Capítulo 132
-Vamos.
La puerta de la habitación del hospital se abrió y Valentina caminó adelante. -Andrés, sabía que aún te preocupas por mí. A pesar de estar tan ocupado con el trabajo, buscas tiempo para visitarme y hasta preparaste sopa para mí, estoy realmente feliz.
Andrés caminaba detrás de Valentina hacia la salida.
El comentario de Valentina era extraño; él había dicho claramente que la sopa fue preparada y enviada por la abuela, ¿por qué ella afirmaba que fue él quien la preparó?
Justo cuando salía de la habitación, sin tiempo para reflexionar profundamente, su mirada periférica captó de repente una figura en la puerta de la habitación contigua.
Andrés se detuvo bruscamente, sus pupilas se contrajeron rápidamente, como si lo hubiera sido golpeado por un rayo.
-¿Luisita?– La voz de Andrés temblaba.
Luisa giró al oírlo y sus ojos se encontraron.
Al ver a Valentina al lado de Andrés, vestida con ropas de hospital, Luisa frunció ligeramente el ceño.
Andrés avanzó rápidamente hacia ella, su tono ansioso. -¿Luisita, qué haces aquí?
La joven llevaba puesta la ropa de hospital y su rostro estaba pálido.
-¿Estás enferma?– Andrés agarró la mano de Luisa. -¿Por qué no me dijiste que estabas enferma?
–
Luisa bajó la mirada, su voz era suave. Has estado muy ocupado últimamente, no quería molestarte.
Un destello de dolor cruzó los ojos de Andrés. -¿Cómo podría ser una molestia? Tu bienestar es más importante que cualquier cosa.
Luisa suavemente retiró su mano. —Estoy bien, ¿no tienes asuntos pendientes? Deberías ir.
Ella se refería al asunto de Valentina.
Luisa sabía de los sentimientos inconfesables de Valentina hacia Andrés y la hostilidad
evidente de Valentina hacia ella.
Andrés seguramente lo sabía también.
En el fondo, Luisa se repetía una y otra vez que Valentina era la hermana de Andrés, y que era
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completamente razonable que él viniera al hospital a visitar a una hermana enferma. No debía ser demasiado celosa ni enojarse sin motivo.
Sin embargo, no podía evitar sentir un dolor agudo en su corazón.
La idea de que Andrés se tomara un tiempo de su ajetreada agenda para visitar a Valentina en el hospital y hasta prepararle personalmente la sopa,
sopa, hacía que el sentimiento amargo fuera imposible de contener.
Andrés colocó ambas manos sobre los hombros de Luisa. -Luisita, estás enferma, no iré a ningún lado, me quedaré aquí contigo.
Se volvió hacia Valentina. -Ya que la enfermera ha regresado, deja que ella te acompañe a bajar para tomar el sol.
Sin esperar a ver la reacción de Valentina, Andrés tomó de la mano a Luisa y caminó hacia la habitación del hospital.
Una vez que la puerta se cerró detrás de ellos, se quedaron solos.
-Luisita, ¿cuándo te enfermaste?
-Hace un par de días.
-¿Qué pasó?
-Es solo una gripe leve, no es nada serio.
Andrés tomó la mano de Luisa y se sentaron juntos en la cama. —De ahora en adelante, tienes que decirme estas cosas de inmediato, ¿de acuerdo?
Luisa bajó la mirada y frunció los labios. No quiero interrumpir tu trabajo.
Andrés siempre tenía una paciencia infinita cuando se trataba de Luisa. -Ya te lo he dicho, no me interrumpes. Para mí, siempre eres mi prioridad.
C
Hizo una pausa, y una sonrisa llenó su rostro. Además, ¿no estoy trabajando duro y ganando dinero para gastarlo en mi futura esposa? Si no puedo cuidar de mi esposa, ¿para qué quiero el dinero?
Luisa puchereó. -Aún no estamos casados, ¿cómo puedes llamarme “esposa“?
La voz de Andrés era muy alegre. —De todas formas, solo tú serás mi esposa, tarde o temprano nos casaremos, ¿qué malo hay en decirlo antes?
Recordando las palabras de Valentina, Luisa se sintió incómoda.
-¿Ah, sí? Entonces, ¿por qué no le preparas sopa a tu futura esposa?
Andrés se dio cuenta y explicó con paciencia: -Eso que dijo ella es una mentira. La abuela me
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completamente razonable que él viniera al hospital a visitar a una hermana enferma. No debía ser demasiado celosa ni enojarse sin motivo.
Sin embargo, no podía evitar sentir un dolor agudo en su corazón.
La idea de que Andrés se tomara un tiempo de su ajetreada agenda para visitar a Valentina en el hospital y hasta prepararle personalmente la sopa, hacía que el sentimiento amargo fuera imposible de contener.
Andrés colocó ambas manos sobre los hombros de Luisa. —Luisita, estás enferma, no iré a
ningún lado, me quedaré aquí contigo.
Se volvió hacia Valentina. -Ya que la enfermera ha regresado, deja que ella te acompañe a bajar para tomar el sol.
Sin esperar a ver la reacción de Valentina, Andrés tomó de la mano a Luisa y caminó hacia la habitación del hospital.
Una vez que la puerta se cerró detrás de ellos, se quedaron solos.
-Luisita, ¿cuándo te enfermaste?
-Hace un par de días.
-¿Qué pasó?
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Es solo una gripe leve, no es nada serio.
Andrés tomó la mano de Luisa y se sentaron juntos en la cama. —De ahora en adelante, tienes que decirme estas cosas de inmediato, ¿de acuerdo?
Luisa bajó la mirada y frunció los labios. -No quiero interrumpir tu trabajo.
Andrés siempre tenía una paciencia infinita cuando se trataba de Luisa. -Ya te lo he dicho, no me interrumpes. Para mí, siempre eres mi prioridad.
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Hizo una pausa, y una sonrisa llenó su rostro. -Además, ¿no estoy trabajando duro y ganando dinero para gastarlo en mi futura esposa? Si no puedo cuidar de mi esposa, ¿para qué quiero el dinero?
Luisa puchereó. -Aún no estamos casados, ¿cómo puedes llamarme “esposa”?
La voz de Andrés era muy alegre. -De todas formas, solo tú serás mi esposa, tarde o temprano nos casaremos, ¿qué malo hay en decirlo antes?
Recordando las palabras de Valentina, Luisa se sintió incómoda.
-¿Ah, sí? Entonces, ¿por qué no le preparas sopa a tu futura esposa?
Andrés se dio cuenta y explicó con paciencia: -Eso que dijo ella es una mentira. La abuela me
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llamó hoy especialmente para que viniera al hospital a ver a Valentina. Al principio, no quería venir, pero la abuela se disculpó por lo que pasó en la cena familiar y me pidió que le diera una oportunidad para compensarla, y que viniera a ver a Valentina.
-Esa sopa fue preparada por alguien y entregada en la entrada del hospital, no la hice yo.
Luisa guardó silencio.
-¿Estás enojada? – La voz del hombre sonaba extremadamente contenta. —¿Luisita está enojada por mí?