Capítulo 22 Más que seguro
La investigación de Ronald no lo llevó más que a callejones sin salida y, a medida que pasaba el tiempo, el vacío de sus hallazgos lo perseguía.
Cuando las llamadas de su jefe llegaron, una tras otra, él respiró hondo antes de responder: “Lo siento, señor, pero aún no he logrado localizar a la señora Marsh“.
“¡Si no la encuentras, estás despedido!“.
“Se lo prometo, haré todo lo que esté en mis ma…“, la línea se cortó antes de que Ronald pudiera terminar su frase.
Al amanecer, Rachel se encontró acurrucada en la celda de la comisaría, donde había pasado la interminable noche. El frío se había infiltrado hasta sus huesos, tiñendo sus mejillas de
rojo mientras violentos escalofríos la sacudían.
De pronto, un oficial abrió la puerta y anunció: “Tiene una visita“.
“¿Quién es?“, preguntó ella, manteniendo la compostura a pesar de las circunstancias.
“Yvonne Jiménez. Dice ser amiga suya“.
En el momento en que sus miradas se cruzaron, el corazón de Yvonne se hizo añicos al ver el estado de Rachel, por lo que se quitó su propio abrigo y bufanda para envolverlas en su cuerpo tembloroso.
El hecho de que la joven no hubiera regresado a casa la noche anterior había despertado su preocupación y sus instintos la llevaron hasta allí, donde confirmó sus peores temores al
descubrir que la habían detenido.
“¡Amiga, por favor dime qué pasó!“.
Sin guardarse nada, Rachel le contó todo lo que había sucedido con Moira.
Aunque la frente de Yvonne se arrugó mientras procesaba la complejidad de la situación, pronto su semblante se iluminó con determinación: “Conseguiré un abogado y me aseguraré
de sacarte de aquí“.
“Te lo agradezco mucho. ¿Cómo está Jeffrey?“, inquirió Rachel, pensando en su hermano.
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“Está progresando muy bien. Los médicos esperan darlo de alta dentro de unos días“.
Al oír eso, el alivio suavizó el rostro de Rachel mientras una leve sonrisa curvaba sus
labios: “¡Esa es una noticia maravillosa!“.
En el umbral de la puerta, la otra se detuvo unos instantes antes de preguntar: “¿Ya le
informaron a Brian de tu situación?“.
“No estoy segura“.
“¿Quieres que le diga?“.
Un toque de amargura cruzó por la cara de Rachel cuando pensó en ello: “Si realmente
quisiera saber, tiene los medios para averiguarlo; y si no, cualquier notificación solo lo hará
enojar“.
Asintiendo con la cabeza, Yvonne murmuró: “De acuerdo, entiendo“.
Después de salir de la comisaría, ella se encargó de contratar a unos cuidadores para Jeffrey.
Su próximo destino fue la sede del Grupo Burke.
La compañía de Norton contaba con un departamento jurídico de primer nivel, en particular
con el distinguido abogado Eric Riley.
Sus años de matrimonio con el heredero de los Burke le habían proporcionado ciertos
privilegios y ahora parecía el momento perfecto para ejercerlos. Además, el hecho de que Eric
reconociera su posición facilitó un diálogo inesperadamente fluido.
“Señora Jiménez, considere el caso de su amiga como mi máxima prioridad“.
Yvonne se quedó momentáneamente sin palabras.
¿Por qué aceptó Eric tan fácilmente? ¿No era conocido por adherirse estrictamente y
únicamente a las órdenes de Norton?
“¿De verdad estás de acuerdo? ¿Sin consultarlo primero con mi esposo?“, preguntó con
incredulidad.
El abogado asintió y lo confirmó: “Naturalmente, como su mujer, usted posee una autoridad
considerable“.
Sin que Yvonne lo supiera, el abuelo de Norton había ordenado explícitamente que todos apoyaran sus decisiones.
“No obstante, dado que este caso no es asunto de la empresa, debo informar al señor Burke“.
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“Está bien, me parece razonable“.
Pronto, la conmoción de Norton resonó a través de la línea telefónica: “¿Dijiste Rachel Marsh?“.
“Efectivamente. ¿Es un problema para usted?“.
“De ningún modo“.
En el momento en que concluyó la llamada, Norton se comunicó inmediatamente con Brian: “¿De verdad vas a casarte con Tracy Haynes?“.
Sin saber qué responder, Brian frunció el ceño: “Déjate de tonterías y ve al grano“.
La continua ausencia de Rachel pesaba mucho en su mente, haciendo que la frustración se arraigara profundamente en él.
Ella se había vuelto tan imposible de atrapar que Brian se juró a sí mismo que cuando la encontrara, le daría una lección por intentar escapar de él.
“¿Estás dispuesto a dejar a Rachel?“.
“¿Quién te dijo semejante estupidez? ¿Qué es lo que has escuchado?“.
Curvando sus labios en una mueca pensativa, Norton respondió: “Hace unos momentos, mi esposa le pidió a Eric que se hiciera cargo de un caso. ¿Y sabes quién es la acusada? Nada
más y nada menos que Rachel“.
En ese instante, Brian se quedó paralizado. Incorporándose, apenas pudo contener su furia y exclamó: “¡¿Qué?!“.
“La arrestaron por agredir a su madrastra. ¡No finjas que no sabías nada!“.
Sin perder un segundo, Brian agarró su abrigo y corrió hacia la puerta mientras ordenaba: “Ronald, prepara el auto enseguida“.
Mientras se acomodaba en el interior de cuero del vehículo, su mirada se volvió tan feroz que
le provocaría escalofríos a cualquiera, ¡nadie en sus cinco sentidos se acercaría!
¿Cómo se atrevían a encarcelar a su prometida? ¡No tenían ni idea del problema en el que se
habían metido!
“¡Más rápido! ¡Te doy diez minutos para llegar o mañana tendrás que buscar un nuevo
empleo!“.
Nervioso, Ronald apretó la mandíbula mientras presionaba el acelerador hasta el límite.
Ante la noticia de otra visita, y suponiendo que su fiel amiga había regresado, Rachel sintió
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que su corazón palpitaba de emoción.
Sin embargo, al ver la imponente silueta de Brian en la puerta, ella se quedó sin aliento y sus
pensamientos se dispersaron mientras se movía incómodamente, tratando de no mirarlo.
Entonces luchó contra el familiar dolor de las lágrimas que amenazaban con caer, pues desde que se enamoró de él, sus emociones se habían convertido en un caos.
Esta agridulce reunión pintó un marcado contraste. La inmaculada apariencia del hombre, junto con un atuendo perfectamente confeccionado, difería con su estado desaliñado y sus ojos hinchados por el tormento de una noche de insomnio.
Mientras todo en ella gritaba agotamiento, él permanecía impecable.
Agachándose lentamente, Rachel se enroscó sobre sí misma en un rincón de la fría y estrecha
habitación.
¿Qué podía decir en ese momento?
El sonido de sus pasos se acercó cada vez más, y de repente, una oleada de calor: una suave mano había envuelto la suya.
Brian se arrodilló a su lado y atrajo su menudo cuerpo hacia sus brazos mientras hablaba con
una suavidad inigualable: “Vamos. Te llevaré a casa“.
La joven levantó la cabeza y la incredulidad se reflejó en su rostro: “Mírame, soy un desastre.
No soy una persona tranquila, ni inteligente, causo problemas y me pongo celosa. ¿ Realmente estás seguro de que quieres casarte con alguien como yo?“.
Él no respondió con palabras, en cambio, la levantó sin esfuerzo y la puso en sus brazos.
Cuando salieron de la comisaría, finalmente dijo con una voz firme e inquebrantable: “Estoy más que seguro de ello. Te lo dije: no estoy de acuerdo con esta ruptura y hablo en serio“.
Su rostro estaba tan cerca que su cálido aliento rozó su piel.
Cada palabra que pronunciaba llevaba consigo una certeza inconfundible, pero Rachel no lo podía entender.
Él siempre había estado enamorado de Tracy, y ahora que esta finalmente había regresado y estaba soltera, Rachel voluntariamente se había hecho a un lado para permitirles estar juntos. Entonces, ¿no debería estar feliz…?
“¿Qué es lo que quieres?“.
Abrazándola con más fuerza que antes, Brian musitó: “Toda una vida a tu lado, sin
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interrupciones ni despedidas“.
“Pero…“, ella ni siquiera había terminado de protestar cuando él selló sus labios con los
suyos.
Pronto, el beso se transformó en algo más profundo, como si Rachel poseyera un hechizo que lo despojaba de su habitual autocontrol.
Entonces acunó su cabeza mientras se entregaba a sus emociones, pues su moderación había sido reemplazada por una pasión urgente.
Estos días separados habían creado un doloroso vacío en su interior y era incapaz de
controlarse.
Fue hasta que la joven se balanceó, sin aliento y mareada en su abrazo, que el hombre
finalmente la soltó.
Sus dedos recorrieron sus rasgos con infinita ternura y su mirada se suavizó: “Hay algunas palabras que no necesitan decirse; todos los acontecimientos de hoy me dejaron preocupado mucho por ti“.
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