Capítulo 87
La propuesta de Aurora resonó en el comedor mientras Bárbara alzaba su copa de vino, su rostro resplandeciente con un júbilo apenas contenido. Una sonrisa maliciosa se dibujó en sus labios carmesí.
-¡Qué maravilla! -exclamó con fingido entusiasmo-. ¿Así que ahora serán familia política? Cuando nazca tu primer bebé, te aseguro que el regalo será espectacular.
Sus ojos brillaban con un deleite casi perverso. La ironía de que Víctor, ese parásito social, pusiera sus ojos en Anaís era deliciosamente cruel. No era ningún secreto que había abandonado la secundaria, que las apuestas lo consumían, y que solo la influencia de Aurora lo mantenía fuera de prisión. Su único vínculo con Roberto era ser el hermano de Aurora; de otro modo, alguien de su calaña jamás habría pisado estos círculos. Para Bárbara, ver a Anaís emparejada con semejante espécimen era una dulce venganza.
La alegría emanaba de todos los presentes excepto de Anaís, quien permanecía inmóvil como una estatua de mármol. En un movimiento fluido y deliberado, sus dedos se cerraron alrededor de la copa de cristal frente a ella. Sin mediar palabra, arrojó el vino directamente al rostro de
Aurora.
El tiempo pareció detenerse. Aurora permaneció paralizada, el líquido carmesí deslizándose por su rostro mientras su mente procesaba la afrenta.
-¿Ya se te aclaró la mente, Aurora? -La voz de Anaís destilaba veneno puro-. ¿Qué crees que soy? ¿Una mercancía que pueden pasar de mano en mano? Tu hermano no merece ni respirar el mismo aire que yo. ¿Casarme con él? Sus antepasados se retorcerían en sus tumbas. Aquí termina todo. Mi compromiso con Roberto se acabó, y no necesito tu bendición porque ustedes no son absolutamente nadie para mí.
Cuando Anaís se dispuso a retirarse, el puño de Aurora se estrelló contra la mesa con
violencia.
-¡Anaís! -El rugido retumbó en las paredes.
Aurora había conocido la humillación antes, en aquellos días oscuros como amante clandestina, mendigando migajas de afecto.. Pero después de años construyendo su posición social, este ultraje despertó aquellos fantasmas dormidos. Su compostura se desmoronó como un castillo de naipes.
-¡Que no salga! -ordenó con voz tronante.
Los guardias emergieron de las sombras como depredadores al acecho.
-Anaís, que mi hermano se fije en ti es más de lo que mereces–siseó Aurora-. Los Villagra ni te registran, y si te crees la gran dama de su familia, estás muy equivocada. No tienes ni una acción a tu nombre, eres menos que nada. Hoy te vas a sentar con Víctor y van a dialogar como la gente decente. Deberías agradecer que alguien como él se interese en ti.
Dos guardias se materializaron frente a Anaís, sus figuras amenazantes cortando cualquier
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Capítulo 87
ruta de escape.
-¿Me estás amenazando? -La voz de Anaís era apenas un susurro, pero cargado de una furia contenida que hizo temblar el aire.
Aurora, despojada ya de cualquier pretensión de cortesía, especialmente tras la humillación del vino, se dirigió a su hermano ignorando deliberadamente a Anaís.
-Víctor, ordenaré que la lleven a tu suite. Convérsala bien; a veces hay que ser… persuasivo con ciertas mujeres.
Una sonrisa depredadora se extendió por el rostro de Víctor al ver el respaldo incondicional de su hermana.
-No te preocupes, hermana. Ya verás cómo nos entendemos.
Se aproximo a Anaís con paso seguro, como un cazador acorralando a su presa.
Los dedos de Anaís se deslizaron discretamente dentro de su bolso, verificando que la llamada se había completado. Una amarga sonrisa curvó sus labios al constatar que, en ese momento crítico, no podía confiar en sus padres. Solo Efraín acudía a su mente como un faro de
esperanza.
Víctor continuaba su avance, però algo lo detuvo en seco. Una presencia inesperada se había interpuesto en su camino.
