Capitulo 319
Aunque Berta la habia invitado a cenar para agradecerle, Luisa no quiso presentarse con las manos vacias, así que compró un par de pasadores para el cabello.
A las niñas pequeñas les encantan esos pasadores rosados y brillantes.
-Abogada Luisa, déjame llevarte arriba. -dijo Berta sonriendo.
-Está bien vamos.
El salón privado estaba en el tercer piso, y Luisa subió con Berta en el ascensor.
Cuando se cerraron las puertas, Aída, sosteniendo alegre los pasadores en la mano, alzó el rostro y le
dijo a Berta: -Mamá, ayúdame a ponermelas.
-Ay, esta niña.
Berta sonrió con resignación, tomó los pasadores y se las colocó a Aída a ambos lados de la cabeza.
-Te quedan preciosos. -la elogió Luisa.
Berta comentó: -Muchísimas gracias, abogada Luisa.
-No hay de qué.
En cuestión de minutos, el ascensor llegó al tercer piso.
Berta condujo a Luisa directo hasta el salón privado.
Al abrir la puerta, Luisa se quedó sorprendida al ver quiénes estaban sentados adentro.
Había cuatro personas
sentadas.
Francisco se puso de pie para saludarla con una agradable sonrisa: -Buenas noches, socia.
Berta bromeó con una sonrisa: -¿Por qué tan formal? Ya hay mucha confianza, suena mucho más lindo
decir Luisita. 1
Dicho esto, Berta se gíró hacia Luisa y le dijo: -Francisco estaba haciendo unas gestiones cerca, y como aún no había cenado, lo invité a unirse. Abogada Luisa, ¿no te molesta, verdad?
Luisa lo negó.–No me molesta.
Además de Francisco, en la sala había una pareja de ancianos de rostro amable y un hombre de mediana edad con traje y aire distinguido.
-Señorita Luisa, mucho gusto. Soy Mario, el padre de Aída, Lé agradezco muchísimo que nos haya ayudado a encontrarla cuando se perdió. -Dijo el hombre de mediana edad, levantándose respetuoso para saludarla./
Luisa comprendió.
Así que él era el esposo de Berta, el padre de Aída, y por tanto, el tío político de Francisco.
Luisa respondió cortesmente Mucho gusto, señor Mario.
Después de que Mario hablara, la anciana dijo con el rostro lleno de gratitud Abogada Luisa, de verded le agradecemos en el alma lo que hizo esta vez. Si no fuera por usted, puede que Alda hubiera sido raptada por unos traficantes.
Por la edad, esta anciana debía de ser la abuela materna de Francisco.
Luisa respondió con agrado: -No tiene por qué agradecerme, señora. Fué un pequeño gesto.
-Abogada Luisa, no se quede de pie. Siéntese, por favor. -Dijo el abuelo de Francisco con una sonrisa
amable.
-Clarò. -Luisa retiró una silla y de inmediato se sentó.
La mesa del salón privado era grande, para diez personas.
Contando a Aída, en total había siete personas en la sala.
Por lo tanto quedaban tres asientos vacíos.
Luisa estaba sentada en un lugar con ambos lados vacíos.
Enseguida Berta le hizo una señal a Francisco con los ojos, indicándole que se moviera para sentarse al
lado de Luisa.
Francisco negó con un gesto de leve resignación.
Luisa notó el ambiente algo extraño entre ellos y giró levemente la cabeza para preguntar: -¿Qué pasa, abogado Francisco?
Entre ellos, los abogados estaban acostumbrados a llamarse así.
Francisco se ajustó un poco las gafas, manteniendo el semblante tranquilo, y respondió: -Nada, lo que pasa es que mi tía Berta piensa que si nos sentamos juntos será más fácil hablar de trabajo, y yo también lo creo así. No sé si a usted le incomoda abogada Luisa.
Luisa sonrió y dijo: -Con un socio tan responsable como el abogado Francisco, ¿cómo podría
molestarme? Estoy encantada. Justo quería comentarte algunas cosas sobre el caso de BioFutura.
Francisco se levantó y fue a paso largo a sentarse junto a Luisa.–Perfecto, lo hablamos con calma.
Berta, al lado, no dejaba de sonreír, Al ver a Francisco y Luisa sentados juntos, sus ojos se llenaron de
alegría, y murmuró en voz baja: -Qué bonita pareja hacen, de verdad.