Capítulo 251
El obrero de la construcción, durante su descanso añadió sonriendo: -Señorita Luisa ¿usted y su novio abrieron juntos el despacho de abogados?
Luisa, que se sonrojaba sin control cuando se sentía incómoda, negó rápidamente con la
cabeza: -Pues déjame decirte que te equivocas, el solo es mi socio, no mi pareja.
El obrero, sintiéndose un poco avergonzado, se rascó la cabeza, Lo siento por la confusión, pensé que era tu novio, ustedes se ven muy bien juntos.
-Nada de eso.- Luisa negó de nuevo.
Francisco, que estaba de pie a su lado, no dijo nada y su expresión era algo distante.
Luisa lo miró discretamente y, al notar el sutil cambio en su expresión, dijo con un poco de dificultad: —Tampoco esperaba que el obrero se confundiera, lamento haberte causado
incomodidad.
Francisco sonrió y dijo en tono de broma: -¿Así que no quieres tener nada que ver conmigo?
Veo que te apresuraste a negarlo.
-¿Ah?– Luisa estaba un poco confundida. -No es eso, solo es que temo causarte problemas y también que puedas malinterpretar algo.
Francisco la miró con una sonrisa ambigua, —¿Temías que malinterpretara qué?
Luisa desvió la mirada y se mordió labios sin hablar.
Parecía que Francisco entendía lo que ella estaba pensando, con un tono jocoso dijo, —¿ Temías que pensara que te gusto?
Luisa se puso aún más tímida y vaciló antes de murmurar un “sí“.
Francisco la detalló con algo de diversión, -¿Acaso parezco alguien tan vanidoso?
-No es eso.- Luisa se apresuró a explicar, -Es solo que… antes escuché a Fernanda y Catalina decir que muchas chicas te gustan, y a todas las has rechazado. Pensé que quizás te molesta que las mujeres se sientan atraídas hacia ti, entonces temía que me malinterpretaras… y luego rechazaras ser mi socio. ¿Puedes entenderlo?
Francisco observó a Luisa explicándole seriamente y de repente se echó a reír.
Luisa: …
-¿De qué te ríes?
Francisco se echó a reír, luciendo muy atractivo, irradiando una sensación soleada.
Su atractivo era diferente al de Andrés.
El era impersonal y frío, alguien a quien solo se podía admirar desde lejos, siempre rechazando a los demás.
Francisco, por otro lado, era como el cálido sol de primavera, amable, cortés y elegante en su trato.
Francisco: -No, solo pensaba que era adorable ver cómo te esfuerzas en explicar que no sientes nada por mí.
-De hecho, no necesitas explicarlo, sé que no estás interesada en mí.
Luisa: -¿Cómo?
Él lo sabía desde hace mucho tiempo.
Estas eran palabras que Francisco se decía a sí mismo en silencio.
Estuvo a punto de dejar escapar esa pregunta.
¿Realmente no tienes ninguna impresión de mí?
Pensó por un momento y decidió contenerse.
Decirlo podría significar perder la oportunidad de trabajar juntos.
Después de mostrarle a Francisco las renovaciones de la oficina de abogados, justo coincidió con la hora de comer.
Francisco, con una sonrisa amable, preguntó: -¿Puedo invitarte? Mi socia.
Luisa respondió con naturalidad, -Claro.
Ella no pensaba en absoluto en el Día de San Valentín, solo tenía en mente el trabajo y planeaba hablar más sobre la sociedad después de haber comido, aprovechando para firmar el contrato.
Esta sería la primera comida formal entre Luisa y su socio, y pensando en hablar de negocios en la mesa, eligió un restaurante cercano de primera categoría.
Cuando Luisa y Francisco entraron al restaurante, Luisa, sin esperarlo, se encontró con un conocido.
Andrés, vestido con un traje negro, su atuendo de negocios no ocultaba su distinguida presencia y su rostro apuesto.
La mirada del hombre se detuvo en el rostro de Luisa durante unos segundos, luego se posó, sin mostrar emoción, en Francisco, quien se encontraba detrás de ella.