Capítulo 74
Una hora después, Luisa apareció en la oficina de Isabella.
Colocó el contrato que llevaba en las manos sobre el escritorio de Isabella.–Supervisora Isabella, ya completé la tarea que me encargaste para hoy. Es un contrato de asesoría legal por cinco años. Los veinte mil dólares ya están depositados en la cuenta. Además, firmé tres contratos de representación para disputas de pagos y otro para la defensa en un caso de violación de patente. Los cuatro casos son de representación general y los honorarios legales se pagaron de inmediato. Sumando los veinte mil dólares de la asesoría legal, el total asciende a ciento diez mil dólares. Si no me crees, puedes preguntar de inmediato al departamento de finanzas por los registros, yo también tengo las pruebas de pago.
Mientras hablaba, Luisa sacó su celular, abrió de repente la galería de fotos y le mostró a Isabella las capturas de pantalla de los pagos correspondientes.–He cubierto la pérdida del
bufete.
Isabella quedó boquiabierta, incrédula. Tomó el contrato y, al ver las firmas y sellos estampados en él, una expresión de asombro cruzó al instante por su rostro.–¿Grupo González…? ¿Miguel es tu…?
Luisa sonrió satisfecha.—Sí, es mi padre.
Con un ruido seco, Isabella dejó caer el contrato al suelo y levantó la vista con brusquedad.—¿ Eres la hija del presidente del Grupo González?
Después de tantas complicaciones, Luisa ya no tenía ganas de seguir disimulando.
-Así es.–respondió calmada.
Isabella aún no lograba recuperarse del impacto tan fuerte cuando su celular sonó.
-Supervisora Isabella, ¿qué tipo de conexiones tiene Luisa, la abogada de su bufete? ¿Cómo conoció al presidente del Grupo Martínez, Andrés? Anoche, nuestro presidente, Javier, fue hospitalizado después de que los guardaespaldas de Andrés lo golpearan con crueldad. Y hoy temprano llegaron auditores y agentes de impuestos a revisar nuestras cuentas. Estuve averiguando y me dijeron que fue por orden de Andrés.
¿Andrés?
El rostro de Isabella palideció y una gota de sudor frío resbaló al instante por su frente.
Colgó asustada la llamada, su corazón latió a mil
-¿Tú… conoces al presidente del Grupo Martínez?
Luisa cruzó despreocupada los brazos, su mirada era penetrante.–Sí claro. Él es mi prometido.
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Y también es, según los rumores, el “jefe en las sombras” que me mantiene y me lleva en un Rolls–Royce.
El impacto dejó a Isabella helada por completo. El sudor frío empapaba su espalda.–Yo… lo siento mucho. No sabía que eras la prometida del presidente Andrés…
En ese momento, Isabella entendió que había sido cruelmente utilizada
por
Valentina.
No se atrevía a ofender a la familia Martínez, así que, cuando Valentina le pidió que fuera tras Luisa, ella obedeció sin cuestionarla.
Pero Valentina jamás mencionó que Luisa era la hija del Grupo González ni la prometida de Andrés.
Y ahora, Andrés había sido testigo de cómo acosaban a Luisa… y había intervenido en persona. ¿ Eso significaba una cosa, que ella también estaba acabada?
Tan pronto como Luisa salió de la oficina, Isabella marcó impactada el número de Valentina.
-Señorita Valentina, ¿Luisa es la prometida del presidente Andrés?
Valentina detestaba que le mencionaran ese maldito tema y respondió con impaciencia: ¿ Puedes decir algo útil? No tengo tiempo para esas pendejadas.
Al notar que Valentina no lo negaba, Isabella se puso aún más nerviosa.–¡Me dijiste que la atacara, pero nunca mencionaste que era la prometida de Andrés! ¡Ahora estoy en problemas! ¡ Lo he ofendido sin querer y tú tienes que ayudarme a salir de todo esto!
-Idiota. Si Luisa no fuera la prometida de Andrés, ¿crees que me habría molestado en hacerle la vida imposible? Ayudarte… No tengo tiempo para eso.
-Señorita Valentina, fui yo quien, por orden tuya, hizo que Luisa se reuniera con esos dos viejos asquerosos. ¿Y ahora me dejas sola en esto? ¡Si no me ayudas, te delataré! ¿De verdad quieres que Andrés se entere de lo que has estado haciendo a sus espaldas?
Valentina odiaba ser amenazada.
Apretó los dientes y respondió con frialdad: -¿Cómo te atreves a amenazarme?
-Solo estoy diciendo la verdad, señorita Valentina. Esos dos miserables viejos ya fueron atendidos” por Andrés, y ahora yo soy la siguiente. Si algo me pasa, tú también saldrás perjudicada.
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-¡No es para tanto! Busca una excusa y renuncia de manera voluntaria. Yo puedo recomendarte en otro bufete. Y si la familia Martínez llega a buscarte, di que no sabías nada sobre esos dos. Si las cosas se ponen realmente feas, te respaldaré. Pero si abres la boca, atente a las consecuencias.
Isabella respiró hondo.–Descuida. Mientras tú no me dejes caer, yo no diré nada al respecto.
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Al día siguiente, Luisa conducía rumbo al tribunal para una audiencia.
Al salir del juzgado tras la audiencia, se encontró con Carlos.
Luisa lo miró con cierta desconfianza. —¿Qué haces aquí?
Carlos la miró emocionado.–Sé que trabajas en Consultores Legales Rivera y que hoy tenías audiencia en el tribunal. Vine a esperarte.
Luisa entrecerró los ojos, evaluándolo con una expresión de creciente irritación.—¿Acaso, me estás siguiendo?