Una vez que se revisen y aprueben los documentos, se programará una audiencia en la Corte de Justicia de Santa Rosa.
El Bentley que Andrés había obsequiado a Luisa resultaba demasiado llamativo para asistir al trabajo, por lo que usualmente optaba por un BMW más discreto para las audiencias y reuniones con los clientes.
Al no haber espacio disponible frente a la oficina del seguro social, Luisa aparcó su carro en un estacionamiento descubierto cercano.
Para llegar, debía atravesar una carretera.
Luisa esperaba en la acera a que el semáforo cambiara.
De manera repentina, una fuerza poderosa la empujó bruscamente por detrás.
Desprevenida, Luisa se precipitó hacia adelante, sin control.
Ante ella, la carretera principal estaba abarrotada de vehículos y el semáforo para peatones mostraba la luz roja.
Los automóviles en movimiento no lograban frenar a tiempo, y los conductores, con los ojos desorbitados, casi atropellan a Luisa.
En ese momento crítico, Luisa pensó ver al ángel de la muerte haciéndole señas.
En un instante de extremo peligro, un par de manos fuertes la rescató.
Todo ocurrió en apenas un segundo.
Aún en estado de shock.
Luisa respiraba agitadamente, su corazón golpeaba con violencia.
Tardó un rato en recuperar la compostura.
¡Estuvo a punto de perder la vida en ese lugar!
Señora Luisa, ¿está bien?-inquirió el guardaespaldas, pálido de terror.
¡Por poco se juegan sus vidas antes de poder ver al señor Andrés!
Por suerte, el carro se encontraba a una distancia considerable, lo que permitió actuar a tiempo.
Señora Luisa, ¡fue ese hombre quien la empujo! -exclamó otro guardaespaldas, mientras sujetaba a un hombre delgado, con las manos esposadas detrás de la espalda.
El corazón de Luisa todavía latia desbocado, y su cuerpo temblaba levemente, mostrándose completamente confundida.
Caputo 100
-¿Quién es usted? ¿Por qué me empujó?-la voz de Luisa temblaba sin control.
El hombre desviaba la mirada, balbuceando: Yo… fue un accidente, lo toqué sin querer, lo siento… Lo siento mucho, no fue intencionado…
-Está mintiendo. -afirmó el guardaespaldas con tono helado.
El hombre intentó defenderse apresuradamente:-No, no, realmente no fue a propósito…
Click.
El guardaespaldas apretó y el brazo del hombre se dislocó.
¡Ahhh!-gritó el hombre, retorciéndose de dolor.
El semáforo se puso en verde, y los transeuntes curiosos que observaban comenzaron a cruzar la calle, dejando solo a los cuatro en el lugar.
El guardaespaldas declaró: -Señora Luisa, vi con mis propios ojos cómo extendió la mano para empujarla, fue intencionado.
Luisa frunció el ceño, la ira visible en sus ojos: ¿Por qué quería empujarme?
El hombre, adolorido, no pudo articular palabra, su rostro estaba contorsionado y grotesco.
-Bien, dado que no desea hablar, procederé a llamar a la policía.
Capryla