Capítulo 52
Cuando Mariana vio que el cuchillo del criminal se dirigía hacia ella, rápidamente agarró a la persona más cercana y la empujó al frente para protegerse.
Lucía, a quien había tomado, estaba pálida, temblando como una hoja, con los ojos llenos de lágrimas debido al miedo y la tensión.
El criminal, con su cuchillo en la mano, intentó apuñalar a Lucía.
Lucía cerró los ojos de golpe, resignada, dejando de resistirse y aceptando su final.
Sin embargo, el dolor que había anticipado no llegó.
Se oyó un fuerte suspiro colectivo de la gente que observaba atónita.
Lucía, temblando, abrió los ojos, completamente sorprendida por lo que vio.
Luisa, sin arma alguna, estaba como una leona luchando cuerpo a cuerpo con el criminal.
El tipo, armado con un cuchillo y fuera de sí, no tenía ningún tipo de técnica de combate. De manera desenfrenada, blandió el cuchillo, atacando sin ningún control. Luisa esquivaba con agilidad los ataques letales del tipo, pero aún así terminó con un corte en el brazo.
La sangre comenzó a salir de su herida, tiñendo de rojo su camisa blanca.
El criminal gritó enfurecido: -¡Te voy a matar, hija de puta!-y corrió hacia Luisa con el
cuchillo levantado.
Luisa, aguantando el dolor, se apartó del filo del cuchillo, luego se lanzó como fiera hacia el criminal, agarro su muñeca con fuerza y le torció el brazo.
El sonido de un “crack” y el grito agudo de dolor del tipo sonaron al mismo tiempo.
El criminal, gritando de dolor, soltó el cuchillo, que cayó al suelo.
Luisa, con un rápido movimiento, pateó el cuchillo lejos, mientras un compañero aprovechó el momento para agacharse y recogerlo.
Sin el peligro de la cuchillada, el miserable criminal ya no era rival para Luisa.
Primero, le propinó una serie de puñetazos al criminal, quien gritaba de dolor. Luego, con un inesperado giro, le dio una patada brutal en la cabeza.
El tipo quedó aturdido, dando tumbos sin encontrar su equilibrio. Antes de que pudiera reaccionar, Luisa le lanzó una serie de patadas y una llave magistral que lo derribó con violencia al suelo.
Los gritos emocionados de asombro comenzaron a resonar por toda la sala.
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Todos estaban estupefactos.
Nadie había imaginado que la abogada Luisa, que se veía tan tranquilita y reservada, fuera tan feroz en una pelea.
Una vez que Luisa logró inmovilizar al criminal, las ambulancias y la policía por fin llegaron al lugar.
Después de que se llevaron al criminal, también trasladaron a Tomás, quien yacía en un completo un charco de sangre.
Finalmente, la gente emocionada se atrevió a acercarse a Luisa para hablar con ella.
Los empleados de la firma, que acababan de presenciar a un compañero ser apuñalado, no sentían alivio por sobrevivir, sino solo miedo y angustia aterradores.
El rostro de Lucía estaba marcado por las lágrimas, y su voz temblaba mientras balbuceaba: Abogada Luisa, yo… pensé que en ese momento iba a morir… fue horrible, si no fuera por ti, ahora mismo yo ya estaría muerta. Mil gracias, abogada Luisa.
Isabella, también visiblemente afectada, palidecía mientras decía aterrada: -En diez años de carrera, nunca había vivido algo tan terrible como esto. Ser abogado realmente es una profesión de alto riesgo.
El miedo aún no se había disipado del rostro de Mariana.–Supervisora Isabella, ¿El abogado Tomás… estará bien…?
Isabella respondió en tono firme: -El abogado Tomás estará bien.
Algunos compañeros de trabajo, al recobrar el aliento, comenzaron a alabar a Luisa por su destreza y valentía.
-¡Abogada Luisa, no sabía que tenías esa extraordinaria habilidad! ¡Me dejaste boquiabierto, eres increíble!
-¡Sí, sí! Abogada Luisa, gracias por salvarnos a todos.
-Abogada Luisa, mi mayor error fue pensar que eras tímida.
Frente a los elogios de sus compañeros, Luisa no dijo nada al respecto.
Con una expresión seria, se acercó a Mariana.—¿Mariana, intentaste usar a Lucía como escudo humano para protegerte del cuchillo?
Mariana, incómoda por lo sucedido, no se atrevió a mirarla a los ojos y tartamudeó: -Yo… lo que pasa es que fue una… una acción de emergencia…
Los compañeros de la oficina acababan de presenciar cómo Mariana, en un momento de peligro, tomó a Lucía para protegerse de la cuchillada.
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Ahora, al escucharla decir eso, todos, sin excepción, le lanzan miradas de desprecio.
Mariana se sintió frustrada; si no hubiera tomado a alguien para protegerse, quien tal vez habría muerto habría sido ella.
Al final, la gente es egoísta por naturaleza.
-¿Una acción de emergencia?-La voz de Luisa sonó fría y sin emoción alguna.–Qué irónico que seas abogada y no sepas que la vida de las personas no debe ser puesta en peligro bajo ninguna circunstancia como si fuera un “riesgo” en una emergencia.
Este tipo de conocimiento básico sobre la vida humana debería ser algo que cualquier estudiante de derecho conoce a la perfección.
Mariana, en realidad, solo estaba buscando excusas.
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