apítulo 191
Jna chica que parece muy inocente? Jaime pensó un momento y preguntó con cautela: -¿Se fiere a la señorita Alma?
aniel dio una calada a su cigarrillo y exhaló lentamente una nube de humo que se
remolinaba en el aire.
-No creo que se llamara así. Era aquella que Mateo ajo la noche que llegamos a Puerto Bella. ra bajita, con el cabello largo, lacio y negro, ojos grandes. Dijo que acababa de cumplir la ayoría de edad, parecía que aún era estudiante.
on eso, Jaime recordó.
a noche en que llegaron a Puerto Bella, Mateo había organizado una cena de bienvenida. Para omplacer a Daniel, había seleccionado especialmente a varias virgenes de excelente pariencia, entre ellas la chica de la que él hablaba.
sa noche, Daniel escogió al azar a dos chicas para que lo acompañaran, y después de beber, se is llevó al hotel para seguir la fiesta. La chica de cabello negro lacio fue la que quedó escartada.
in embargo, Daniel parecía haberse encariñado con ella. Aunque esa noche no permitió que lo compañara, fue generoso y le dio treinta mil dólares en efectivo, diciendo que era para poyarla con la universidad.
as chicas que acuden a ese tipo de eventos, todas venden su cuerpo.
sos treinta mil dólares, todos sabían, eran el precio de su primera noche.
aniel incluso le regaló un departamento cerca de su universidad.
ime, quien llevaba más tiempo al lado de Daniel, conocía bien su carácter: Daniel siempre abía sido libertino y mujeriego. Mantenía a más de una docena de mujeres; algunas llevaban empo a su lado, como Sandra, que estaba con él desde hacía casi dos años. Otras, en cambio, lego de uno o dos encuentros, no volvían a saber de él.
ensando en algo, Jaime dudó un instante antes de hablar: -Señor Daniel, hace una hora, la
ñorita Sandra llamó para decir que había preparado la cena y lo estaba esperando. Usted abía prometido cenar con ella.
ado que Sandra llevaba tanto tiempo con él, Jaime pensó que ella era distinta de las demás, y ntió que debía recordarle lo que habia prometido.
aniel soltó una risa despectiva, y una sombra de indiferencia pasó por sus ojos: -De pronto, a no tengo ganas de ir.
-Entendido.
Cantus 191
Capítulo 191
¿Una chica que parece muy inocente? Jaime penso un momento y preguntó con cautela: -¿Se refiere a la señorita Alma?
Daniel dio una calada a su cigarrillo y exhaló lentamente una nube de humo que se
arremolinaba en el aire.
-No creo que se llamara así. Era aquella que Mateo trajo la noche que llegamos a Puerto Bella. Era bajita, con el cabello largo, lacio y negro, ojos grandes. Dijo que acababa de cumplir la mayoría de edad, parecia que aún era estudiante.
Con eso, Jaime recordó,
La noche en que llegaron a Puerto Bella, Mateo había organizado una cena de bienvenida. Para complacer a Daniel, había seleccionado especialmente a varias vírgenes de excelente apariencia, entre ellas la chica de la que él hablaba.
Esa noche, Daniel escogió al azar a dos chicas para que lo acompañaran, y después de beber, se las llevó al hotel para seguir la fiesta. La chica de cabello negro lacio fue la que quedó descartada.
Sin embargo, Daniel parecía haberse encariñado con ella. Aunque esa noche no permitió que lo acompañara, fue generoso y le dio treinta mil dólares en efectivo, diciendo que era para apoyarla con la universidad.
Las chicas que acuden a ese tipo de eventos, todas venden su cuerpo.
Esos treinta mil dólares, todos sabían, eran el precio de su primera noche.
Daniel incluso le regaló un departamento cerca de su universidad.
Jaime, quien llevaba más tiempo al lado de Daniel conocía bien su carácter: Daniel siempre había sido libertino y mujeriego. Mantenía a más de una docena de mujeres; algunas llevaban tiempo a su lado, como Sandra, que estaba con él desde hacia casi dos años. Otras, en cambio, luego de uno o dos encuentros, no volvían a saber de él.
Pensando en algo, Jaime dudó un instante antes de hablar: -Señor Daniel, hace una hora, la señorita Sandra llamó para decir que había preparado la cena y lo estaba esperando. Usted había prometido cenar con ella.
Dado que Sandra llevaba tanto tiempo con él, Jaime pensó que ella era distinta de las demás, y sintió que debía recordarle lo que había prometido.
Daniel soltó una risa despectiva, y una sombra de indiferencia pasó por sus ojos: -De pronto, ya no tengo ganas de ir.
-Entendido.
Сарконит
Jaime no dijo nada más y arrancó el carro en silencio.
Sandra había estado ocupada toda la noche. Preparó con esmero los filetes, dispuso rosas y vino tinto, y se maquilló cuidadosamente.
En el elegante comedor de la villa, donde reinaba un silencio helado, la mujer vestía un largo vestido de seda color vino tinto y medias negras sensuales, rebosando encanto y seducción.
Sentada frente a la mesa, balanceaba suavemente la copa de vino. Sus hermosos ojos brillaban de ilusión y embriaguez.
El reloj de pared hacía su tic–tac incesante.
El tiempo pasaba segundo a segundo.
La expectativa en los ojos de la mujer fue cediendo, dando lugar a la desilusión. Conteniéndose por un rato, finalmente no pudo más y tomó el celular para hacer una llamada.
El celular sonó durante mucho tiempo antes de que alguien contestara.
-Señor Daniel, ¿está ocupado? -preguntó Sandra con cuidado.
Del otro lado se escuchó la voz placentera de una mujer.
El corazón de Sandra fue atravesado de pronto, como si sangrara por dentro; el dolor era insoportable.
Apretó el celular con tanta fuerza que sus nudillos se pusieron blancos, y las lágrimas comenzaron a rodar de inmediato.
-Lo siento, estoy ocupado, cariño. Esta noche no podré cenar contigo. La voz de Daniel sonaba ronca, con un tono rasposo.
Sandra mordió su labio inferior, mientras las lágrimas calan sin cesar.
Daniel no colgó. Dejó el celular sobre la cama, y sonidos indescriptibles comenzaron a llegar hasta los oídos de Sandra.
Ella, como si se castigara a sí misma, escuchaba cada uno de esos sonidos. Se volvieron instrumentos de tortura, crueles, que la desgarraban por dentro, dejándola sin aliento y con el alma hecha trizas.
Había creído que para Daniel era especial, que era la mujer que más tiempo había estado a su lado. Incluso en este regreso al pais, él solo la había traído a ella. Pero resultó que todo lo que creía especial no era más que una broma cruel.
La voz de la otra mujer se hacía cada vez más fuerte, pasando de la timidez al desenfreno total. Sandra ya no pudo soportarlo más y arrojó con fuerza el celular.