Capítulo 75
Un destello de dolor cruzó por los ojos de Carlos.–Luisa, he estado ahogándome de tristeza estos días, no hay momento en que no piense en ti.
Luisa sonrió. -¿Y eso a mí qué me importa?
Carlos sonrió, sacó un brillante anillo de diamantes de su bolsillo y, como si estuviera mostrando un tesoro, dijo: -¿No me dijiste que te encantaba este anillo? Te lo compré.
Luisa reconoció de inmediato el anillo.
Era el mismo que hace tiempo había visto en una revista.
En ese momento, se había impresionado por el diseño único y original, y lo había compartido con Carlos de manera ingenua.
Carlos echó un vistazo al anillo y su rostro se ensombreció al instante.
¿Qué había dicho en ese entonces?
-Puedo regalarte muchas cosas, pero no un anillo como este. No tengo planes de casarme por
ahora.
Luisa sintió cómo se le caía el ánimo.
Él siempre pensaba lo mismo, que ella era una interesada y todos los días deseaba casarse con
él.
Pensando esto, Luisa hizo mala cara y con una sonrisa sarcástica dijo: -Perdona, pero ya no
me gusta.
Levantó la mano, mostrando el resplandeciente anillo de diamantes que llevaba, -Este es el que me regaló mi prometido.
Un destello de dolor cruzó por los ojos de Carlos.
Ya sabía quién era el hombre que estaba a su lado.
Andrés, el presidente del Grupo Financiero Martínez, el único heredero de la familia Martínez.
Comparados con la familia Martínez, la familia Rodríguez la verdad no significaba nada.
Pero…
Carlos sonrió.–Luisa, pero si aún no están comprometidos, ¿verdad? Aún no eres su esposa.
Luisa se quedó sorprendida y lo miró con la misma expresión con la que miraría a un loco.
Capitulo 75
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Carlos sonrió.–Luisa, no hables de compromisos, incluso los que están casados pueden divorciarse. ¿Y qué pasa si se comprometen? ¿Qué diferencia hace?
Sus ojos brillaron con una obsesión inquietante.–Aunque te cases con él, no te dejaré ir. Las relaciones extramatrimoniales son lo más emocionante, ¿no crees?
-¡Pam!
Luisa ya no pudo soportarlo más, y le dio una sonora bofetada a Carlos con toda la fuerza que pudo.–¡Lárgate imbécil!
Carlos se giró, la marca de la bofetada apareciendo en su rostro, rojo e hinchado.
Torció los labios y dejó escapar una risa desvergonzada.—¿Uyyy qué fuerte? ¿Te duele la mano?
-¡Loco miserable!-Luisa lo miró furiosa y levantó el pie para irse.
Carlos la detuvo.–¿A dónde vas? Te llevo.
-¡Lárgate! -Ella realmente estaba furiosa, levantó la pierna y lo pateó.
Carlos esquivó el golpe.–¿Tan irritable estas? Antes no eras así, ¿dónde quedó esa suavidad y obediencia que tenías antes?
Luisa se enfureció y siguió caminando hacia el estacionamiento al aire libre.
Carlos, como un asqueroso chicle, no se separaba de ella, siguiéndola de cerca.–Luisa, lo que pasó antes fue totalmente mi error, soy un idiota, te pido perdón. Ahora quiero empezar de nuevo, ¿me darías una oportunidad?
-No te pido que me digas sí de inmediato, pero al menos dame una oportunidad, ¿vale? Te prometo que solo tendré ojos para ti, que te seré fiel de por vida.
Luisa sonrió.–¿Y quién lo necesita?
Llegó al estacionamiento al aire libre y se detuvo frente a un Bentley azul.
Carlos levantó la vista y vio el auto. Se quedó estupefacto.