Capítulo 55
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Eso sí que es una buena idea.
Una jovencita de veinte años, conquistarla sería mucho más fácil que conquistar a Fernando.
–Presidente Carlos, ¿regresamos al hotel?-preguntó el conductor.
Carlos pensó por un momento y le dijo al conductor: -Estaciona frente al centro comercial de
allá adelante.
Carolina pensó por un instante entusiasmada que Carlos quería ir de compras y, sonriendo, le dijo: -Carlos, ¿si vas a comprarle un regalo a la prima del presidente Fernando? Yo te acompaño, la prima del presidente Fernando tiene más o menos mi edad, sé lo que le gusta a las mujeres de esa edad.
Mientras hablaba, el auto ya había estacionado frente al centro comercial.
Carlos, con voz tranquila, dijo: -Baja.
Carolina obedeció, abrió la puerta y bajó del auto.
-Tú también bájate con ella.-Carlos le dijo al asistente del asiento delantero.
-¿Eh?-El asistente se quedó paralizado por un momento y apresurado abrió la puerta.—Oh, sí, presidente Carlos.
Carolina, al bajar, se quedó esperando junto al auto a que Carlos bajara con ella.
Sin embargo, Carlos no bajó como ella pensaba.
La puerta del auto se cerró y el Maybach negro arrancó a toda velocidad, alejándose.
La sonrisa de Carolina se congeló y se quedó en el mismo lugar, mirando cómo el auto se iba.
¿Qué quería decir eso, Carlos?
¿La dejó aquí?
El asistente de Carlos se quedó mirándola de manera algo incómoda.
Con algo de vergüenza, el asistente forzó una sonrisa.–Señorita Carolina, el presidente Carlos debe tener sus propios planes, entonces, bueno, yo me voy, hasta luego.
Carolina, furiosa, dio un paso hacia atrás y sacó su celular para llamarlo.
Dentro del auto.
El celular vibró.
Carlos no hizo caso y, molesto, se frotó las sienes, dejando que el celular siguiera allí vibrando.
Un rato después le dijo al conductor: -Ve a Villa La Serena, frente a la Universidad del Valle de la Esperanza.
-Si, presidente Carlos, enseguida lo haré.
Villa La Serena era el barrio donde vivía Luisa.
Cuando el auto se detuvo, Carlos vio al tipo seguir a Luisa entrando en el complejo residencial.
Carlos bajó rápidamente del auto para alcanzarlos, pero fue detenido por el guardia de seguridad.
-Señor, por favor, pase por el reconocimiento facial.
Carlos, improvisando, respondió: —Acabo de mudarme, aún no he registrado mi rostro, déjame entrar, ¿por favor? mañana buscaré tiempo para registrarlo.
El guardia, con una expresión seria, contestó: -Hágame el favor, muéstrame tu documento de identidad y dime el número de edificio y apartamento, para que pueda verificar.
Viendo que no podía engañarlo, Carlos decidió intentar entrar por la fuerza.
Pero el guardia no era ningún tonto, y al ver que Carlos intentaba entrar a la fuerza, lo sujetó con firmeza y no lo dejó pasar.—Si sigues así, voy a llamar a la policía.
—¡Déjame entrar!—Carlos gritó, con las venas del cuello marcadas y los ojos enardecidos.
¡Ese tipo ya estaba en la casa de Luisa!
¿Y qué van a hacer?
¿Ya se acostaron juntos?
La imagen de esa escena invadió su mente de manera incontrolable.
Carlos estaba siendo consumido en ese instante por la locura.
Cada vez que pensaba en Luisa con ese hombre, ese pensamiento le hacía hervir la sangre.
Tres años de noviazgo, y él aún no había tenido la oportunidad de probarla, ¿y ahora ese hombre se aprovechaba de ella?
—¡Déjame pasar! —Carlos gritó y le dio un golpe al guardia en la cara.
El guardia, viendo cómo se ponía la situación, apresurado sacó su radio y pidió ayuda.
Mientras Carlos y el guardia peleaban, Luisa y Andrés ya habían entrado en el edificio sin notar lo que sucedía atrás.
Capitulo 55
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Carlos
y el guardia se estaban peleando como dos perros furiosos en la entrada del complejo.
Al llegar refuerzos, el guardia logró someter a Carlos, quien, aunque luchó, fue derribado por
los otros dos.
Finalmente, la policía llegó y se lo llevó.