Capítulo 804
El sudor cubría tanto a Anaís que terminó empapada. No fue hasta que la ayudaron a sentarse en la sala principal que, por fin, se permitió desmayarse con alivio.
Los empleados de la casa enseguida llamaron al doctor y, mientras tanto, alguien se encargó de recibir a Fabiana con toda la cortesía posible.
Era la primera vez que Fabiana pisaba Bahía de las Palmeras. Después de tanto tiempo sin poder contactar a Anaís, estaba al borde de la desesperación. Pero la suerte dio un giro inesperado: ahora no solo podía entrar a la casa de Efraín, sino que podía respirar el mismo aire y tocar todo lo que él había tocado.
Antes, solo podía observarlo a la distancia. Ahora, tenía la oportunidad de sentirse parte de su mundo, aunque también estuviera Enrique rondando como rival. Sin embargo, para Fabiana, esa mujer ni siquiera merecía su atención.
Enrique para ella era igual que Sofía Lobos: un par de personas ingenuas que no sabían en qué lío estaban metidos.
Fabiana dibujó una leve sonrisa en su rostro y le preguntó a una de las empleadas:
-¿El presidente Lobos regresará hoy?
-El señor no tiene previsto volver estos días -respondió la empleada, con respeto.
Fabiana arqueó las cejas. Últimamente le llegaban muchísimos chismes: que Efraín y Anaís se habían casado y luego divorciado, que Efraín estaba pensando mudarse a Estados Unidos y cosas por el estilo.
La Luna, ese lugar repleto de personajes influyentes, nunca carecía de rumores.
Por eso nunca renunció a su trabajo allí; quedarse le permitía estar más cerca de Efraín.
Durante años, supo esperar, sin cometer errores, fingiendo ser una amiga leal de Anaís.
Fabiana estaba convencida de que, tarde o temprano, llegaría su oportunidad de acercarse a él. Y ahora, con Anaís desaparecida por casi dos meses, sentía que el momento había llegado. No pensaba dejarlo escapar.
Subió corriendo las escaleras detrás del doctor, con los ojos enrojecidos por la preocupación, sin apartar la mirada de la inconsciente Anaís.
-¿Cómo está Anaís? -preguntó, ansiosa.
El doctor, con manos firmes, retiró la bala de la pierna de Anaís y le aplicó ungüento en la herida de la mano.
Fabiana, secándose las lágrimas, se acercó de inmediato a la cama.
-Déjeme ayudarle. Voy a quedarme aquí estos días a cuidar de ella anunció, con una voz
17:00
Capitulo 804
temblorosa.
La empleada la miró con gratitud, aunque no pudo evitar preguntar:
-Señorita, ¿usted es amiga de la señora?
Al escuchar ese título, “señora“, los ojos de Fabiana se oscurecieron un instante.
Pronto, ese título sería suyo, de eso estaba segura.
-Sí, soy su mejor amiga… y fui yo quien la salvó esta noche. Quiero quedarme, si no hay inconveniente.
-Por supuesto, si es amiga de la señora, puede quedarse el tiempo que lo necesite.
Fabiana giró para observar a la inconsciente Anaís. Qué suerte tenía esa mujer: a pesar de no tener raíces, hasta los empleados de Bahía de las Palmeras la querían.
¿Por qué ella merecía tanta fortuna?
Pero Fabiana supo ocultar todos sus sentimientos. Se dedicó a limpiar el rostro de Anaís cada tanto, pidió medicinas y daba órdenes como si ya fuera la dueña de la casa.
No fue hasta el mediodía del día siguiente que la fiebre de Anaís cedió.
Una de las empleadas, al notar lo agotada que lucía Fabiana, se acercó de inmediato.
-Señorita Illanes, debería ir a descansar un rato. Le preparamos una habitación de huéspedes.
Fabiana asintió, masajeándose la frente, con voz quebrada por el cansancio.
-Gracias, de verdad. Me preocupa mucho Anaís. Si despierta, ¿pueden avisarme enseguida, por favor?
La empleada asintió conmovida. Qué buena amiga tenía la señora.
Pero la tarde avanzó y Anaís no despertaba.
Durante la noche, le cambiaron el vendaje y, al ver la herida de la mano, todos los empleados se llenaron de compasión.
Al despertar, Fabiana se enteró de que Anaís seguía inconsciente. Puso como excusa que necesitaba despejarse y preguntó si podía dar una vuelta por los alrededores.
Bahía de las Palmeras era enorme. Cerca de la casa principal había varias viviendas, todas de Efraín. La empleada no puso objeción.
-Puede pasear, señorita Illanes, pero recuerde regresar para la cena.
Una sombra de resentimiento cruzó por los ojos de Fabiana. Asintió y comenzó a deambular cerca de las casas.
De pronto, oyó cantar a una mujer dentro de una de las casas. Quiso acercarse, pero enseguida aparecieron dos hombres a su alrededor, con voz severa.
2/3
Capítulo 804
-Por favor, regrese a la casa principal.
El inesperado encuentro la sobresaltó. Retrocedió varios pasos y, cuando logró calmarse, se dio cuenta de que eran los guardias de la propiedad.
En ese instante comprendió cuántos vigilantes había en las sombras de Bahía de las Palmeras. Menos mal que no había dejado ver su desprecio por Anaís en esos rincones solitarios; de otra manera, ya habría quedado expuesta.
Respiró hondo y fingió estar asustada, llevándose la mano al pecho.
-Disculpen, soy amiga de Anaís. Solo estaba dando una vuelta. ¿Puedo saber quién es la mujer que canta en la casa de arriba?
El guardia mantuvo su tono cortante, mirándola con desconfianza.
-Eso no es asunto suyo.
Fabiana apretó los labios. Pensó que, con el nombre de Anaís, podría moverse libremente dentro de Bahía de las Palmeras, pero estaba claro que no era así.
A fin de cuentas, Efraín guardaba muchos secretos. Y ella estaba decidida a descubrirlos, sin importar lo que costara.
3/3