Capítulo 37
Ella ya no tenía la sonrisa de antes en su rostro. Sus ojos estaban fríos, y con voz tranquila respondió: -Mm, está bien.
Luisa no prestó demasiada atención al cambio de actitud de Valentina.
No se conocían mucho, así que esa actitud era, de alguna manera, más cómoda que una cercanía forzada.
Luisa comenzó a explicarle a Valentina los conceptos básicos: -Para un principiante, la postura es muy importante. Después de montar, siéntate correctamente sobre la silla de montar, mantén la espalda recta.
-Prueba con las riendas -dijo Luisa mientras soltaba las riendas, permitiendo que Valentina
las tomara.
-Ahora, para hacer que el caballo avance, debes tener cuidado de no jalar las riendas con demasiada fuerza. No tires hacia atrás, debes aflojar la tensión de las riendas para aliviar la presión sobre el caballo, y así comenzará a caminar lentamente hacia adelante.
Valentina hizo lo que Luisa le dijo, solo sosteniendo las riendas, sin tirar hacia atrás.
Relámpago caminaba lentamente hacia adelante, muy obediente.
Luisa, con voz suave, dijo: -Se llama Relámpago, es muy tranquilo, no tienes que tener miedo
de él.
-¿De veras? -La voz de Valentina no tenía mucha calidez, y sus palabras sonaban algo extrañas.
Luisa respondió: -No te preocupes, estoy aquí contigo, no pasará nada.
Valentina esbozó una sonrisa, que no decía mucho, y dijo con tono ambiguo: -Bueno, entonces muchas gracias.
Luisa continuó explicando: -Si quieres que el caballo acelere, puedes probar presionando ligeramente con tus piernas en los costados del caballo, darle algo de presión. Esto se llama presión de las piernas, y el caballo sabrá que debe acelerar.
-Por lo general, cuanto mayor es la presión de las piernas, más rápido corre el caballo.
-Cuando el caballo comience a galopar, debes liberar la presión de las piernas
inmediatamente.
Tras esto, Luisa preguntó amablemente: -¿Lo entiendes?
Valentina respondió: —Sí.
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Mientras conversaban, las dos se habían alejado considerablemente del lugar donde estaban.
Valentina miró hacia atrás, y ya no veía la figura de Andrés.
Luisa seguía dándole explicaciones sobre equitación.
Pero Valentina estaba distraída.
En su mano derecha, que sostenía las riendas, apretaba un broche.
Lo había sacado deliberadamente y lo escondió en su mano.
Luisa no lo notó y le preguntó: -Después de tanto tiempo, ¿qué opinas? ¿No está bastante bien montar a caballo?
Valentina, sin mucha emoción, respondió: -Mm, está bastante bien.
-Hoy hace buen clima —comentó Luisa, mirando el atardecer distante con nostalgia.
Era tarde, y el sol se ponía de manera impresionante. El cielo estaba lleno de nubes rojizas, y la brisa fresca soplaba sobre el campo.
Luisa caminaba con satisfacción, disfrutando del hermoso paisaje.
Tras un rato, Luisa dijo: -Creo que ya es suficiente, ¿te parece si volvemos?
Valentina sonrió de manera significativa.
Luisa no entendió bien esa sonrisa.
Y fue en ese momento cuando ocurrió lo inesperado.
El pequeño caballo, de repente, comenzó a correr descontrolado hacia adelante.
Valentina, sosteniendo las riendas, gritaba aterrada desde el lomo del caballo.
-¡Ahh! ¡Ayuda! ¡Ayuda!
Luisa, al ver la escena, quedó completamente sorprendida.
¿Qué estaba pasando?
¿Cómo es posible que Relámpago, que estaba tan tranquilo, de repente perdiera el control?
Todo ocurrió demasiado rápido, en cuestión de segundos, y Luisa ni siquiera tuvo tiempo de sujetar las riendas del caballo.
Su mente quedó en blanco por un momento.
Cuando reaccionó, inmediatamente llamó al servicio de emergencia del rancho.
Después de que Valentina fue arrastrada por el caballo durante un trecho, cayó al suelo y rodó a
Capitulo 37
una gran distancia.
El caballo seguía corriendo desbocado, sin control.
El equipo de rescate llegó rápidamente y levantó a Valentina en una camilla.
Andrés y los demás seguían al equipo de rescate, corriendo apresurados para ver qué había
sucedido.
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Al ver que Valentina estaba herida, Andrés frunció el ceño y miró a Luisa con una expresión
grave.
Luisa lo miró con la misma expresión vacía, sin comprender nada.