Capítulo 797
Anselmo estaba sentado en su sala de estar, recordando los eventos que lo llevaron a distanciarse de su hermano mayor. La ruptura entre ellos fue amarga y sonada, una situación que lo obligó a regresar a San Fernando del Sol después de que su hermano se afianzara en Estados Unidos. Para Anselmo, volver a ese país parecía un sueño imposible, hasta que apareció Efraín, un joven lleno de promesas.
El quinto anciano, sentado junto a Anselmo, pensaba en el hermano de Anselmo con una expresión intrigante. -El anciano mayor rara vez se reúne con nosotros. Pasa sus días en casa con sus inventos y solo aparece en las reuniones anuales. Nosotros cuatro vemos el potencial en Efraín, pero el anciano mayor nunca ha opinado al respecto. Solo nos pide que esperemos- comentó el quinto anciano, aún sin saber qué es lo que deben esperar.
El anciano mayor ostentaba la posición más alta, mientras que los otros cuatro ancianos compartían un estatus similar. Apoyaban a Efraín, y el quinto anciano ya le había dado un anillo significativo como muestra de su confianza. Su propósito en esta visita era convencer a Efraín de partir a Estados Unidos con la mente despejada y sin ataduras.
En ese momento, Fausto llegó a la entrada, captando fragmentos de la conversación, lo que le hizo comprender que la situación de Efraín era complicada. Saludó cortésmente a Anselmo y al quinto anciano, y fue guiado por el personal hacia ellos.
-Anselmo, quinto anciano -saludó Fausto.
Anselmo, quien aún mantenía cierto recelo hacia Fausto por un incidente en una fiesta anterior, le respondió sin mucho entusiasmo. Sin embargo, al ser Fausto más joven, decidió no darle demasiada importancia.
-¿Vienes a buscar a Efraín? -preguntó Anselmo.
-Sí, intenté llamarlo varias veces, pero no he podido comunicarme. Estoy un poco preocupado -respondió Fausto.
-Fausto, parece que te importa mucho Efraín. Siéntate, por favor. Él bajará en breve –le indicó Anselmo.
Fausto, con calma, se sentó y sirvió una bebida a los dos ancianos. Anselmo observaba a Fausto, recordando los días en que Fausto y Efraín estaban en el ejército. Nunca fue fan de los amigos de su hijo, creyendo que Efraín debía ser un lobo solitario, pero Fausto era diferente. Siempre había sido un enigma, alguien que mantenía un perfil bajo y nunca mostraba interés en las mujeres.
Esto incomodaba a Anselmo. Su hijo había caído en la tentación de los placeres carnales, mientras que Fausto se mantenía intachable, lo que no dejaba de ser un punto de comparación doloroso.
-Fausto, ¿acaso no has encontrado a ninguna mujer que te guste? A tu edad, ya deberías estar pensando en casarte -soltó Anselmo, intentando sondear.
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Capo 797
Fausto permaneció imperturbable, respondiendo con naturalidad: -No he encontrado a alguien adecuada, además, el trabajo en la empresa me mantiene ocupado.
La familia Moratalla estaba profundamente entrelazada con las altas esferas, y Fausto participaba activamente en muchas de sus decisiones. Desde que Anselmo dejó su posición anterior, la familia Lobos se había alejado de los conflictos políticos, y Anselmo se centraba
únicamente en el futuro de Efraín en Estados Unidos.
El quinto anciano observaba a Fausto, un joven de porte impecable, comparable a Efraín. Con una sonrisa en el rostro, comentó: -San Fernando del Sol ha producido muchos talentos en estos años. Dado que Efraín y tú tienen una buena relación, deberían aprovechar para aprender
uno del otro.
Fausto sonrió y se sirvió una bebida. -Tendremos muchas oportunidades para hacerlo. El tiempo está de nuestro lado -aseguró.
El quinto anciano asintió lentamente. Fausto, al igual que Efrain, era un joven prometedor, y su presencia en San Fernando del Sol solo auguraba cosas buenas para el futuro.
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