Capítulo 302
Así que, incluso después de enterarse por boca de los subordinados de Daniel de la verdadera razón por la que Andrés había roto con ella, de que la actriz con la que se le relacionó era en realidad su prima, de que ella ocupaba un lugar muy importante en su corazón e incluso de que él estuvo dispuesto a arriesgar la vida por salvarla, Luisa no mencionó nunca la posibilidad de
reconciliarse.
En todo esto ya no había marcha atrás.
Entre ellos, ya no había ninguna posibilidad.
Luisa pensaba que Andrés tenía muy claro ese hecho.
Sin embargo, parecía que él aún albergaba esperanzas absurdas e irreales.
De repente, Luisa sintió una punzada en el corazón.
La verdad era que a ella también le costaba demasiado aceptar ese desenlace.
Pero era un callejón sin salida.
Estaba atrapada, sufriendo física y mentalmente, sin poder hacer nada al respecto.
Es cierto que Andrés había salvado a Violeta.
Pero la realidad era que, si no fuera por Andrés, Violeta nunca habría sido secuestrada, ni habría corrido peligro.
Si no fuera por Andrés, ella tampoco se habría convertido en el blanco de la venganza de Daniel
contra él.
Al ver a Luisa cabizbaja y en absoluto silencio, a Andrés se le enrojecieron las comisuras de los ojos, la garganta se le llenó de amargura y dolor, el pecho le dolía hasta casi dejarlo sin aliento.
Después de un largo rato, Luisa escuchó su propia voz ronca: -Ya no hay vuelta atrás, Andrés, ya nunca más podremos estar juntos.
La presión en su muñeca se intensificó de golpe, para luego ir soltándose poco a poco.
Finalmente, Andrés soltó la mano de Luisa.
Los ojos de Andrés eran oscuros y brillantes, como un abismo sin fondo, y en su mirada se agitaban las emociones, capa tras capa, desbordando du intenso dolor.
Luisa no vio a Andrés.
No dijo nada más.
Capitulo 302
En cuanto Andrés le soltó la mano, ella huyó como si hubiese recibido una amnistía.
Bajo el viento frío.
El permaneció inmóvil, como una estatua.
Cabizbajo, una sola lágrima resbaló silenciosa de sus espesas pestañas.
Sin hacer ruido.
Sin que nadie la notara.
Era principios de la primavera, la hierba crecía por montón, los pájaros trinaban, todo volvía a la vida con energía. Los brotes aparecían en las ramas junto al camino, las flores del jardín florecían en competencia, la lluvia fina y el viento suave nutrían con esplendor la tierra, y todo prosperaba.
Pero el mundo de Andrés estaba muerto, desolado y en ruinas, reducido todo a blanco y negro.
Cuando Andrés se enteró de que Violeta tenía problemas psicológicos, contactó enseguida a la psicóloga más prestigiosa del mundo, e incluso tomó un vuelo esa misma noche para ir a buscarla personalmente.
Miguel, al saberlo, apenas esbozó una sonrisa sombría y sarcástica.
La doctora, tan pronto llegó a Puerto Bella y ajustó su horario al nuevo huso, fue directo a tratar a Violeta.
Cuando Andrés llevó a la médico a la casa de los González, Carla fue cortés aunque algo distante y le dijo ‘gracias‘, mientras que Miguel seguía siendo el mismo de siempre, ignorando por completo a Andrés.
El médico era muy profesional y contaba con amplia experiencia.
Tras una evaluación inicial, pronto propuso un plan de tratamiento, y además se ofreció de manera voluntaria a quedarse en la casa González para convivir con Violeta y tratarla día a día.
La doctora, una mujer de mediana edad con cabello rubio y ojos azules, dijo en inglés: -Para una niña pequeña, un entorno familiar favorece la recuperación, así que no recomiendo llevarla a un hospital o a un sanatorio. Lo mejor es tratarla en casa. Si no es una molestia, puedo quedarme en este lugar para atenderla.
Miguel respondió en un inglés fluido: -Por supuesto, no es ninguna molestia. Puede quedarse. Muchas gracias, doctora.
La doctora sonrió y respondió: -No hay de qué. Como médicos, también deseamos que se recupere lo antes posible.
Captulo 302
Andrés, al ver que todo estaba arreglado, dijo: -Entonces me retiro.
Miguel, con la misma actitud fría de siempre, actuó como si no lo hubiera escuchado, sin
mirarlo.
Fue Carla quien respondió: -Está bien, que te vaya bien.
Andrés miró a Luisa.
Su mirada estaba llena de afecto y nostalgia.
Pero Luisa bajó la vista, evitando así su mirada.
Andrés sintió un fuerte pinchazo en el corazón, desvió su mirada y se dio la vuelta
Luisa solo levantó la vista después de que él se dio la vuelta.
La figura que se encontraba de espaldas transmitía soledad y desolación.
A Luísa se le detuvo la respiración.
Los ojos se ensombrecieron, llenos de un profundo dolor.
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