Capítulo 56
En el apartamento, Andrés, muy juicioso con un delantal, cocinaba personalmente para Luisa.
Luisa se apoyó en el marco de la puerta de la cocina, con los brazos cruzados, observándolo tranquilamente.
—No me esperaba que el señor Andrés también supiera cocinar,
Andrés, con paciencia, lavó las verduras.–¿No me preguntaste la última vez de dónde compré la comida que te llevé?
Se dio vuelta y le sonrió a Luisa.–La preparé yo mismo.
Luisa, sorprendida, exclamó: -¿La hiciste tú mismo? ¿Por qué sabe igual que lo que cocinaba
mi mamá?
Andrés sonrió con agrado.–Cuando fui a tu casa a comer, fui aprendiendo.
Luisa se mostró escéptica.–No puede ser, si apenas había ido unas pocas veces, ¿cómo pudiste aprender tan rápido?
La primera vez que lo vio fue poco después de su décimo cumpleaños.
Su madre había fallecido cuando Luisa cumplió doce años.
Durante casi dos años, Andrés había ido a su casa a comer menos de cinco veces, ¿cómo podría haber aprendido a cocinar tan bien como lo hacía su madre?
-No te creo.–Luisa lo miró con cierta desconfianza.
Andrés cortó los espárragos en pequeños trozos y comenzó a marinar el filete.
-¿No te dije que te iba a llevar a un lugar? Ese día no pudimos ir porque te lastimaste, pero
mañana te llevaré.
Luísa respondió: -¿Eso tiene que ver con la comida?
-Sí, tiene que ver.
-Está bien acepto.
Poco después, Andrés terminó de preparar dos platos y una sopa.
Filete a la plancha con espárragos, sopa y estofado.
Luisa, que por lo general cenaba poco o a veces ni comía, en el día.
Debido a que Andrés había cocinado especialmente para ella y los platos coincidían con su