Capítulo 21 Rachel fue
arrestada
Cuando llevaron a Jeffrey a la sala de emergencias, Rachel esperó afuera, ansiosa por recibir
noticias.
Estaba sentada, con el cabello revuelto, el rostro pálido y el cuerpo tembloroso.
Lucía completamente agotada, como si le hubieran drenado toda su energía.
Sentía un nudo en la garganta y una necesidad desesperada de llorar, pero no podía articular ningún sonido.
Así la encontró Yvonne a su llegada.
Sin dudarlo, se acercó, la envolvió en un abrazo reconfortante y le dijo: “Jeffrey tiene mucha
suerte. Va a estar bien“.
Rachel se aferró a ella y rompió en llanto, incapaz de pronunciar una sola palabra.
Él era su única familia, el último lazo que le quedaba con su madre. Jeffrey era su mundo
entero.
Si algo le sucedía, no sabía cómo podría seguir adelante. La idea de enfrentarse a la vida sin
él era insoportable.
“Yvonne, ¿por qué?“, sollozó, con la voz entrecortada. “La vida siempre ha sido tan cruel con nosotros. Nos arrebató a mi madre antes de que pudiéramos conocerla… ¿Por qué Jeffrey también tiene que sufrir? Si pudiera, yo soportaría cualquier cosa por él“.
Ella lo aguantaría todo. Todo lo que quería era que su hermano estuviera a salvo, que tuviera una vida libre de dolor. ¿Era mucho pedir?
Yvonne la abrazó con más fuerza, buscando palabras de consuelo, pero ninguna parecía
suficiente.
Pasaron cinco largas horas hasta que la cirugía terminó.
Cuando el médico finalmente salió del quirófano, el cielo ya se había oscurecido.
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Afortunadamente, los resultados fueron positivos.
En el consultorio, Rachel repitió en voz baja las palabras del médico, como si le costara asimilarlas. “Entonces, ¿las pruebas muestran que Jeffrey se desmayó por un coágulo en la
cabeza?“.
“Sí, el coágulo estaba en la parte posterior“, explicó el médico. “Basándonos en nuestra experiencia, este tipo de lesión suele ser consecuencia de un impacto fuerte, probablemente un ataque por la espalda. ¿Sabe si ha estado en peligro recientemente?“.
Moira. ¡Tenía que ser ella!
Rachel cerró los puños mientras salía del consultorio, llena de ira.
Dentro de la habitación del hospital, su amiga se había quedado al lado de Jeffrey.
“Yvonne, el médico dijo que Jeffrey ya está estable. Deberías ir a casa y descansar un poco. Me quedaré con él esta noche“.
La muchacha dudó, preocupada por ella, pero sabía que Rachel no se sentiría tranquila si no
estaba al lado de su hermano.
“Está bien“, cedió al final. “Pero prométeme que no te quedarás despierta toda la noche. Intenta descansar un poco. Te traeré el desayuno en la mañana, ¿de acuerdo? No te esfuerces
demasiado“.
Rachel asintió con suavidad. “Lo prometo“.
Esa noche, se quedó junto a Jeffrey, sosteniendo su mano mientras descansaba a su lado.
Mientras tanto, Brian seguía en la oficina, poniéndose al día con el trabajo.
Cuando finalmente terminó, el reloj marcaba las tres de la madrugada.
No quería despertar a Rachel a esas horas, así que decidió no volver a casa.
A la mañana siguiente, al regresar para cambiarse, encontró el dormitorio vacío. La cama estaba perfectamente hecha, sin señales de que alguien hubiera dormido en ella.
Su expresión se endureció al bajar las escaleras. “Rachel no volvió anoche, ¿verdad?“,
preguntó al ama de llaves.
La mujer bajó la mirada en señal de confirmación.
El ceño de Brian se frunció aún más. Sacó su celular y marcó su número varias veces, pero no
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obtuvo respuesta.
Suspiró y guardó el celular en su bolsillo, decidiendo no insistir por el momento.
Cuando Yvonne llegó al hospital, encontró a Rachel profundamente dormida, acurrucada junto a su hermano.
La buena noticia era que Jeffrey ya estaba despierto.
Aún se veía débil, pero el médico les había asegurado que sus signos vitales eran estables.
Al notar la presencia de Yvonne, Jeffrey llevó un dedo a sus labios, pidiéndole en silencio que no despertara a su hermana.
Ella asintió con comprensión.
Sin embargo, el descanso de Rachel fue breve. Se despertó apenas veinte minutos después.
En cuanto vio a Jeffrey consciente, su fatiga desapareció y tomó su mano con alivio. “Me asustaste mucho“, susurró. “Estoy tan aliviada de que estés despierto. Jeffrey, necesito que seas honesto conmigo sobre algo, ¿de acuerdo?“.
El joven asintió en silencio.
“Ayer… ¿Alguien te golpeó en la cabeza?“.
Jeffrey dudó, como si intentara apartar el recuerdo.
Pero, bajo la mirada firme de Rachel, finalmente murmuró: “Un palo… un palo grande y
pesado“.
El rostro de Rachel se endureció al instante y sus ojos brillaron con intensidad.
Cuando era niña, no tuvo más opción que soportar la crueldad de su padre y su madrastra.
Pero ahora… ya no era aquella niña indefensa.
Si alguien se atrevía a hacerle daño a Jeffrey otra vez, se aseguraría de que lo lamentara.
“Yvonne, quédate con Jeffrey. Tengo algo que hacer“.
“Está bien, pero ten cuidado“, respondió ella sin presionarla. Aun así, tenía una fuerte intuición sobre lo que Rachel estaba planeando.
Sin perder tiempo, esta última se dirigió directamente a la residencia de su padre.
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En la sala de estar, Moira disfrutaba de un desayuno opulento. La mesa estaba llena de un festín extravagante.
Cuando vio a Rachel irrumpir con el rostro endurecido por la furia, su expresión se torció de irritación. “¿A qué vienes? ¿A arruinarme la mañana?“.
Los ojos inyectados en sangre de Rachel se clavaron en ella con frialdad.
Sin previo aviso, empujó el borde de la mesa con fuerza, que acabó volcándose por completo.
El estruendo fue ensordecedor, y los platos, cuencos y comida se estrellaron contra el suelo y se esparcieron en todas direcciones.
Moira gritó: “¡¿Estás loca?! Eres igual que tu madre, resentida y vulgar. ¿Quién te dio derecho a actuar como una salvaje en mi casa? ¡Sal de aquí ahora mismo!“.
Rachel ya estaba furiosa, pero esas palabras hicieron que su enojo se desbordara. “Di una palabra más sobre mi madre… te reto“, advirtió con voz baja, pero amenazante.
Sus dedos se aferraron a un pesado jarrón de la mesa cercana mientras se acercaba, con los
ojos encendidos de ira.
Moira levantó la barbilla, desafiante. “Bueno, lo diré otra vez. Tu madre no era más que una mujer desvergonzada que seducía a los hombres para tenerte a ti y a tu inútil hermano. Y mira dónde terminó: cada uno recibe lo que da. Si supiera que tuvo hijos tan patéticos,
preferiría estar muer…“.
Antes de que pudiera terminar, Rachel estalló el jarrón con todas sus fuerzas. El estruendo del impacto resonó en toda la habitación cuando la porcelana se hizo añicos contra la cabeza
de Moira.
“Tú… ¿De verdad te atreviste…?“, titubeó la mujer, con los ojos abiertos de incredulidad.
Sus dedos temblaron al tocar la sangre caliente que corría por su rostro. Un segundo después, su cuerpo se desplomó.
“¡Mamá!“. Una voz angustiada resonó desde las escaleras. Kate Marsh había presenciado la escena con horror antes de correr hacia su madre.
Rachel se giró para marcharse, pero Kate reaccionó de inmediato y llamó a los guardias de seguridad para detenerla antes de contactar a la policía.
Las cámaras de seguridad de la sala habían captado todo. No había margen para dudas.
Rachel fue arrestada de inmediato.
Antes de entrar a la celda, alcanzó a enviarle un mensaje rápido a Yvonne, pidiéndole que
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cuidara de Jeffrey.
“Debería contactar a su familia para contratar un abogado y solicitar la fianza“, dijo el oficial,
aconsejándola con amabilidad. “Si es posible, resolver esto en privado y obtener el perdón de la señora Marsh sería lo mejor para usted“.
Rachel respondió con frialdad: “No tengo a nadie a quien llamar“.
Era casi seguro que Brian descartaría esa situación como otro problema causado por ella.
Después de todo, había sido la mujer perfecta y obediente durante veinte años, sin salirse
nunca de la línea.
Si Moira no hubiera lastimado a Jeffrey, ella nunca habría reaccionado de esa forma.
Pero por primera vez en su vida… había contraatacado.
Además, Brian no se preocuparía por ella. No cuando tenía a Tracy.
Esa noche, Brian estaba en casa, recién salido de la ducha.
Esperó desde las diez hasta la medianoche, dos horas en total.
Pero Rachel nunca regresó.
Impaciente, tomó su celular y marcó un número. “Ronald, tienes diez minutos para averiguar
dónde está Rachel“.
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