Capítulo 31 ¿Mi abrazo te
incomoda
¿Estaba Brian insinuando que haría cualquier cosa para hacer feliz a Tracy?
A Rachel se le rompió el corazón, pues se dio cuenta de que él nunca la había querido.
El silencio llenó la habitación privada.
Una melodía suave y melancólica flotaba en el aire.
Tracy había elegido una canción de amor que también significaba mucho para Rachel.
En el pasado, le había rogado a Brian que la cantara con ella. Y él siempre se había negado.
Pero ahora, ante la petición de Tracy, había aceptado sin dudarlo.
Todos parecían cautivados por su impecable interpretación.
Sin embargo, la mente de Rachel est Sin embargo, la mente de Rachel estaba en otra parte; necesitaba un trago.
Ya iba por su tercera cerveza cuando una mano sujetó la suya con suavidad.
Con el ceño fruncido, Trey le dijo: “Samira me pidió que vigilara cuánto bebe“.
“Solo necesito calmarme“, replicó ella antes de beberse dos cervezas más.
Al ver que no podía disuadirla, el chico terminó uniéndose a su jefa, y entre los dos acabaron
con varias botellas más.
Cuando la música terminó, Brian, con los puños apretados, les lanzó una mirada intensa.
¡Rachel se estaba volviendo cada vez más audaz!
En ese momento le hervía la sangre al verla bebiendo con otro hombre. Sentía que había sido demasiado indulgente con ella. Esa noche, estaba decidido a poner las cosas en su sitio y enseñarle a comportarse debidamente.
Los aplausos y los elogios llenaron la sala.
י,
“¡Qué talento! El señor White no solo es un genio en los negocios, sino que también
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conquista corazones con su voz“.
“La actuación de Tracy fue igual de buena; tiene una voz tan dulce que podría enamorar a
cualquiera“.
De repente, Rachel se puso de pie y, tambaleándose ligeramente, se acercó al escenario. “¿
Podrían tocar ‘All of me‘?“.
Brian sintió que se le formaba un nudo en la garganta ante la petición.
Su expresión se endureció; estaba claro que no le gustaba la idea.
En el escenario, Rachel ya había tomado a Trey del brazo.
“¿Te sabes esta canción?“.
“Sí, pero…“.
Ella sonrió.
Sus ojos brillaban con una mezcla de embriaguez e inocencia, un encanto puro y cautivador que la hacía irresistible.
El chico se quedó sin palabras.
Entonces, su jefa se inclinó hacia él y dijo suavemente: “No puedes decir que no, recuerda que aceptaste seguir mis indicaciones cuando entraste aquí“.
“Está bien“.
Aunque la melodía era alegre, Rachel llenó cada verso con tristeza.
A medida que cantaba, las lágrimas empezaron a rodar por sus mejillas y, para cuando terminó la canción, su rostro estaba empapado.
Trey permaneció junto a ella hasta que la música se detuvo; luego la abrazó con suavidad y
le susurró al oído:
“Se ha pasado con el alcohol. La llevaré a casa“.
Su jefa levantó la vista y le sonrió. “¡Estupendo! Te lo agradezco mucho“.
Era evidente que estaba borracha, con la mirada un poco perdida, pero seguía siendo
encantadora.
Su sonrisa resplandecía, conquistando los corazones de quienes la rodeaban. A la luz de la noche, sus ojos desprendían un magnetismo aún más intenso.
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Brian, visiblemente alterado, giró su copa con demasiada fuerza y derramó el contenido sobre
el borde.
Sus ojos ardían al verlos juntos.
Su mirada perforó a Rachel como si quisiera quemarla desde dentro.
Sin decir palabra, ella le devolvió la mirada con una sonrisa.
Luego, se volvió hacia Trey y le susurró con urgencia: “¡Vámonos de aquí!“.
Apenas salieron, el celular de ella vibró.
Al contestar, la voz de Brian, cargada de irritación, le ordenó: “Quédate donde estás. Nos
vamos a casa juntos“.
Rachel soltó una risita. “¿Aquí, delante de todos del trabajo? ¿No te preocupa que nos vean? Además, Tracy tampoco está precisamente sobria. ¿La vas a dejar así?“.
El hombre frunció el ceño e hizo una breve pausa antes de responder: “Ronald la llevará a
casa“.
“Ese no me importa“. Rachel colgó sin más.
Mientras Trey iba por un poco de agua, vio a su jefa tambaleándose junto a la acera y corrió
a su lado. “Déjeme llevarla a casa“.
“No hace falta. Ya has presenciado suficientes de mis momentos vergonzosos. Puedo volver
sola“.
Pero él insistió, preocupado: “Ha bebido demasiado“.
Rachel pensó que no era tan malo estar borracha. Al menos por un rato, podía olvidar sus problemas y evitar el dolor.
Sin rumbo fijo, terminó sentándose en un banco del parque.
Trey permaneció cerca, asegurándose de que estuviera bien.
Afectada por el alcohol, Rachel se aferró a la camisa del chico y le preguntó: “Los hombres
son muy impredecibles, ¿no? ¿Pero cómo es que algunos pueden seguir siendo fieles a su primer amor? Ah, olvidé que tú también eres hombre. Lo siento, fui injusta. ¿Puedo preguntarte algo?“.
El chico asintió.
Con una sonrisa de borracha, Rachel apartó un mechón de su rostro. “¿Cómo reaccionarías si
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una mujer que no te interesa te persiguiera?“.
“¿Quiere que sea honesto?“.
“Sí, por favor“.
“Me molestaría, para serle franco. Querría que ella simplemente desapareciera y me dejara en
paz“.
Rachel sonrió.
Su sonrisa era brillante, pero escondía una profunda tristeza capaz de tocar el alma.
Quizá Brian sentía lo mismo por ella.
Tal vez para él, su presencia era solo una carga.
Hasta un encuentro casual podía hacerle sentir que ella se estaba metiendo en su camino.
“Gracias, ya lo entendí. Mi casa está cerca, no tienes que seguir acompañándome“.
Rachel continuó caminando sola, con las lágrimas corriendo por su rostro.
Había decidido dejar ir a Brian.
Pero la idea de cortar todos los lazos con él le atravesaba el corazón como una cuchilla
afilada.
Era como si le arrancaran una parte de sí misma.
‘Rachel, deja de llorar. Tienes que ser más fuerte que esto. El mundo está lleno de hombres, no solo existe Brian White. Es hora de despertar, recomponerte y seguir adelante‘, se dijo a sí
misma.
De pronto, un auto se detuvo junto a ella.
No logró reconocer la placa.
Ronald bajó del carro y la dijo con respeto: “Señorita Marsh, el señor White la espera dentro“.
“No quiero…“, comenzó Rachel, pero su queja se quedó en el aire cuando Brian bajó la ventanilla y sus rasgos afilados aparecieron bajo la tenue luz.
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La mirada del hombre era penetrante.
“¿Tengo que salir y cargarte yo mismo?“. Su tono no dejaba lugar a discusión.
Con resignación, la mujer subió al auto.
Apenas se sentó, el hombre la sujetó de la muñeca y la atrajo hacia él en un abrazo
sofocante.
El olor a alcohol delataba lo ebrio que estaba.
“¡Suéltame!“.
“Quédate quieta…“, replicó Brian.
Rachel intentó resistirse, pero él la apretó aún más fuerte.
Su agarre era abrumador, como si quisiera fundirla con él.
“Solo quédate así un momento“.
“Estoy incómoda“, protestó ella con más firmeza que antes.
El ambiente en el auto se volvió gélido.
Susurró con una voz carente de calidez: “¿Mi abrazo te incomoda? Entonces dime, ¿el de quién sí te resulta cómodo? ¿El de ese pasante?“.
¡Consiga la oportunidad de lee…
¡Los desafíos le esperan!