Capítulo 5 Esperar a que le suplicara perdón
Mientras las palabras provocativas de Brian flotaban en el aire, Rachel por fin pudo darse cuenta de la gravedad de la situación.
“No… no quise decir eso“, balbuceó, sintiendo cómo se le sonrojaban las mejillas.
Sin embargo, ya era demasiado tarde, pues la imponente figura de Brian se acercó y le rodeó la muñeca con los dedos.
Algo se agitó dentro de la joven, y se encontró inclinándose hacia él, mientras lo rodeaba con los brazos, presa de una leve desesperación.
Sus ojos, llenos de súplicas no pronunciadas, lo buscaron.
“No conserves a Tracy como tu secretaria, por favor“, susurró, aferrándose a él. “Si realmente quieres ayudarla, búscale un empleo en otra empresa. De lo contrario, no podré evitar sentir
celos“.
La calidez que había entre ellos se hizo añicos cuando el hombre apartó el brazo.
Su expresión se endureció hasta convertirse en algo irreconocible. “Siempre he preciado tu espíritu generoso. Pero tu actitud hacia Tracy me parece demasiado mezquina. Ella acaba de volver al país y está luchando por estabilizarse. Simplemente quiero brindarle un poco de ayuda“.
Rachel se mordió el labio inferior, mientras su espíritu de lucha la abandonaba.
El marcado contraste entre el amor y la indiferencia de Brian nunca había sido más evidente.
“Pase lo que pase, vas a ayudarla, ¿no es así?“.
“Sí“, respondió tajantemente el hombre.
Rachel lo miró y su corazón se partió en dos bajo el peso de su férrea convicción.
Acto seguido, colocó una mano sobre su pecho, a la vez que una sonrisa amarga aparecía en
su rostro. “Dime, ¿soy una pareja irracional y de mente estrecha a tus ojos?“.
<Capitulo 5 Esperar a que le suplicara perdón
El silencio del hombre fue más rotundo que cualquier palabra.
Ante eso, algo se rompió dentro de la chica, quien agarró una almohada y se la arrojó, al mismo tiempo que las lágrimas rodaban por su rostro sin control.
“¡Tienes razón en todo! ¡Soy muy celosa, impulsiva e intolerante! ¡Eso es lo que soy; una mujer mezquina hasta la médula! ¡Ahora vete! ¡No soporto mirarte ni un momento más!“.
Con eso, le arrojó otra almohada, la cual él atrapó hábilmente.
La expresión del hombre se ensombreció mientras sus ojos encontraban los de ella en una
batalla silenciosa.
Durante todos los años que habían estado juntos, Rachel había sido su refugio de infinita paciencia y afecto, y rara vez la había visto mostrar una ira tan evidente.
Incluso durante sus disputas, ella siempre había sido la primera en ofrecer una tregua.
Brian decidió que, si lo abrazaba y le susurraba : “Lo siento, fue mi culpa“, podría fingir que
esa discusión nunca había ocurrido.
Sin embargo, a medida que avanzaban los minutos, Rachel no daba muestras de ceder.
Ante tales circunstancias, la expresión de Brian se tensó y sus rasgos se volvieron gélidos.
“Descansa. Alguien te llevará a casa mañana“.
Un instante después, la puerta se cerró de golpe tras él, con tanta fuerza que rebotó y se
volvió a abrir.
Un viento helado recorrió la piel expuesta de la chica, la cual apenas unos momentos antes
Brian había descubierto.
Rachel se acurrucó bajo las mantas, buscando refugio del gélido abandono de su prometido…
En la sala de estar, Brian se encontró con su madre, quien no pudo disimular su satisfacción ante el evidente enojo de su hijo.
“¿Peleaste con Rachel?“, inquirió la mujer tentativamente.
La expresión furibunda del joven era obvia, lo que alimentó el deleite interno de su madre.
“Siempre he dicho que no hay que mimar demasiado a las mujeres. Rachel debería considerarse muy afortunada de haber llamado tu atención. No debes consentirla tanto. Hoy, incluso intentó poner a Carol en mi contra“.
“Mamá, por favor“. El tono gélido de Brian interrumpió las palabras de Debby. “Llevaré mi
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Capítulo 5 Esperar a que le suplicara perdón
relación con Rachel como mejor me parezca. Esto no te concierne“.
“¡Soy tu madre! ¿Cómo puedes decirme eso?“.
El joven se dio la vuelta y se marchó sin responder. Fuera de la puerta, se fumó dos cigarrillos seguidos.
A pesar de todo, una parte de él aún esperaba oír los pasos de Rachel.
En el pasado, ella solía bajar las escaleras descalza, sin ni siquiera ponerse los zapatos.
Luego, se aferraba a él con la devoción de una cachorrita, mientras le rogaba perdón llorando.
Esa expresión vulnerable y suplicante siempre derribaba las defensas del hombre e
inevitablemente se disipaba su ira.
Acto seguido, la abrazaba y la llevaba escaleras arriba.
Sus reconciliaciones siempre culminaban en abrazos apasionados. Luego, sus cuerpos se entrelazaban como si fuera imposible separarlos.
Rachel siempre había cedido a sus deseos, adaptándose a cada una de sus peticiones y posiciones preferidas con una devoción inquebrantable.
Aunque ciertos actos le causaban incomodidad, ella se esforzaba por complacerlo, incluso si eso provocaba que derramara algunas lágrimas.
Cada encuentro con Rachel lo había dejado profundamente satisfecho, tanto en cuerpo como
en espíritu.
Sin embargo, esa noche todo cambió y se alejó del patrón establecido. Parecía que la joven se había transformado en alguien a quien Brian apenas reconocía.
Este último permaneció dentro de su auto durante treinta minutos, tiempo durante el cual no
vio esa figura familiar bajar las escaleras.
El motor estaba encendido, pero el vehículo permaneció estacionado.
“Pisa el acelerador“, ordenó Brian con la voz áspera por la tensión.
Estaba seguro de que el ruido llamaría la atención de Rachel.
Sin embargo, todo lo que pudo ver fue la oscuridad de la noche.
La ausencia de su prometida se sentía como un peso físico.
“¡Una vez más!“, exigió, mientras su cuerpo irradiaba una furia gélida.
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Ronald Miller, su asistente, se movió en el asiento del conductor con incomodidad. “Señor… hemos llegado al límite del motor“.
La intención de su jefe era obvia: quería obligar a Rachel a notar que ya estaba a bordo del auto, para que se diera por vencida y saliera de la casa.
Sin embargo, su táctica fue demasiado pueril. Ronald lo sabía, y cualquier otra persona habría pensado lo mismo.
Pero, expresar ese pensamiento no era una opción para el asistente.
Tras diez minutos más de tenso silencio, Ronald se aventuró a decir con cautela: “Tal vez ya se quedó dormida, y solo estamos esperando en vano“.
“¿Quién dijo que estaba esperándola? ¡Vámonos!“, espetó Brian.
El alivio inundó al empleado mientras ponía el vehículo en marcha.
Cuando Rachel por fin bajó, solo encontró un espacio vacío donde había estado el auto de Brian.
Una sonrisa amarga apareció en su rostro mientras se daba la vuelta.
Qué tonta había sido al pensar que lo encontraría esperándola.
Se había imaginado que un simple tirón en su manga y un ablandamiento de su postura lo traerían de regreso a ella.
¡Qué ingenua!
El corazón de Brian ahora pertenecía a Tracy, y su mente estaba inundada de pensamientos
acerca de ella.
Mientras Rachel se disponía a volver a su habitación, una voz cáustica llegó desde arriba.
“Es absolutamente natural que los hombres cortejen a varias mujeres. Incluso los casados tienen deslices. Siempre te lo he dicho: Brian jamás se sentirá satisfecho con una sola mujer. Tracy fue su amor platónico en la secundaria. Los hombres anhelan eternamente lo que no pueden poseer, y desprecian lo que tienen a su alcance. Después de innumerables encuentros íntimos con Brian, te has convertido en algo común para él. ¡Tracy representa lo inalcanzable y por eso lo tiene tan fascinado!“.
Las palabras de Debby hirieron a la joven tan profundamente que todo su cuerpo estremeció y apretó los puños hasta que los nudillos se le pusieron blancos.
Esas crueles palabras contenían una innegable dosis de verdad.
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< Capítulo 5 Esperar a que le suplicara perdón
Aun así, levantó la barbilla y presionó los labios antes de responder: “Entiendo que no te agrade y la verdad es que no busco tu aprobación. Pero, me niego a creer que Brian no siente
nada por mí“.
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