Capítulo 15 Declarando el
fin de su relación
“Si Tracy Haynes es la mujer a quien realmente amas, no voy a interponerme en tu camino. Eres libre de irte cuando quieras. Hablaré con tus abuelos y cancelaremos la boda antes de que las cosas se compliquen más“.
Su voz tembló y se fue apagando hasta que solo quedó el silencio.
Un dolor punzante se expandió en su pecho, amenazando con quebrar lo poco que le
quedaba de entereza.
“Tal vez no sea necesario cancelar nada. Podríamos dejar todos los preparativos como están y simplemente cambiar a la novia. Así podrías casarte con Tracy, la mujer que de verdad ocupa tu corazón, y finalmente hacer pública su relación. Quiero que lo entiendas bien, Brian: no tienes que preocuparte por mi interferencia en tu boda con ella. No seré un obstáculo para tu felicidad. Esta noche, pongámosle fin a todo de manera pacífica“.
Rachel terminó de hablar y guardó silencio, lo que hizo que la atmósfera se volviera pesada.
Cuando finalmente se atrevió a levantar la mirada, se encontró con los ojos de Brian fijos en
ella, ardiendo con una furia contenida.
No entendía la razón de su enojo.
Le estaba dando la libertad que, según sus propias acciones, parecía desear. Se apartaba para que él y Tracy pudieran estar juntos sin secretos ni mentiras.
Lógicamente, Brian debería sentirse aliviado, incluso agradecido, pero en su lugar, la miraba
con rabia.
El tenso silencio se prolongó hasta que, al fin, él habló con una voz tan fría como el hielo invernal. “¿Eso es lo que quieres? Recuerda que fuiste tú quien me buscó primero. Yo no he terminado nuestra relación, así que dime, ¿con qué derecho decides marcharte?“.
Sus ojos, enrojecidos, y su tono áspero dejaban entrever un dolor que parecía sincero.
Pero Rachel no se engañaba. No era tristeza por perderla. Era su orgullo herido, la frustración de un hombre que jamás había sido rechazado. No soportaba ser él quien fuera dejado atrás.
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Nada era más difícil que eso.
“Brian, estoy cansada de todo esto. ¿Podemos separarnos pacíficamente?“.
“No“. La respuesta de él fue firme, innegociable.
Antes de que ella pudiera reaccionar, él la sujetó con fuerza y la atrajo hacia sí. Su cuerpo, cálido y fuerte, se pegó al de Rachel, su aliento rozándole la piel. “No puedes irte sin mi
permiso“.
Rachel intentó ignorar sus palabras, pero la determinación en sus acciones la desarmó.
Sus manos se deslizaron bajo la tela ligera de su camisón, acariciando su cintura con
posesividad.
Sus labios rozaron el lóbulo de su oreja con una sensualidad calculada.
Ella siempre había sido vulnerable a sus caricias.
Su cuerpo la traicionaba cada vez que él decidía atormentarla con tanta ternura calculada.
Al sentir sus temblores involuntarios, los labios de Brian se curvaron en una sonrisa
cómplice.
Con un roce lento, el hombre mordisqueó su oreja y murmuró con voz seductora: “Admítelo, sigues deseándome. Tu cuerpo no miente. Quédate conmigo y olvida esta absurda idea de irte“.
Rachel se mordió el labio con fuerza, sabiendo que cualquier sonido saldría como una
rendición.
Y él no dudaría en aprovecharlo.
Pero su control sobre la situación era aún mayor de lo que ella imaginaba.
Con movimientos pausados, enterró el rostro en su cuello y comenzó a besarla con un deseo
abrasador.
Sus labios recorrieron su piel hasta su barbilla y, sin darle tiempo a reaccionar, tomó posesión de su boca en un beso que la dejó sin aliento.
“Vamos. Dime que todavía me amas“.
Cada beso suyo la consumía, quebrantando su resistencia.
Apenas pudo susurrar: “No… ya no te amo“.
La furia de Brian se manifestó en su piel cuando la mordió con suavidad, provocándole una punzada de dolor en el pecho.
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Luego, acarició la herida con besos delicados y susurró en un tono persuasivo: “Esa no es la respuesta correcta, preciosa. Inténtalo de nuevo“.
“No… no voy a ceder“. Rachel se aferró a su última reserva de voluntad.
Pero la fatiga la traicionó. Y sin darse cuenta, terminó pronunciando las palabras que él
quería escuchar. “Sí… te amo“.
“Una vez más“. Brian tomó su mano con una gentileza engañosa.
“Te amo…“. Su voz se desvaneció en el aire, frágil como una hoja arrastrada por el viento.
Él llevó su mano a su pecho, exigiendo que repitiera la confesión.
“Te amo, Brian. Te amo más allá que nada“. Rachel repitió sus palabras en un susurro
entrecortado.
Pero entonces, al levantar la mirada y observar su rostro con detenimiento, sintió cómo algo dentro de ella se rompía.
Sus dedos temblorosos recorrieron las líneas tensas de su frente con una ternura inusual.
Su voz emergió suave, pero firme.
“Brian, quizás fui injusta contigo. Sé lo mucho que odias que te amenacen. Por eso no debería haberme sorprendido cuando te negaste a pagar el millón de dólares que Maddox exigió por mi seguridad. Después de todo, para alguien con tu fortuna, esa cantidad es insignificante“.
Para alguien con su fortuna, esa cantidad era insignificante.
Brian interpretó sus palabras como un gesto de comprensión.
Sonrió y le dio un beso en la frente con evidente satisfacción. “Me alegra que finalmente lo
entiendas, Rachel“.
Pero sus dedos se detuvieron sobre su piel.
Su siguiente pregunta fue una daga envuelta en terciopelo. “Dime algo, Brian… Si hubiera sido Tracy quien tenía un cuchillo en la garganta, ¿habrías tomado la misma decisión?“.
El cuerpo de él se tensó.
Por un instante, se quedó completamente inmóvil, como si la pregunta lo hubiera dejado sin
aliento.
Probablemente nunca esperó que ella lo confrontara de esa manera,
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“Ustedes son diferentes… No puedo compararlas“. Su voz sonó rígida, forzada.
Rachel dejó escapar una sonrisa sin calidez. “¿No puedes compararnos? ¿O simplemente tienes miedo de hacerlo? Porque yo ya sé la respuesta, Brian. Habrías pagado sin pensarlo, incluso diez millones, con tal de protegerla. Esto nunca fue una cuestión de principios. Se trataba de que yo no valía lo suficiente para ti“.
Rachel se forzó a pronunciar esas verdades dolorosas, exponiendo la realidad que ambos habían preferido ignorar.
Cada palabra abría nuevas heridas en su corazón, pero se aferró a este instante de lucidez sin
dar un paso atrás.
Algunas cosas necesitaban ser dichas, sin importar lo dolorosas que fueran.
El silencio de Brian lo dijo todo.
Rachel se levantó con calma, tomó su ropa y se dirigió a la puerta.
La atmósfera se había vuelto sofocante y quería salir a tomar un poco de aire fresco.
Pero antes de que pudiera dar otro paso, él la sujetó en un abrazo desesperado.
“Por favor, no te vayas“. Su voz sonó diferente. Vulnerable.
“Dime la verdad. Si yo, siendo tu prometida, te hubiera rogado que no salvaras a Tracy, ¿me
habrías hecho caso?“.
Él no respondió.
Los dos eran conscientes de que, sin importar los sentimientos de Rachel, Brian haría lo
necesario para salvar a Tracy.
Su agarre se fue aflojando poco a poco hasta que finalmente la soltó.
Con una sonrisa amarga, ella salió de la habitación.
Brian también se marchó poco después.
Cuando la luz de la mañana entró por la ventana, Rachel tomó una decisión.
Abrió el armario, guardó sus cosas en una maleta y, una hora después, se escabulló de la
villa sin dejar rastro.
Cinco días pasaron sin que Brian la llamara. Su silencio confirmó lo que ya sabía: todo había
terminado.
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El destino volvió a poner a Tracy en su camino dentro del ascensor de la empresa.
Vestida de rojo, con un brillo de satisfacción en el rostro, le dedicó un saludo efusivo. Buenos días, Rachel! Acabo de regresar al trabajo después de unos días libres“.
“Ya veo“, respondió Rachel con voz neutra.
La sonrisa de Tracy titubeó. Sus uñas tamborilearon contra la baranda del ascensor antes de fruncir los labios en una mueca de impaciencia.
“¿Qué pasa? ¿No tienes nada que decirme?“, preguntó la mujer.
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