Catalina dejó a la persona en su casa sana y salva, y después de dar unas instrucciones a la niñera, se fue tranquila.
Luisa hablaba en la cama. Mireya acababa de ir a la cocina para preparar agua con miel cuando sonó el timbre.
Al abrir la puerta, Mireya se quedó un momento sorprendida. -Presidente Andrés, ¿cómo ha venido?
-¿Cómo está ella?
-La señorita Luisa está borracha. Estaba por prepararle agua con miel.
Andrés sacó unos billetes de su cartera. -Esta noche te vas a otro lado a dormir. Yo me quedo a cuidarla.
La niñera Mireya tomó el dinero. Está bien, Presidente Andrés. Espéreme un momento mientras recojo unas cuantas cosas.
La niñera se hizo a un lado para dejar entrar a Andrés.
El hombre, envuelto en un aire de alcohol y frío, entró en la casa. Su mirada recorrió el lugar, evaluando con indiferencia el apartamento.
Miguel había tratado bastante bien a Luisa; el apartamento estaba en buenas condiciones.
Mireya puso una taza de agua caliente en la mesa de la sala. —Presidente Andrés, por favor siéntese y descanse un momento. Estaré lista enseguida.
-¿Dónde está su habitación?
–
Mireya señaló hacia la dirección del dormitorio de Luisa. La habitación de la señorita Luisa es la primera a la izquierda.
Andrés no se tomó un momento para descansar y se dirigió directamente hacia la habitación de Luisa.
La puerta no estaba cerrada con llave; Andrés la abrió y entró justo cuando escuchaba a la chica
hablar en sueños.
Andrés, Andrés…
-¿Por qué no me quieres…? uuuh uuuh uuuh…
Escuchar esos sollozos rompió el corazón de Andrés.
Se acercó a la cama en pocos pasos.
Capitulo 224
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Luisa seguía murmurando entre sueños.
-Andrés es un cretino… no te quiero… aléjate…
El hombre bajó la mirada, sus pestañas temblaron. Extendió su mano para tocar suavemente el rostro de Luisa, secando sus lágrimas, con un tono suave. -Sí, soy un cretino.
La chica dormida pareció sentir la presencia de Andrés, y se movió instintivamente hacia él. Andi…
Las emociones de la soñadora eran cambiantes: un momento como un león enfurecido, maldiciendo y echanda a Andrés; al siguiente, como un gatito mimoso, frotando su rostro.
contra la mano de él.
-Andi, no te vayas, no me dejes, Luisita es buena…
El corazón de Andrés casi se derretía. Estoy aquí. No me iré.
—
El rostro de Andrés se suavizaba, el amor en sus ojos casi desbordaba, mientras sentía la calidez y la suavidad de la cara de la chica frotándose una y otra vez contra su mano.
Una sensación de felicidad largamente ausente inundaba su pecho, dulce, pero con un matiz amargo, como si le estuviera siendo robada al destino.
Se sentó al borde de la cama, mirando a Luisa con avidez, incapaz de saciarse con solo
contemplarla.
Mireya, después de recoger sus cosas, se preparaba para despedirse de Andrés. Pero al llegar a
la puerta y ver a través de la rendija aquella escena, decidió no interrumpir y se fue
silenciosamente.
Andrés no pudo resistirse y dejó caer un beso en la mejilla enrojecida de Luisa.
Fue un beso devoto, libre de cualquier deseo carnal.
La chica pareció responder al gesto, murmurando con un gemido, estirando su mano para
rodear el cuello de Andrés y murmurando: -Andi…
La entonación era juguetona y tierna.
La espalda de Andrés se tensó repentinamente; un cosquilleo recorrió todo su cuerpo.
Los besos de Andrés se sucedieron, desde el entrecejo de Luisa, pasando por sus mejillas, labios, hasta su clavícula.
Continuó descendiendo, besando la cavidad de su cuello.
Esa noche, Andrés se quedó.
Luisa estaba tan ebria que no recuperó la conciencia; él la llevó al baño y la bañó. Ella permaneció en un estado de embriaguez total.
Capitulo 224
Después del baño, la colocó suavemente de vuelta en la cama y la cubrió con una manta.
Luego se sentó en una silla, contemplando el rostro dormido de la chica, y toda su expresión
era ternura.
Al amanecer, se levantó, echó un último vistazo a la chica que dormía profundamente, y luego se marchó.
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