosión en el puente.
Los carros que la seguían no intentaron adelantarla ni atacarla directamente, lo que indicaba que no querían forzarla a un lugar específico, sino mantenerla en el carro, probablemente porque alguien había colocado una bomba en él la noche anterior.
En lugar de salir a la superficie, Anaís dejó que la corriente del río la guiara. No supo cuánto tiempo había pasado hasta que finalmente logró arrastrarse hasta la orilla. A pesar de la fría temporada primaveral, el agua estaba helada. Se secó las gotas de agua de la cara y, sin perder tiempo, se dirigió hacia la carretera.
No estaba segura de cuándo la alcanzarían esos tipos. Mientras avanzaba, sacó su celular, pero estaba apagado y no funcionaba. Sin embargo, confiaba en que Santiago no tardaría en llegar, después de todo, tenía dos perros que rastreaban mejor que cualquier detector.
Anaís se sentó en un lugar oculto al borde del camino, esperando a que llegara la gente de Santiago. Sin embargo, pronto escuchó el sonido de un helicóptero a lo lejos, y supo que no era Santiago.
Con el ceño fruncido, miró a su alrededor para asegurarse de que no pudieran verla desde arriba antes de relajarse un poco. En ese momento, un carro se acercó por la carretera. Al principio, pensó que solo pasaría de largo, pero se detuvo frente a ella.
La ventana del carro se bajó, revelando el rostro de un tipo con una expresión seductora, como un pavo real. Sin duda, un experto en encantos.
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Capítulo 786
-¿Andas sola, guapa? ¿Necesitas un aventón? -preguntó mientras sonreía.
Anaís escuchó más sonidos de helicópteros, y se dio cuenta de que quedarse allí significaría ser descubierta. Con tantos hombres enviados por el viejo, incluso con Santiago, sería un enfrentamiento difícil. Se levantó rápidamente, abrió la puerta del carro y se sentó en el asiento del copiloto.
El tipo, sorprendido por su decisión, tardó unos segundos en reaccionar antes de pisar el acelerador.
-¿No te preocupa que sea un mal tipo? -preguntó él, con una pizca de curiosidad.
Anaís se reclinó en el asiento, sus pensamientos corriendo mientras trataba de decidir su próximo destino. El viejo no daría respiro; seguramente intentaría eliminarla antes de que Efraín se diera cuenta de algo. Respiró hondo y pensó que su única opción era Bahía de las Palmeras de Efraín.
Llamó a Lucas.
-Lucas, ¿todavía no puedo entrar a Bahía de las Palmeras?
La última vez, Efraín había enviado a Lucas para echarla. ¿Y ahora?
Después de llevarle comida durante varios días, esperaba que su actitud hubiera cambiado un poco. En el fondo, no parecía que él la rechazara demasiado.
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