Capítulo 200
entorno estaba sumido en un silencio absoluto, y el sonido de la vibración del celular se escuchaba con una claridad penetrante.
Andrés tomó el celular y echó un vistazo: era una llamada de Luisa.
Su mirada se volvió sombría. Respondió la llamada con voz ronca: Hola, Luisita.
Del otro lado de la linea, Luisa, al escuchar la voz áspera de Andrés, preguntó con preocupación: -¿Qué te pasa, Andrés? ¿Te ocurrió algo peligroso en el camino de regreso?
-No.
Luisa guardó silencio.
Hubo un momento de pausa.
Luisa informó: -Ya llegué. No encontré ningún peligro en el camino. Este lugar es muy discreto, y la cuidadora que me asignaron es muy amable y atenta. Todo está bien aquí.
Lo que no dijo fue cuánto lo extrañaría y cuánto se preocuparía por su seguridad.
No quería sonar demasiado emocional.
No era el momento de hablar de amor con Andrés; él tenía asuntos importantes que atender, y ella solo debía quedarse tranquila, como él le había pedido.
Andrés emitió un murmullo con tono ambiguo.
Luisa notó que él estaba inusualmente distante ese día, y pensó que tal vez aún no había procesado lo sucedido en el camino.
-Entonces… -Luisa vaciló antes de continuar: Entonces voy a colgar, ve a ocuparte de tus asuntos.
Andrés alzó la vista hacia el cielo a través de la ventana, observando la brillante luz del sol, como si reuniera todas sus fuerzas para contener las lágrimas. Con los ojos enrojecidos, dijo con claridad: -Luisita, deberiamos terminar.
Ya no necesitaba pensarlo más.
Su abuelo tenía razón: la familia González, siendo gente de negocios honrada, no podría resistir las despiadadas tácticas de Daniel.
Cada día que pasaba, la familia González corría mayor peligro.
Luisa quedó paralizada, sosteniendo el celular. Abrió la boca, pero no logró emitir palabra.
Las lágrimas comenzaron a caer sin previo aviso.
Pasó mucho tiempo antes de que Luisa finalmente preguntara con los labios temblorosos y la voz entrecortada por el llanto: -¿Es porque temes arrastrarme a esto?
No, simplemente me di cuenta de que todo esto ya no tiene sentido, tú…..
Andrés respiró hondo y, apenas conteniendo las lágrimas, continuó con dificultad: -Antes te trataba bien porque pensaba que podrías ser una señora Martinez adecuada. Solo una chica como tú, hermosa y con una buena familia, podria estar a la altura de ser la señora de la familia Martinez, pero…
Andrés cerró los ojos, reprimiendo el dolor que le oprimía el pecho, y dijo con esfuerzo:– Pero ahora lo he entendido. Aún no he vivido lo suficiente, no quiero pasar el resto de mi vida con una sola mujer. Así que, terminemos. Olvidame. Soy yo quien te ha fallado.
La casa en la finca era una pequeña construcción de dos pisos con un jardín.
Desde la ventana de la habitación donde se alojaba Luisa, se podía ver el jardín de abajo.
En esa época del año, el jardín lucia marchito, reflejando el estado de ánimo de su dueña.
Luisa estaba acurrucada en la cama, abrazando las sábanas, llorando en silencio.
Desde que colgó la llamada, había pasado más de una hora, y sus lágrimas no cesaban.
¿Cómo podía una persona tener tantas lágrimas? Parecía que, por más que llorara, nunca se acabarian.
No creía que Andrés quisiera romper con ella solo porque “aún no había disfrutado lo suficiente“.
Él no era ese tipo de persona.
Seguramente era por Daniel.
No quería que Daniel la lastimara, por eso se apresuraba a desvincularse de ella.
Pero esas palabras la habían herido profundamente; le era imposible permanecer indiferente.
Tampoco quería llorar, pero las lágrimas eran incontrolables.