Capítulo 4 Pulseras
idénticas
Rachel se quedó helada… Sintió que el mundo se inclinaba sobre su eje mientras asimilaba la increíble visión que tenía ante sus ojos.
Le fallaron las palabras durante varios largos segundos, antes de que por fin lograra preguntar: “¿Qué estás haciendo aquí?“.
La sonrisa de Tracy tenía un atisbo de dulzura calculada. “No me malinterpretes, por favor. Acabo de regresar del extranjero, y cuando Brian se enteró de que estaba teniendo dificultades para encontrar trabajo, me ofreció un puesto aquí“.
“¿Cuándo sucedió eso?“. La voz de Rachel sonó más segura de lo que ella se sentía.
“Creo que la semana pasada“, respondió la otra con naturalidad.
Las manos de Rachel se cerraron en puños apretados, mientras una sensación helada se extendía por sus palmas.
Esa revelación la impactó profundamente, ya que si ese día no se hubiera cruzado con Tracy,
habría permanecido ajena a su presencia en la empresa desde hacía una semana.
Brian tuvo innumerables oportunidades de mencionárselo, pero eligió callarse.
“¿Por qué no te he visto por aquí?“, cuestionó Rachel.
Tracy miró los documentos que llevaba consigo, al mismo tiempo que sus labios formaban
una mueca practicada.
“A decir verdad, eso fue obra de Brian. Hace unos días me llevó a un viaje de negocios. Hoy
es mi primer día en la oficina“.
La irónica idea de que Brian viajara con Tracy se retorció como un cuchillo en el pecho de
Rachel. Se sintió desnuda con sus inseguridades más profundas expuestas a la cruda luz del
día…
La otra observó su expresión afligida con ojos calculadores, pero conservando un aire de inocencia. “¡Guau! ¿No lo sabías? Supuse que Brian te lo había mencionado. Pero, no te
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preocupes, nos alojamos en habitaciones separadas. Los registros del hotel pueden constatarlo. Además, él se toma las relaciones de pareja muy en serio. Deberías confiar en él“.
Un frío adormecedor se extendió por todo el cuerpo de Rachel. Forzó sus labios a formar la leve imitación de una sonrisa antes de decir: “¡Por supuesto que confío en él! Después de todo, es mi prometido y pronto nos casaremos“.
La sonrisa que Tracy esbozó en respuesta tenía un matiz de triunfo.
“¡Fantástico! Dado que lo acompañaré en muchos otros viajes de negocios como su secretaria personal, es bueno saber que te sientes tranquila con nuestra relación de trabajo“.
Las palabras “secretaria personal” resonaron en la mente de Rachel como una sentencia de
muerte.
Si Brian había ascendido a Tracy a ese puesto, ¿quién creería que entre ellos no había algo
más que eso?
Su afán por proteger a esa mujer de posibles dificultades en el lugar de trabajo contrastaba marcadamente con el modo en que había dejado a Rachel sola para que se hiciera cargo del Departamento de Diseño cuando fue ascendida a gerente.
Rachel estaba a punto de retirarse cuando su mirada se posó en la muñeca de Tracy… “Tu pulsera es hermosa“.
La joya era idéntica a la suya, salvo por el color: la piedra de Tracy era un zafiro azul.
La sonrisa de Tracy se hizo más dulce mientras levantaba la muñeca con deliberada naturalidad. “¿Esta? Brian compró dos: una con un rubí y otra con un zafiro. Me las mostró y me preguntó cuál prefería“.
Al oír eso, la sangre se congeló en las venas de Rachel. Su corazón también se sentía congelado.
Lo que había considerado como un obsequio considerado no había sido más que las sobras
de Tracy.
La voz de esta última destilaba falsa preocupación cuando preguntó: “Ya pasaron dos días, ¿ Brian aún no te ha dado la tuya? ¿Quieres que le pregunté qué pasó?“.
“¡No, no lo hagas!“, dijo Rachel bruscamente, interrumpiéndola. Incapaz de soportar un momento más ahí, huyó.
Ese día Brian volvió a casa ya entrada la noche; todas las habitaciones estaban silenciosas y
quietas.
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Capitulo 4 Pulseras idénticas
“¿Rachel…?“. Su voz resonó en el espacio vacío, pero no obtuvo respuesta alguna.
La casa permaneció anormalmente silenciosa…
El hombre se quedó realmente desconcertado; Rachel siempre le daba la bienvenida, ya fuera con una comida deliciosa o aún preparándola en la cocina.
La casa que habitualmente irradiaba calidez y vida ahora s
sentía abandonada.
Brian sacó su celular y marcó el número de Rachel, pero no recibió respuesta.
Preocupado, llamó a Carol, quien se encontraba hojeando viejos álbumes de fotografías con Rachel, cuando recibió la llamada de su nieto.
“¡Hola, Brian! Sí, Rachel está aquí conmigo“.
“¿Por qué no contesta su celular?“.
“Tal vez se quedó sin batería“, sugirió la anciana.
“Abuela, ¿puedes pasármela?“.
La joven recibió el celular, pero las palabras se le quedaron atascadas en la garganta, mientras los acontecimientos del día volvían a su mente.
Un peso aplastante se asentó en su pecho, haciendo que cada respiración fuera una tortura.
“¿Por qué no volviste a casa?“. La voz de Brian tenía su calidez habitual, lo que solo
intensificó el dolor de Rachel.
“Extrañaba a Carol, así que decidí pasar tiempo con ella hoy“.
“Pero, yo también te extraño. ¿Qué se supone que debo hacer? “La abuela tiene al abuelo para hacerle compañía, pero yo sin ti estoy completamente solo“. Sus dulces palabras parecían
veneno, ya que sus acciones las contradecían.
Una bomba de dolor estalló antes de que Rachel pudiera hacer algo para contenerla. “Si te sientes tan solo, ¿por qué no llamas a Tracy? Parece que tiene a todos comiendo de su mano ¡Además, es tu secretaria perfecta y encantadora!“.
Un momento de silencio precedió a la respuesta seria del hombre. “¿Entonces, ya te enteraste?“.
“Sí. Tu secreto ha salido a la luz“. Dicho eso, la joven colgó abruptamente.
Su distracción era evidente cuando retomó su conversación con Carol.
Al percibir la agitación de Rachel, la anciana le sugirió que descansara un poco, en lugar de
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presionarla para que se quedara en la sala de estar con ella.
En su habitación, la joven se duchó y se acomodó en la cama, con la mirada fija en su
celular silencioso; sin llamadas y sin mensajes. Brian no intentó comunicarse con ella
nuevamente.
Apenas había empezado a dormirse, aun sintiéndose intranquila, cuando la puerta se abrió
con un crujido.
Al sentir que un peso se cernía sobre ella, casi gritó, hasta que unos labios familiares le rozaron el lóbulo de la oreja.
“Soy yo…“, susurró Brian con seguridad.
Los ojos de la chica se abrieron de golpe, aturdida por la aparición de su prometido a
medianoche.
“¿Sigues enojada?“, murmuró él contra su cuello, puntuando sus palabras con suaves besos.
Rachel fingió estar dormida, sin embargo, las manos errantes del hombre se deslizaron bajo su camisón, dejando unos rastros de calor que la hicieron contener la respiración.
Brian desmanteló metódicamente sus defensas, pero se abstuvo de llevar las cosas más allá,
lo cual fue un movimiento calculado para hacerla ceder primero.
Las lágrimas inundan los ojos de Rachel. “Eres muy cruel conmigo. ¿Es así como se comporta
un hombre adulto?“.
La voz de Brian adquirió un tono peligroso cuando preguntó: “¿Qué has dicho?“.
Su intensa mirada la atravesó, mientras entrecerraba los ojos y agregaba: “¿Que no soy un hombre adulto? Tú lo sabes mejor que nadie, ¿no? ¿O no estás satisfecha con mi comportamiento de ayer?“.