Capitulo 57
2/3
Luisa sonrió y se subió al asiento del copiloto.
-¿A dónde vamos?-preguntó respetuoso mientras se ponía el cinturón.
-Ya lo verás.
Ese día, Andrés no llevaba chofer, él mismo estaba conduciendo.
El Rolls–Royce atravesó el bullicioso centro de la ciudad y se dirigió hacia las afueras, con los altos edificios quedando cada vez más lejos, hasta desaparecer por completo.
Puerto Bella era una hermosa zona de llanuras, y el paisaje después de salir de la ciudad era espectacular, con un cielo despejado de un azul cristalino y un mar de campos de arroz dorados, con algunos campesinos dispersos concentrados recogiendo la cosecha.
Ocasionalmente pasaban por pequeñas casas rurales, donde los árboles frutales frente a las viviendas ya habían perdido todas sus hojas, dejando solo ramas desnudas.
Luisa bajó un poco la ventana y dejó que el viento fresco entrara, llevando consigo un suave aroma a flor de osmanthus que le resultaba muy refrescante.
-Mm, qué agradable era todo esto—dijo Luisa, cerrando los ojos y respirando profundo para disfrutar del aroma en el aire.
Andrés estaba concentrado en el volante.–Ya casi llegamos.
El auto continuó por unos 20 minutos más por una carretera estrecha y sinuosa de cemento en el campo, hasta que por fin se detuvo frente a una casa de tres pisos construida por los propietarios.
–Hemos llegado,—dijo Andrés al apagar el motor, girando cuidadoso la cabeza para mirarla.
Luisa tenía una expresión de sorpresa.—¿Dónde estamos?
Andrés frunció los labios en una línea recta, y sonriendo dijo: -Bájate y lo verás.
Al bajar del auto, el dueño de la casa se acercó rápidamente.
El hombre al comienzo mostró una expresión de confusión, pero al ver a Andrés, se
sorprendió, y luego caminó hacia él sonriendo.–¡Presidente Andrés, qué sorpresa verlo por aquí!
Dicho esto, el tipo le ofreció un cigarro.
Luisa vio la caja de cigarrillos: La Cruz.
Luisa no fumaba, pero a menudo veía esa marca en los estantes de los kioscos y
supermercados, costando unos pocos dólares por caja.
Capitulo $7
3/3
Vio al hombre elegante y distinguido junto a ella aceptar con agrado el cigarro, mientras el hombre, que parecía tener más de 40 años y tenía la piel morena, ya le había encendido el cigarro a Andrés.
El hombre, algo avergonzado, dijo: -Perdón, presidente Andrés, no sabía que usted vendría hoy, no tenemos cigarrillos de mejor calidad, solo hay estos.
Luisa lo encontró algo curioso y observó a Andrés con interés.
¿Realmente fumaba cigarrillos tan baratos?
Por la reacción del desconocido, parecía que Andrés venía con frecuencia a este lugar.
-¿Y esta es…?–El hombre miró a Luisa.
-Señorita Luisa,-respondió Andrés con voz suave.
Él mostró sorpresa.—¡Señorita Luisa, qué gusto verla!
-¡Mamá! ¡Mamá, la señorita Luisa ha llegado! —gritó el tipo con entusiasmo hacia la casa.
Luisa inclinó un poco la cabeza y miró a Andrés, con expresión de desconcierto.
¿Acaso esta familia la conocía?
