Capítulo 823
Esta vez fue Anaís quien guardó silencio. Se quedó mirando las cosas sobre la mesa, pensativa durante varios minutos, hasta que por fin preguntó:
-¿Cómo está Lucas?
En el fondo, ella sabía perfectamente la situación en el hospital; acababa de llamar para preguntar. Pero ahora sólo quería cambiar de tema.
Efraín jugaba con el cuchillo y el tenedor entre los dedos, para luego dejarlos con lentitud, como si estuviera cargando un montón de pensamientos.
De pronto, Anaís reaccionó: él le había hecho una pregunta antes, ¿no? Y ni siquiera le había contestado.
Siempre que Anaís no respondía a una pregunta, para Efraín era casi como recibir un no en la
cara.
A Efraín nunca se le dio eso de esperar cosas buenas en las relaciones. Era como si su corazón estuviera programado para decepcionarse.
Anaís respiró hondo.
-Efraín.
Él no respondió, con la mirada baja y un aire perdido, como si estuviera a la deriva.
Ella insistió:
-¿Ya comiste suficiente?
-Sí.
Esa sí la contestó.
Anaís deslizó la mano por su camisa, a la que ya le faltaban varios botones.
-Si ya terminaste de comer, entonces seguimos… Hoy no vayas a trabajar.
Tal vez él se sorprendió por lo directa que fue, porque tardó varios segundos en reaccionar. Al final, estiró la mano y la tomó de la suya.
A Anaís ni le interesó ver su cara: seguro no tenía muy buena pinta y tampoco le importaba. Así que se acercó, le sujetó la cara con una mano y lo besó.
En el fondo, Efraín y Z se parecían bastante en una cosa: cuando estaban a gusto en la cama, era mucho más fácil que todo fluyera.
El día pasó y, cuando ya caía la tarde, Anaís sentía que se moría de sueño. Medio dormida, recargada en el sofá, vio a Efraín con apenas un pantalón de vestir, la camisa abrochada de
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Capítulo 823
cualquier manera y la cabeza inclinada mientras le cambiaba el vendaje del hombro.
La herida ya casi había sanado, porque siempre se recuperaba rápido. Pensó en levantar el brazo para detenerlo, pero ni fuerzas tenía. Así que, en vez de protestar, dejó escapar algunos quejidos y se recargó más, disfrutando el cuidado.
Cuando terminó de curarle el hombro, Efraín la cargó para bañarla, cuidando que la herida no
se mojara.
Después del baño, la llevó directo a la cama. Fue entonces cuando Anaís empezó a suplicar.
-Ya no puedo… Mejor otro día.
Efraín la arropó bien, le acomodó la cobija y le dio un beso en los labios.
-No soy tan bestia, tranquila.
Ah, así que no pensaba seguir.
Anaís soltó el aire y, con los ojos medio cerrados, lo vio ir y venir por el cuarto. De repente, tocaron la puerta.
No le interesó saber quién era ni se molestó en preguntar.
Él se fue un rato y, cuando regresó, traía varias mudas de su ropa en las manos.
En ese instante, Anaís se despejó por completo. Vio cómo, sin prisa, él colgaba su ropa en el armario, que ya de por sí era pequeño.
Ella había dicho que no pensaba regresar a Bahía de las Palmeras, y él, al parecer, pensaba quedarse ahí con ella.
Sentía el pecho apretado, como si algo le presionara por dentro, dejándole un sabor amargo.
Efraín seguía ocupado de espaldas, y de pasada le ordenó un poco la ropa a ella también.
En eso, mientras él acomodaba sus cosas, Anaís se acercó y le pasó los brazos por la cintura, abrazándolo por detrás. Habló en un susurro.
-A veces de verdad siento que tú y él se parecen mucho.
El sueño la vencía. Dicho eso, se dejó caer en la cama y, esforzándose por no dormirse, murmuró una última frase.
-Hablamos cuando despierte, ya no aguanto.
-Está bien.
Él cerró el armario y se acostó a su lado.
Anaís, acostumbrada a dormir acompañada, se giró y se acomodó en su pecho, quedándose
dormida de inmediato.
Capítulo 823
Al día siguiente, se levantó sintiéndose renovada. Se estiró, fue al baño y después salió a la
sala.
En el sofá estaba Raúl, con una expresión que no auguraba nada bueno.
Anaís se detuvo en seco. Miró a Efraín, quien andaba muy tranquilo revisando unos papeles, mientras el desayuno ya estaba servido en la mesa.
Anaís tosió para llamar la atención.
-¿Ya desayunaste, Raúl?
Raúl se puso como loco, y por poco le mete el dedo en la cara a Efraín.
-¿¡Y este qué hace aquí!? ¡Ustedes! ¡Ustedes…!