Capítulo 63
Luisa tomó una copa de champán con calma, la sorbió suavemente y la dejó en la mesa.
-¿Tienes pruebas?-dijo Luisa, mirando con desprecio a Carolina.
Carolina soltó una risa despectiva.–¿Pruebas? ¡Claro! Las pruebas están en tu bolso, solo tienes que revisarlo y lo verás.
En ese preciso momento, las personas que estaban cerca comenzaron a rodearlos, observando
con curiosidad.
Luisa nunca había asistido a una fiesta tan aburrida. Fuera de algunos amigos cercanos y unos señores de la familia González con los que su familia mantenía una relación frecuente, en la alta sociedad de Puerto Bella pocas personas la conocían.
El propósito de Fernando al organizar esta fiesta era integrarla de manera oficial al círculo
social de la élite de Puerto Bella.
Viendo que el número de espectadores aumentaba cada vez más, Carolina dejó entrever una sonrisa triunfante en sus ojos.—¡Vamos, que se pronuncien! Esta señorita ha robado mi pulsera y aún no lo admite.
Sofía, de pie a un lado, no pudo evitar en ese instante avivar el fuego. —¡Ajá! Hace un rato decía que no robaba ni hurtaba, y mira, ya ha robado algo. ¿Qué les parece? Solo es una pulsera, si realmente la querías, Carolina también podría habértela regalado. ¿Por qué robar? ¡ Qué vergüenza, con lo que aparentas ser una dama!
Hace poco,
Luisa le había dicho a Sofía que no tenía ninguna habilidad y que solo vivía del dinero de su esposo, lo que la había molestado profundamente. Ahora, Sofía no escatimaba en
insultos.
-Y pensar que antes solo te preocupabas por casarte con mi hijo, ni siquiera te miraste al espejo para ver si eres digna de él. ¿No es así? -Sofía se enfureció.–Por suerte, siempre he sido buena juzgando personas y no te dejé entrar en mi casa. ¡Los pobres siempre seguirán siendo pobres! Aunque te vistas con ropas caras y te metas en una fiesta de alta sociedad, al final, sigues siendo una ladrona de manos sucias.
La multitud murmuró entre sí.
-No podemos creerlo, con lo bonita que es, ¡y resulta ser una ladrona!
-Sí, esto es lo que se llama “no juzgar por las apariencias“.
-Qué vergüenza, con esa cara tan bonita, cualquier hombre rico podría haberle puesto atención, ¿y qué hace la muy miserable? ¡Viene solo a robar en una fiesta!
Captus 63
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-Así son los pobres, ven algo que vale un poco y no pueden evitar robarlo.
-Escuché que es hija de una sirvienta, por eso está tan desesperada.
Mientras con paciencia escuchaba los murmullos y chismes a su alrededor, Carolina sonrió satisfecha, sintiéndose aún más segura de sí misma.
-Si dices que no lo robaste, ¿por qué no me dejas revisar tu bolso? Si no robaste nada, ¿por qué temes que te revise?
Mientras tanto, Fernando y Andrés por fin terminaron de hablar sobre un proyecto importante con una pareja de extranjeros.
Andrés fue al baño, y Fernando salió junto a la pareja, encontrándose con Carlos.
-¡Presidente Fernando, cuánto tiempo sin vernos!-Carlos saludó con una amplia sonrisa.
Fernando no lograba recordar quién era y, algo pensativo, le preguntó: -¿Quién eres?
Carlos mostró una ligera incomodidad, pero enseguida respetuoso se presentó.
Fernando empezó a recordar vagamente y, de manera cortés, intercambió un par de palabras
con él.
Carlos le entregó un regalo.–Presidente Fernando, escuché que su prima se va a comprometer, ¡felicitaciones! Este es un obsequio de compromiso para ella.
Aunque el regalo en realidad era para la prima de Fernando, lo que Carlos realmente buscaba era ganarse el favor de Fernando, por lo que debía entregárselo directamente a él para que supiera que era un obsequio suyo, y así poder hablar de una posible colaboración más adelante.
Fernando, acostumbrado a que le hicieran favores, no le prestó mucha atención al tipo, pero al ver cómo le entregaba el regalo de manera tan astuta, comenzó a prestarle más atención.
Fernando tomó la caja con el regalo.–Es muy amable, le agradezco en nombre de mi prima.
Miró enseguida a Carlos con una sonrisa más cálida. -Ella está en el salón de abajo, déjame acompañarte para que se lo entregues en persona, después de todo, es un obsequio de compromiso para ella.
Carlos notó de inmediato el cambio de actitud de Fernando y sintió un gran alivio en su interior.
Parece que su decisión de enviar el regalo a través de Fernando definitivamente había sido la
correcta.
Carlos sonrió.–Perfecto, entonces, presidente Fernando, le agradecería que me guiara.