Capítulo 346
Andrés regresó a Puerto Bella una semana después.
El viento de finales de abril en Puerto Bella traía consigo un calor suave.
Andrés vestía una camisa negra y pantalones de vestir, con hombros anchos, cintura estrecha y una figura erguida. Su rostro, de rasgos hermosos, mostraba cierta frialdad distante, y en su mirada se reflejaba una oscuridad profunda como un mar tenebroso.
Sin embargo, toda esa frialdad en sus ojos se desvaneció en el instante en que vio a Luisa, reemplazada por una ternura profunda y afectuosa.
Luisa, al ver a Andrés, pensó que solo venía a ‘inspeccionar‘ el trabajo como de costumbre, así que lo saludó: -Jefe Andrés, buenos días.
Andrés echó un vistazo a un rostro nuevo dentro de la oficina, pero enseguida retiró la mirada con indiferencia y le extendió una caja: -Luisita, ábrela y mira.
Allí estaba la foto de Rosa, una guardaespaldas personal que Miguel había contratado para -Luisa. De origen chino.
Rosa llevaba el cabello corto hasta las orejas. Su piel era de un tono canela, lo que le daba un aire salvaje y saludable. Medía un metro ochenta, tenía una complexión media, ni gorda ni delgada; todo en su cuerpo era músculo trabajado, lo que transmitía una intensa sensación de seguridad.
Luisa dispuso que Rosa trabajara entonces en el bufete como su asistente personal, encargándose de tareas ajenas a lo jurídico. El salario correspondía al de una guardaespaldas: trescientos mil dólares al mes, pagados desde la cuenta de Miguel.
Rosa empezó a trabajar en el despacho hace cinco días. No solo empezó a trabajar allí, sino que también se mudó para vivir con Luisa. En los últimos días, adonde fuera Luisa, ella la seguía, compartiendo cada día comida y techo.
Luisa echó un vistazo a la caja en manos de Andrés: ¿Qué es eso?
-Es solo un regalito que te traje.
Luisa desvió la mirada y volvió a concentrarse en el teclado del ordenador, tecleando sin expresión alguna. Respondió con frialdad: No hace falta.
-¿Ni siquiera lo vas a mirar antes de rechazarlo?
Andrés se acercó a Luisa, abrió la cafa y sacó el contenido: una bufanda de sec
uy hermosa.
Luisa no pudo evitar mirarla dos veces. Había que admitir que Andrés tenía buen gusto: realmente le gustaba esa bufanda.
Andrés, atento, captó al instante el brillo de agrado en los ojos de Luisa y sonrió levemente: —
Capitulo 346
He visto que a muchas chicas les gustan las bufandas de esta marca. Es una marca local de Solévia y solo se puede conseguir aquí. Muchas chicas que viajan a Solévia compran una bufanda
como esta para llevar de recuerdo. En cuanto vi esta, sentí que te gustaría.
Luisa, sin previo aviso, soltó: ¿El jefe Andrés conoce tan bien los gustos de las chicas?
Andrés respondió rápidamente: -Me la recomendó Rocío.
-¿Ah, sí? -dijo Luisa con frialdad. Es muy bonita, pero no la voy a aceptar. ¿No sería más apropiado que se la regalaras a Rocío?
Al oír eso, Andrés soltó una leve risa. En un instante, el hielo en su mirada se derritió por completo, y sus ojos, brillando como cristal, se posaron en Luisa con una luz cálida y risueña.
-¿Estás acaso celosa?
Su voz llevaba una clara nota de burla divertida, lo cual provocó en Luísa un leve fastidio.
Luisa bajo la voz con frialdad: -Claro que no.
Andrés la miró fijamente, su mirada profunda y llena de ternura. Con una voz paciente y alegre, explicó: -El abuelo de Rocío y mi abuela materna eran hermanos. Por parentesco, debería llamarla prima. Otro día se las presento.
Luisa resopló con desdén: -Lo siento, no me interesa. No tiene nada que ver conmigo.
Andrés, con sus rasgos marcados y elegantes, esbozó una leve sonrisa en su rostro impecable, y con voz suave la apaciguó: -Está bien, está bien, no las presentaré. Luisita, sigue con lo tuyo.
Dicho esto, volvió a colocar la bufanda dentro de la caja y la dejó con cuidado sobre el escritorio de Luisa: -Quédate con la bufanda.
Andrés se marchó.
La delicada caja blanca quedó sobre el escritorio de Luisa.
Cuando terminó el trabajo pendiente, Luisa desvió là vista hacia la caja. Su mirada se detuvo unos segundos y luego suspiró en silencio.
Después del trabajo, Luisa salió a cenar con Lucía, Mónica y Rosa.
Cada vez que Mónica veía a Rosa, no podía evitar exclamar: —¡Qué guapa! ¡De verdad, es increíblemente atractiva! ¡Con ese rostro, hasta en el mundo de los hombres destacarías entre los mejores!
Lucía’miró a Mónica con expresión de alarma fingida: –Abogada Mónica, si usted sigue comportándose de esa manera, yo voy a empezar a dudar de tu orientación sexual.
Captulo 347
Capítulo 347