Capítulo 802
Los dos perros, el mayor y el menor, mostraban los dientes a ambos lados, lanzando miradas amenazantes hacia Enrique.
Enrique, al ver que Liam no respondía, giró y se dirigió hacia la salida.
-Si no me das una respuesta ahora, esta noche me voy a buscar a cualquier tipo para divertirme -dijo, con la voz quebrada por la rabia-. De todos modos, a Efraín no le intereso. Si quiero arruinarme la vida es cosa mía, así que, de ahora en adelante, nadie se mete en mi camino y yo no me meto en el de nadie.
Liam reaccionó en un parpadeo, alcanzándola y sujetando su muñeca con fuerza.
Enrique dibujó una media sonrisa, desafiante.
-Tú sabes bien cómo soy para ciertas cosas. Si en su momento aprendí todas las reglas de la familia Moratalla, fue solo para poder casarme con Efraín. He aguantado todo lo que se pueda imaginar. Pero si ya no hay esperanza con él, entonces soy capaz de cualquier cosa. Si no quieres verme acostándome con quien sea, entonces ven conmigo.
Liam abrió la boca, incómodo, y acomodó su cubrebocas.
-Yo…
-A Anaís ni te va ni te viene si vive o muere lo interrumpió Enrique, soltando la mano.
-Yo…
Los ojos de Enrique se apagaron, con una sonrisa amarga.
-Ya está, fue mi culpa por pensar que era tan irresistible. Pensé que, si no podía conquistar a Efraín, por lo menos contigo sí podría. Pero resulta que nadie me quiere.
Se dio la vuelta y se marchó sin mirar atrás.
Liam se quedó parado, los dedos colgando a un lado se apretaron con fuerza.
Desde atrás, la voz de Anaís atravesó el silencio.
-Vete.
El cuerpo de Liam se tensó, volteando a verla.
Anaís tenía el rostro pálido, aunque en la penumbra sus ojos brillaban con intensidad.
-Llévate a Lucas Martínez y ve tras ella. Yo no soporto a Enrique, pero tiene razón: si no puede estar con Efraín, es capaz de cualquier locura. Si de verdad te importa, llévate a Lucas y ve tras ella. Desde el principio tu chamba era sacar a Lucas de aquí.
No podría cargar con Lucas. El peso de un tipo así la haría mucho más lenta.
Liam
ya no dudó. De inmediato fue por Lucas, lo jaló sin miramientos.
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Capitulo 802
-Cuídate -murmuró, y salió disparado tras Enrique.
Anaís acababa de darse cuenta: a Liam le gustaba Enrique.
Por eso todo había sido tan sencillo para Enrique cuando se coló en Bahía de las Palmeras.
Las relaciones humanas podían ser un enredo, pero, al menos, el cariño de Liam era honesto.
Enrique, por su parte, no caía bien, pero en el círculo ya nadie le daba importancia.
Para todos, Efraín ya la había dejado de lado. Ni siquiera haber pasado una noche con él le había valido ganarse su afecto.
Una mujer que alguna vez lo tuvo todo, y bajo esa presión acabó usando a Liam para escapar. Eso solo demostraba que, aunque quisiera que Anaís muriera, tenía agallas.
Anaís no sentía odio por gente así. Cada quien carga con su propio pantano.
El de Enrique era Efraín. El de Anselmo, el puesto de jefe de familia en Estados Unidos.
¿Y el suyo?
Bajo la mirada, escuchando cómo afuera el alboroto aumentaba. Sabía que no podía seguir perdiendo el tiempo, así que le dio unas palmaditas en la cabeza a sus perros.
-Busquen una ruta segura. Nos vamos.
Los perros salieron disparados, rompieron una ventana y corrieron rumbo a la montaña.
Anaís los siguió de cerca. Ya podía escuchar los disparos a lo lejos.
Había una furia ardiendo en su interior. No pensaba dejarse morir ahí.
¿Qué había en Mirador del Descanso? ¿Quién era ella, verdaderamente?
¿Por qué el viejo doctor había muerto por ella? ¿Por qué Efraín…?
Todas esas preguntas la mantenían aferrada a la vida. No podía morir, ni quería resignarse a un final así.
El camino que los perros eligieron era tan retorcido que ni una lámpara había cerca.
Anaís apretó los dientes, siguiéndolos como podía. Las ramas de los árboles le cortaron la cara, dejando rastros rojos en su piel.
Detrás, los disparos se acercaban. Los perseguidores no se rendían.
Sin Liam bloqueando el paso, les resultaba fácil alcanzarla.
Anaís escuchó cómo una bala silbó a su lado. No podía detenerse ni enfrentarlos de frente. Eran al menos cincuenta, más que toda una clase escolar, y aunque dispararan sin apuntar bien, con esa cantidad de balas podía perder la vida en cualquier momento. Tenía que esconderse primero.
Siguió a los perros por el camino que habían abierto, corriendo más de una hora.
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Capitulo 802
Pero la persecución no cesaba.
Se detuvo y miró su pierna.
La bala la había alcanzado en el muslo. La sangre no dejaba de brotar
Seguro que esos tipos también llevaban perros, de lo contrario no la habrían seguido tan bien el
rastro.