Capítulo 14 Te ha hecho dudar, ¿verdad
Rachel no pudo ocultar su asombro; sus ojos se abrieron de par en par, reflejando su
incredulidad.
Instintivamente, miró hacia Samira.
Con una expresión serena, esta se recogió un mechón de cabello antes de decir: “Por su expresión, diría que no me equivoqué“.
“¿Cómo te diste cuenta?“, inquirió Rachel.
Con tono mesurado, su asistente detalló: “Cuando intenté hablar con el señor White, Tracy me interceptó más de una vez. La forma en que la observaba a usted no era la de alguien indiferente. Luego, cuando él eligió protegerla a ella en vez de a usted, vi el dolor en su rostro, aunque trató de ocultarlo“.
Al oír esas palabras, Rachel dejó de esforzarse en aparentar que nada le afectaba.
Con un leve titubeo, asintió.
“Ya habíamos acordado la fecha de la boda, pero ahora todo me parece inestable. Samira, te pido que no se lo digas a nadie“.
Esta le dirigió una mirada comprensiva y asintió. “No se preocupe, no compartiré nada sin su permiso“.
“Lo mejor será que vayamos al hospital primero“.
“Está bien“.
Por suerte, la herida de Samira era mínima, apenas un rasguño sin relevancia.
Aun así, Rachel insistió en que se tomara unos días de descanso en casa.
Justo antes de separarse, su asistente se detuvo y, con una expresión seria, dijo: “Siento haberme involucrado en algo tan personal. No era mi intención, pero usted me recuerda mucho a mi hermana mayor“.
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Movida por la curiosidad, Rachel se volvió para mirarla con más detenimiento.
Iluminada por la luz del sol, Samira mantenía el rostro sereno, aunque en su mirada había
una barrera difícil de descifrar.
“Mi hermana también estuvo comprometida con el hombre que amaba. Ocho años juntos y una boda planeada. A los cinco meses de embarazo, apenas se le notaba. Todo parecía ir bien, hasta que
descubrió que
él la engañaba. La verdad la destrozó. No pudo soportarlo y se lanzó desde el piso dieciocho. Así terminó su historia“.
Aunque su voz era firme y su expresión tranquila, Rachel percibió un dolor latente en cada palabra, como si cada una escondiera una herida aún abierta.
Sin dudarlo, se acercó y la abrazó con fuerza, acariciándole la espalda con ternura.
“Si necesitas llorar, hazlo. No tienes que reprimirlo. Nadie dice que debamos contener las lágrimas cuando el dolor se vuelve insoportable“. Sus palabras quebraron la barrera que Samira había construido a su alrededor. Incapaz de seguir conteniéndose, comenzó a sollozar.
Momentos después, sus lágrimas fueron cediendo poco a poco, pero el dolor en cada sollozo se hacía más profundo.
“Me culpo a mí misma. Vi los signos de su depresión. Nunca debí dejarla sola. Si me hubiera quedado con ella, tal vez nada de esto habría sucedido. Todo es mi culpa“.
Las lágrimas de Samira seguían cayendo sin cesar, y Rachel sintió una punzada en el pecho, como si el sufrimiento de Samira también fuera suyo.
Cuando dejó de llorar, esta se secó el rostro con la palma de la mano. “Por eso quiero que recuerde algo: nunca se menosprecie. Ningún hombre vale tanto como para sacrificar su vida“.
Rachel asintió con seriedad. “Lo tendré presente. Ahora vete a casa y descansa“.
Después de lo ocurrido, Rachel sintió la necesidad de hacer una llamada.
“¿Señorita Marsh?“.
“Sí, quisiera saber cómo está Tracy Haynes“, preguntó ella.
“Ha sufrido un corte en la espalda, pero no es grave. Solo una herida superficial“, informó
Ronald,
“Gracias por la información“.
Ronald colgó el celular y se quedó pensativo unos segundos antes de decidirse a informar a Brian.
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El rostro de este se endureció. “¿Eso fue todo? ¿No preguntó nada más?“.
Ronald negó con la cabeza.
“¿Parecía estar esperando mi regreso?“.
“Tampoco“.
Más tarde esa noche, Rachel se acostó temprano y cayó en un sueño profundo.
Sin embargo, en plena madrugada, se despertó de golpe.
La puerta de su habitación se abrió con un crujido, y una luz tenue iluminó el espacio cuando alguien encendió la lámpara.
Ella sintió que la respiración se le aceleraba al reconocer la silueta de Brian.
Todavía adormilada, murmuró con incredulidad: “¿Qué… ¿Por qué has vuelto?“.
Él se acercó lentamente, su cuerpo aún impregnado del frío de la noche.
Sin decir una palabra, le tomó el rostro entre las manos y la besó con una intensidad
arrolladora.
Su agarre era firme, su determinación inquebrantable.
La cabeza de la mujer se echó hacia atrás por la presión, su cuerpo apenas pudo oponer
resistencia.
Un escalofrío le recorrió la piel cuando las manos heladas de Brian rozaron su cintura,
arrancándole un jadeo involuntario. Solo entonces él aflojó ligeramente la presión.
Con el pulso desbocado, Rachel lo miró con desconcierto.
“¿Por qué me miras así?“, susurró él, deslizando con suavidad los dedos por su mejilla.
Ella no respondió.
“¿Tan extraño te resulta que haya vuelto?“, insistió Brian.
Con voz serena, Rachel contestó: “Tracy Haynes resultó herida por tu culpa. Pensé que te
quedarías con ella. No imaginé que regresarías“.
Habló sin titubeos, sin rodeos,
Pero sus palabras encendieron algo en Brian.
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Él era su prometido. ¿Cómo podía aceptar con tanta calma la posibilidad de que pasara la noche con otra mujer?
No había furia en su tono ni celos en su mirada. En todo ese tiempo, ella no había intentado contactarlo ni una sola vez.
“Rachel“, soltó Brian con una risa entre dientes, teñida de burla. “Dijiste que me amabas, pero no lo siento así. Para ti, el amor es dejarme ir sin resistencia, no preocuparte por lo que haga, aceptar que otra mujer esté a mi lado“.
Ella sintió que el pecho le pesaba como si llevara una losa encima. Se obligó a mantener los ojos abiertos, temiendo que si parpadeaba, las lágrimas terminarían desbordándose.
Su fortaleza estaba al borde del colapso.
Él había elegido a Tracy, no a ella. Su corazón pertenecía a otra.
Y, aun así, parecía que la culpa era suya; como si el hecho de no ser correspondida la
convirtiera en la villana de la historia.
Rachel cerró el puño hasta que las uñas se le clavaron en la piel, como si el dolor físico pudiera anclarla en su determinación. Solo entonces pudo decir, con voz firme: “Tienes razón.
Ya no te amo“.
Amarlo se había vuelto una carga insoportable.
Toda su relación había sido una persecución sin fin, con él siempre un paso adelante y ella
corriendo detrás.
La esperanza solo había existido porque ella seguía esperando.
Pero ya no más.
Ella estaba lista para soltarlo.
Durante años, había anhelado el momento en que él finalmente la viera, la eligiera, le correspondiera con el mismo amor inquebrantable que ella le había entregado. Si tan solo se hubiera detenido a observarla con más atención, habría notado su dolor, su desesperación
silenciosa.
Pero su mirada siempre estuvo fija en Tracy.
Si esa era su decisión, entonces ella también tomaría la suya.
“Nuestro compromiso fue apresurado. Cuando Tracy estaba en el extranjero, yo era la opción conveniente. Pero ahora que ha vuelto y está sola, te ha hecho dudar, ¿verdad?“.
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