Capítulo 360
La luz cala desde lo alto.
Daniel observó fijamente a Andrés, con la mirada fría.
Qué curioso, ¿cómo es que el señor Andrés venta a un lugar tan lúgubre como la prisión?
Daniel tenía vendajes en la cabeza y en los brazos. El día en que intentó asesinar a Andrés con la determinación de morir juntos, había resultado gravemente herido.
Desde que el traidor del lado de Andrés comenzó contactarlo, él ya sabía que no tenía ninguna oportunidad.
El mandato de Samuel había terminado, y el pueblo ya estaba descontento con él. Desde la perspectiva de la situación política, era casi imposible que Samuel fuera reelegido como primer ministro de ese lugar.
Una vez que Silvia asumiera el cargo, sin duda alguna se uniría a múltiples fuerzas para
eliminarlo.
Después de recibir nefasta la noticia, Daniel había comenzado a planear su falsa muerte y huyó en secreto a España con la intención de morir junto a Andrés.
Jaime lo persuadía para que siguiera viviendo, que cambiara su nombre y viviera el resto de su
vida con otra identidad.
Daniel soltó una ligera risa, con la mirada desdeñosa. -¿Crees que soy alguien cobarde?
-Ya que Andrés quería que yo muriera… – Daniel entrecerró los ojos, con un destello helado en la mirada, entonces haría que muriera conmigo.
La única razón por la que el poder de Daniel se había expandido tan rápidamente en esos años fue gracias al fuerte respaldo de Samuel.
Durante todos esos años, Daniel siempre había estado involucrado en negocios ilegales y actividades criminales. La gente decía que las formas más lucrativas de hacer dinero estaban escritas en el código penal, y Daniel lo había demostrado a plenitud.
Antes de que Samuel dejara el cargo, los enfrentamientos entre Andrés y Daniel siempre eran obstaculizados por él.
Por muy grande que fuera el poder de Andrés en Puerto Bella, no podía oponerse de forma abierta al primer ministro de Solévia, Samuel.
Mucho menos haría algo tan absurdo como mandar a asesinarlo en secreto…
De hecho, desde que Daniel regresó al país el año anterior, Andrés ya había estado apoyando en secreto a Silvia para que asumiera el cargo.
Precisamente porque Daniel descubrió esto, fue que, enloquecido, mandó a sus hombres a Intentar asesinar a Andrés de forma descarada en Bolévia.
¿Qué pasa? Déjame adivinar, ¿Victor sufrió una recaída?– Los ojos de Daniel brillában ansiosos, y una sonrisa se dibujó en sus labios.
El rostro de Andrés permaneció sereno. Sus ojos sombríos se posaron un instante sobre Daniel, y con una voz helada que surgió desde su garganta, dijo: -Fuiste tú quien le ordenó a Valentina que lo envenenara. ¿No es así?
Su tono era firme, no era una pregunta.
Daniel alzó levemente el rabillo del ojo. Con una mirada sonriente y un tono bastante descarado, respondió: -¿Ah, sí? Pero no lo recuerdo.
Andrés tampoco se enfadó. Lentamente sacó una foto del sobre de documentos. -¿Aún recuerdas este lugar?
Le acercó cauteloso la foto a Daniel.
El hombre, que hasta hacía un segundo sonreía con aire desafiante, de inmediato cambió su expresión. Con los dientes fruncidos, gritó: -¡Andrés!
Esa simple palabra contenía una furia desbordante por parte de Daniel.
Andrés respondió con calma: -Aquí estoy.
de
-¿Qué le hiciste a la tumba de mi madre?— Los ojos de Daniel estaban enardecidos, las venas de su frente se marcaron con furia.
Andrés sonrió. —Pensé que no tenías corazón. Resulta que sí hay cosas que te importan.
-¡Habla maldita sea! ¿Qué le hiciste a la tumba de mi madre?– Daniel ya estaba al borde de la
ira.
-No mucho. Es sólo que ese día hacía buen clima, así que invité a tu madre a tomar el sol.— La voz de Andrés era fría, por cierto su tono muy tranquilo. -Un cementerio tan grande… pensé realmente la habías enterrado ahí. Pero cuando la desenterramos, descubrimos que no
que había ningún cuerpo.
Su tono ligero era como si hablara de lo que cenaria esa noche, era algo indiferente.
Daniel estalló en furia al instante.
Se levantó de golpe y se lanzó enloquecido hacia Andrés.
Los guardias de ambos lados lo sujetaron con fuerza.
—¡Andrés! ¡Te voy a matar!– gritó Daniel con furia, los ojos completamente enrojecidos.
Andrés aplaudió calmado, y Jorge entró. En sus manos llevaba esa urna negra.
-Señor Andrés, dijo Jorge en voz baja.
-Hmm.
Al ver esa urna tan familiar, Daniel enloqueció por completo.
Gritó enloquecido con un chillido agudo y furioso, mirando a Andrés con un odio tan profundo que parecía que quería devorarlo vivo.
-Te daré una última oportunidad.- Andrés se sentó con aire bastante relajado frente a Daniel, con las piernas largas cruzadas de forma despreocupada.
-Dime la verdad sobre el envenenamiento de Víctor y dejaré los restos de tu madre en una urna intacta.
-¡Andrés maldito! ¡Te voy a matar!– Daniel se debatía con todas sus fuerzas, intentando por todos los medios lanzarse sobre Andrés para morderlo.
Andrés sonrió y se puso de pie lentamente. De pronto, levantó con fuerza la pierna y le dio una fuerte patada en el abdomen a Daniel.
Aunque Daniel tenía el abdomen fuerte y musculoso, Andrés había usado el noventa por ciento de su fuerza. Incluso con resistencia, seguro le había causado daño interno.
Daniel cerró la boca, pero no gritó de dolor. Sólo hizo cara de dolor.
-¿Ya lo pensaste bien?– En las cejas y ojos de Andrés ya se notaba cierta impaciencia.
Después de un largo rato, Daniel miró con frialdad a Andrés y dijo: -Sí, fui yo quien ordenó a Valentina envenenar a Víctor.
-Valentina no quería al principio. Dijo que sólo lo haría si yo dejaba que Luisa muriera.
Los ojos de Andrés se ensombrecieron, y el color desapareció de su rostro.
Resultó que el ataque contra Luisa no fue sólo para hacerlo sufrir.
Era parte de un miserable trato entre él y Valentina.
Al ver el rostro lleno de dolor de Andrés, Daniel empezó a reír. Ja,ja,ja,ja,ja, no te lo esperabas, ¿verdad, Andrés? Esa hermanita que tanto cuidaste desde pequeño no sólo te amaba, ¡también quería que muriera la mujer que tú amabas! Ja,ja,ja, qué patético.
Andrés bajó las pestañas, con los ojos llenos de sombras.
Después de unos minutos, levantó lentamente la mirada y fijó los ojos en Daniel. Su voz fue tan aterradora que provocaba escalofríos: -Muy bien.
Al instante, le hizo una seña a Jorge con los ojos.
Capitulo 300
Jorge entendió, y con fuerza lanzó la urna al suelo
-¡No! Daniel rugió con rabia, los ojos casi se le salían de las órbitas.
La urna se rompió, y las cenizas en su interior se esparcieron.
Los ojos de Daniel se enardecieron, y sus facciones se retorcieron de furia.
Andrés se paró despectivo frente a Daniel, mirándolo desde arriba, y por primera vez sintió un poco de satisfacción por su venganza.
Luego, Andrés ordenó a Jorge que trajera una escoba para limpiar.
Daniel miró impotente cómo las cenizas de Basilia eran barridas como si nada hacia un bote de basura. [1