Capítulo 808
¿Cómo iba a tener Efraín algo así? Solo podía estar relacionado con Anaís.
De inmediato recordó la pulsera de semillas rojas que llevaba Anaís en la mano. Anaís había dicho que le regaló una igual a su novio, que era única en el mundo.
Ahora la pulsera estaba en manos de Efraín. No había otra explicación posible.
La muerte de ese hombre tenía que ver con Efraín, sin duda.
Si Efraín no hubiera perdido la memoria, esa pulsera la habría guardado como un tesoro, no dejaría que nadie más la viera.
Pero ahora no sabía nada, así que la dejó por ahí, dándole a Fabiana la oportunidad perfecta.
Los ojos de Fabiana brillaban de pura emoción, la sonrisa se le escapaba de los labios, totalmente exaltada.
Pensó que después de tantos días en Bahía de las Palmeras no se llevaría nada, ¡y mírala! ¡El premio le cayó del cielo sin esfuerzo!
Efraín, al verla ahí parada sin moverse, cerró el cajón de golpe y le habló con un tono seco.
-¿Ya terminaste de mirar?
No le interesaba ni un poco quién era esa mujer, ni tampoco cuántas más había mandado su padre.
Solo quería terminar los pendientes del Grupo Lobos y largarse pronto a Estados Unidos.
Fabiana, luchando por contener su emoción, salió disparada hacia la puerta.
-Ya me voy, presidente Lobos, buenas noches.
A Efraín no le caía nada bien esa mujer. Era una corazonada.
Bajó la mirada, las pestañas le temblaban y apretó el expediente que tenía en la mano, sin poder evitarlo.
Ella…
Tenía algo raro.
No sabía cómo explicarlo, simplemente le parecía extraña.
Se obligó a no mirarla, tratando de ignorar esa sensación incómoda, pero todo el día anduvo inquieto, sin poder concentrarse.
Al final, dejó los papeles y salió al pasillo, caminando directo al dormitorio principal.
Anaís soñó con una mirada fija en ella, clavada en su cara, en sus labios.
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Capitulo 808
Esa mirada era suave, como si la observara con curiosidad y ternura a la vez.
Aun así, incluso en sueños, la cabeza le latía por el dolor, como si fuera a estallar.
Arrugó la frente, inquieta.
De pronto, una mano se acercó despacio a su entrecejo, como intentando alisar sus preocupaciones.
Anaís levantó la mano y, casi sin pensarlo, agarró esa mano con fuerza.
-Z…
No pudo evitar llamar, aferrándose a esa mano como si temiera perderla.
La mano se quedó quieta, observando su rostro en silencio.
La frente de Anaís estaba empapada de sudor, como si en el sueño hubiera visto algo angustiante, murmurando sin parar.
Despertó de golpe, mirando a su alrededor.
No había nadie en el cuarto, solo la lámpara de la mesa de noche encendida.
Recordaba que, cuando se durmió, la ventana estaba abierta, pero ahora estaba cerrada, y hasta las cortinas habían sido corridas.
Parpadeó varias veces, sintiendo los ojos resecos, pensando que quizá estaba confundida.
Se recostó otra vez, llevó la mano frente a los ojos y la apretó, como si todavía buscara algo. Esa sensación de haber sujetado algo en sueños seguía ahí, y de pronto, todo el miedo desapareció.
Se dibujó una sonrisa leve, resignada.
Mejor descansar, pensó. Todo lo demás podría esperar hasta que se recuperara.
Al día siguiente, se despertó temprano y, con energía, se puso a cambiarse el vendaje.
Bajando las escaleras, vio a Fabiana sentada en el sofá, mientras que los
menor estaban en otro extremo de la sala, bien lejos.
Apenas Anaís bajó, Fabiana suspiró aliviada.
perros -el mayor y el
-Tus dos perros son bien feos, ¿eh? ¿Son tuyos? Siento que no van para nada con un lugar tan bonito como Bahía de las Palmeras.
Anaís sintió una punzada incómoda, aunque entendía que sus perros no eran los típicos que la gente consideraba bonitos.
Se sentó a su lado y comió un poco. Luego preguntó:
-Fabiana, ya llevas varios días aquí. ¿No vas a regresar?
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No era que quisiera echarla. Solo recordó que Fabiana tenía trabajo y no quería que, por cuidarla, terminara atrasada.
A Fabiana se le tensó la cara y por dentro hervía de rabia, aunque hizo todo lo posible por disimular.
-Mañana en la mañana me regreso.
Anaís, temiendo que hubiera malentendido, agregó:
-No quiero que te atrases por mi culpa.
-Ya pedí permiso. Como esa noche tu salud me preocupó tanto, no me sentía tranquila dejando todo así.
-Gracias.
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