Capítulo 9 ¿Por qué no me dijiste nada
A Rachel le parecieron increíbles las palabras de Brian.
Acaso en su mente, ¿todo era culpa de ella y que era irrazonable?
“Estoy agotada. Solo quiero descansar“, dijo la joven, y se retiró la mano y subió las escaleras.
Después de ducharse, apenas se había metido en la cama, cuando se encontró envuelta en una calidez reconfortante.
Brian la atrajo hacia sus brazos y la sostuvo firmemente contra sí.
Sin embargo, ella se resistió, retorciéndose ligeramente, pero cuanto más luchaba, más firme se volvía el agarre del hombre.
El aliento de Brian rozaba el cuello de Rachel y su presencia la oprimía como un peso invisible.
Tras varias rondas de resistencia inútil, la chica estaba demasiado agotada para seguir forcejeando.
Cerró los ojos, entregándose al cansancio.
Por suerte, Brian pareció tener algo de sentido común y no llevó las cosas más allá, simplemente la abrazó y se quedó inmóvil.
Justo cuando Rachel estaba a punto de quedarse dormida, sintió un leve roce contra el lóbulo de la oreja.
Luego, la voz, baja y suave del hombre rompió el silencio: “Respecto a lo que sucedió hoy… Quiero disculparme en nombre de Tracy“,
Esas palabras provocaron una sacudida en el cuerpo de la chica, tensando cada músculo de
su cuerpo.
Fue como si su corazón hubiera sido sumergido en agua helada, entumeciéndolo.
¿Estaba disculpándose en nombre de Tracy? ¿Desde cuándo era el tipo de persona que se
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Capitulo 9 ¿Por que no me dijiste nada
rebajaba por alguien más?
Sin siquiera girarse para mirarlo, Rachel dejó escapar una risa fría y burlona.
“¿Quieres disculparte conmigo? ¿Como el novio de Tracy o como mi prometido?“.
Brian le tomó la mano y contestó en tono firme: “Lo único que quiero es que no sean enemigas“.
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“¿En serio?“, preguntó ella con la voz desprovista de calidez.
Estaba demasiado agotada para discutir y demasiado hastiada para oír el nombre de Tracy
otra vez.
Así que, al final, simplemente dejó escapar una risa hueca y dijo: “Ya que estás disculpándote en su nombre, ¿cómo podría guardarle rencor? Está bien, la perdono“.
Pero el hombre no se sintió satisfecho con eso.
“No quiero que lo digas solo para quedar bien. Quiero que encuentres el perdón de verdad en tu corazón“.
Ella no dudó en replicar: “Lamento decepcionarte, pero eso no va a suceder“.
Al oír eso, la expresión del hombre se ensombreció al instante.
La tensión en el dormitorio aumentó, ejerciendo una fuerza invisible de presión sobre ellos.
Rachel sabía algo con certeza: en una noche como esa, compartir la cama con Brian era una
idea terrible.
Por esa razón, se incorporó y se dirigió hacia la puerta.
“¿Adónde vas?“, preguntó él con voz aguda.
“A la habitación de huéspedes. Lo único que quiero es dormir tranquila“.
Las cejas del hombre se fruncieron, “¿No quieres pasar la noche conmigo?“.
Antes de que Rachel pudiera reaccionar, él la agarró de la muñeca y la jaló de vuelta a la cama. “¡Te quedarás aquí! Fin de la discusión“.
Sin embargo, ella no estaba dispuesta a obedecer.
Quizás no era tan fuerte como él, pero no era de las que se rendían sin luchar.
“¡Suéltame!“, exigió con furia, mientras trataba de liberarse. “¡Bastardo! ¡Olvídalo! ¡Prefiero morir antes que perdonar a Tracy Haynes!“.
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Su actitud desafiante solo alimentó la frustración del hombre.
Antes de poder liberarse, se encontró inmovilizada debajo de él.
La mirada de Brian se ensombreció y su voz sonó peligrosamente baja cuando preguntó: “¿
Cómo me llamaste?“.
Rachel giró la cara, al mismo tiempo que su corazón latía a un ritmo inestable. “No dije nada“.
Bajo la tenue luz, el hombre estudió su rostro.
Siempre había pensado que su carácter dócil y su obediencia silenciosa la hacían tan
encantadora.
Pero ahora, al verla así, feroz e inquebrantable, se sintió cautivado de una manera que no
esperaba.
“Rachel, yo…“. Su voz sonó ronca, mientras se inclinaba, hasta que sus labios quedaron a escasos centímetros de los de ella.
Entonces, de repente, la joven se estremeció e inhaló con fuerza.
“¿Qué ocurre?“. Brian se puso en alerta al instante.
“Nada importante“.
La expresión del hombre se endureció. “¡Dime la verdad!“.
Sin embargo, la chica no respondió.
Con un clic agudo, la lámpara de noche se encendió.
Brian le agarró la mano.
“¿Por qué no me has dicho nada?“, preguntó con voz tensa, mientras sus dedos trazaban las marcas rojas que Rachel tenía en la muñeca. “¿Cuándo te pasó esto?“.
La joven se dio la vuelta. Sintió un pinchazo en el corazón al recordar lo ocurrido.
El hombre entrecerró los ojos y preguntó: “¿Fue por el café?“.
Ella apretó la mandíbula antes de dar un leve asentimiento.
“Idiota“, murmuró él en voz baja.
Al oír eso, la otra levantó la cabeza de golpe. Sus ojos ardían de ira cuando inquirió: “¿Por qué me llamas así?“.
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Capitulo 9 ¿Por qué no me dijiste nada
Había estado conteniéndose demasiado, pero esa sola palabra, tan despectiva, tan injusta, hizo que algo en ella estallara.
Las lágrimas brotaron de sus ojos y se deslizaron por sus mejillas sin que pudiera detenerlas.
Para Brian, Rachel no era más que una mujer tonta e ingenua, mientras que Tracy le parecía impecable en todos los sentidos.
“Hoy temprano, cuando estaba justo frente a ti, ¿por qué no me dijiste nada?“, preguntó él con una voz que destilaba frustración.
‘¿Y qué diferencia habría habido? ¿Entonces Ronald también podría comprarme un ungüento?“.
Rachel no quería nada de lo que estaba destinado para Tracy.
El hombre aflojó su agarre sobre los dedos de la chica. Un segundo después, la soltó por
completo.
Luego, sin decir ni una palabra más, se dio la vuelta y se marchó.
Rachel se sentó en la cama, mirando el espacio vacío que Brian había dejado, mientras un dolor sordo emergía de su pecho.
¿Así que se fue de nuevo? Como siempre…
Los recuerdos dolorosos volvieron a golpearla: los primeros días de su relación, cuando era
una jovencita que se aferraba a Brian con palabras dulces y melosas.
Él no la alejó, pero tampoco le prestó atención.
En ese entonces, Rachel se sintió tan agraviada que las lágrimas se derramaron antes de
poder hacer algo para detenerlas.
Por si eso fuera poco, su vientre se retorcía de dolor por los cólicos menstruales.
Bajo el viento cortante, Brian se alejó sin mirar atrás.
La chica lo llamó con voz temblorosa, pero él nunca se giró.
Mirando hacia atrás, Rachel se dio cuenta de que momentos como ese habían sucedido
demasiadas veces para poder contarlos.
Y ese día, parecía que la historia se había repetido.
Cerró los ojos, resignándose a pasar otra noche solitaria.
Pronto, el repentino crujido de la puerta al abrirse la sobresaltó.
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Brian regresó con un botiquín de primeros auxilios.
“Dame la mano“, ordenó él con una voz inesperadamente suave.
Rachel lo miró, boquiabierta por la incredulidad. “Pensé que te habías ido“.
Ella había asumido que Brian se marcharía como lo había hecho en el pasado.
“Si me hubiera ido, estarías llorando tan fuerte que despertarías a nuestros vecinos“, replicó
él con naturalidad.
Por un momento, ella simplemente se quedó mirándolo. Había algo innegablemente sorprendente en los hombres cuando estaban concentrados o completamente absortos en algo.
Justo como en ese momento se encontraba Brian, con su perfil iluminado por la tenue luz, mientras estaba arrodillado junto a ella, atendiendo su herida con silenciosa concentración.
Parecía casi un príncipe de un cuento de hadas, una ilusión fugaz a la que la chica deseaba poder aferrarse.
Anhelaba un mundo sin Tracy y sin malentendidos.
Al pensar en eso, dejó escapar un pequeño suspiro. “Gracias“, murmuró, cuando Brian terminó de aplicarle el ungüento.
Mientras el hombre tomaba el botiquín para cerrarlo, su mirada se dirigió al tobillo de la
chica.
Su expresión cambió instantáneamente, mientras extendía la mano para examinarlo.
Rachel jadeó ante su toque, pues sintió un dolor que le atravesó la pierna. “¡Ay! ¡Me duele!
Ten cuidado!“.
La mandíbula de Brian se tensó y su frustración aumentó.
Sin decir ni una palabra, retiró la mano y su mirada aguda se volvió gélida. “¿Eres idiota o qué te sucede?“.
La chica se mordió el labio. El tobillo le palpitaba, y ahora, después del regaño del hombre, se
sintió mucho peor.
Los ojos se le enrojecieron y bajó la cabeza, sin querer sostenerle la mirada.
No fue el dolor físico lo que más la lastimó, sino la forma en que Brian la trató.
Cuando Tracy se lastimaba, él era muy paciente y gentil, y le hablaba con voz suave.
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¿Pero con ella? No mostraba la más mínima calidez ni preocupación. Rachel nunca había esperado que su prometido la consolara, ni que le ofreciera palabras amables. Pero ¿era demasiado pedir que no la llamara idiota?
Por fin, las emociones que había contenido durante tanto tiempo se desbordaron.
“Sí, soy una idiota…“, susurró ella con voz temblorosa. “Si no lo fuera, no me habría enamorado tan completamente de ti“.
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