Capítulo 215
Al día siguiente era Año Nuevo.
Luisa fue a visitar la Casa González.
Carla y Miguel estaban en casa.
En cuanto Luisa entró, Carla la recibió con una sonrisa: Luisita, ya volviste, estamos por servir la comida, ve a lavarte las manos primero.
Luisa se había embriagado la noche anterior y no despertó sino hasta las once de la mañana. Se dio prisa en ducharse, cambiarse de ropa y manejar de regreso a casa, justo a tiempo para la
hora de la comida.
Violeta corrió hacia ella con sus zapatitos de charol haciendo ruido al pisar: “tac, tac, tac“, y
abrazó la pierna de Luisa. —¡Luisa!
Luisa, sonriendo con dulzura, sacó un regalo de su bolso y se lo entregó a Violeta. -Violeta, i feliz Año Nuevo!
Ella sonrió encantada y, al recibir el regalo, le dio un beso en la mejilla a Luísa.
Miguel le pasó una bolsa. -Tu regalo de Año Nuevo, ¡ábrelo!
Luisa la recibió con desconcierto y la abrió.
Dentro había una llave y un título de propiedad.
Miguel habló con tono sereno: -Luisita, este departamento está muy cerca del despacho de ustedes, es conveniente para ir al trabajo. A ustedes los jóvenes les gusta celebrar el Año Nuevo, así que este es mi regalo para ti. El carro lo eligió Carla, está en el garaje, después de comer puedes ir a verlo.
A Luisa se le llenaron los ojos de lágrimas, y una cálida corriente le recorrió el pecho. Gracias, papá. Gracias, señora Carla.
Aceptó con gratitud su gesto.
Después de la comida, Luisa encendió el celular y lo revisó distraídamente. Notó una solicitud de amistad en WhatsApp.
El corazón le dio un vuelco.
Instintivamente contuvo la respiración y abrió el mensaje. La decepción se esparció por todo
su ser.
No era Andrés.
Ella ya había bloqueado y eliminado el WhatsApp de Carlos, así que él, sin poder agregarla, se
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había creado una cuenta alterna.
Al principio Luisa no supo quién era, pero él había dejado mensajes.
[¿Terminaste con Andrés?]
[Te lo dije, todos los hombres son iguales, pero to no quisiste creerme. Luisa, vuelve conmigo.]
Al leer esos dos mensajes, Luisa sintió una repulsión tan fuerte como si hubiera tragado una
mosca.
De inmediato eligió la opción de rechazar mensajes de ese usuario.
Miguel le regaló un Rolls–Royce Phantom blanco, mientras que Luisa dejó el Bentley azul que Andrés le había dado en el garaje subterráneo de la familia González y empezó a conducir el
nuevo carro.
La casa estaba ubicada en una zona exclusiva cerca del bufete de abogados, en un terreno muy caro, con más de doscientos metros cuadrados de espacio meticulosamente decorado, con todos los electrodomésticos necesarios y en el estilo acogedor que a ella le gustaba.
Luisa hizo una llamada a Mireya, la empleada de Residencial Las Palmas, pidiéndole que se deshiciera de todas sus pertenencias que quedaban en la villa.
Mireya, al celular, accedió verbalmente mientras echaba un vistazo furtivo al hombre sentado en el sofá.
Tras colgar, Mireya habló con precaución: -Presidente Andrés, la señorita Luisa me ha pedido que tire todas sus cosas…
El hombre, con voz cansada, respondió: -No tires nada, guardalo todo bien, y su habitación debe ser limpiada diariamente, ella volverá algún día.
-Entonces yo…- Mireya vaciló, sin saber cómo continuar.
Ella había sido contratada por Andrés para cocinar para Luisa, y ahora que Luisa no estaba, ¿ para quién cocinaría?
¿Iba a perder su empleo?
Andres guardó silencio por un momento antes de decir: -Ella se ha mudado a una nueva casa, y no sé si la comida del nuevo personal le gustará.
Quince minutos después.
Luisa recibió otra llamada de Mireya.
–Señorita Luisa, el presidente Andrés me ha despedido, ahora estoy desempleada, ¿necesita una cocinera en su casa?
Luisa se quedó atónita por un momento, pero pronto se recuperó,
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No era extraño que Andrés despidiera a la empleada, considerando que Luisa ya no estaba allí y Mireya había sido contratada originalmente para cocinar para ella.
Luisa siempre recordaba cómo Andrés se había esforzado en encontrar a alguien que cocinara a su gusto, incluso llegando a aprender de la empleada de la familia López.
El Andrés de antes realmente se preocupaba mucho por ella.
Luisa inicialmente quiso rechazar la oferta, pero al pensar en que Mireya se quedaría sin trabajo y sin ingresos, fue imposible para ella decir que no.
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