Capítulo 76
-Este auto…
Este auto, por supuesto, lo recordaba.
En ese entonces, en ciudad de la Esperanza, ella ya lo había conducido.
En ese momento, Carolina se burló de ella, llamándola tonta y diciendo que era una verdadera vanidosa gastando una gran cantidad de dinero alquilando un auto solo para tomar fotos.
Él estaba de acuerdo.
Ahora, se daba cuenta de lo ridículo que había sido.
De repente, algo pasó por su mente y su rostro palideció.
-¿El anillo
que llevabas en la mano hace un momento es el que te probaste en Eterna Promesa ese día?-Carlos temblaba de rabia al hablar,-¿Ese día ya… Luisa, aún no habíamos terminado, ¿y ya no podías esperar para probarte ese anillo?
—¡Me traicionaste!-Los ojos de Carlos se llenaron de una furia incontenida,—¿cómo pudiste hacerme esto?
Luisa no soportó que le echara esas acusaciones.
De repente, soltó una risa,—¿sentimientos? Jejeje, ¿no dijiste tú que siempre veías en mí la sombra de Carolina?
Carlos se quedó rígido, palideció,-¿Entonces… tú lo sabes todo?
Luisa lo miró con frialdad, -No solo sé eso, también sé que esa noche, cuando me dijiste que tenías que ir por un asunto de la empresa, me mentiste, fuiste al aeropuerto a recibir a Carolina. Y sé también que el día del cumpleaños de Isabel, después de que te fuiste con Carolina, fuiste a un hotel. Antes de que siquiera termináramos, ya todo estaba podrido, Carlos, ¿cómo tienes el valor suficiente de hablarme de sentimientos?
Los ojos de Carlos estaban llenos de dolor, y en cambio respondió, -No es así, Luisa, déjame explicarte, las cosas no son como tú piensas…
Luisa no quería escuchar más estúpidas excusas. Abrió la puerta del auto y se subió.
Arrancó el motor.
Carlos se paró frente al auto, golpeando el capó con insistencia, su boca moviéndose, todavía intentando decir algo.
Luisa, irritada por su tonta insistencia, pisó el acelerador salió disparada y lo atropelló.
-¡Bum!
Carlos no pudo esquivarlo a tiempo, fue lanzado hacia un costado y cayó en el área verde.
Luisa, con una expresión sería, ni siquiera lo miró. La verdad no le importaba si estaba herido o no. Giró el volante con decisión y se fue sin dudarlo.
Carlos, con los dientes fruncidos, se levantó. Su pierna estaba herida y cojeaba al caminar.
Vio cómo el Bentley azul desaparecía de su vista y su corazón se estrujó poco a poco, un dolor
sordo lo llenó.
Un transeunte que había presenciado el accidente se acercó preocupado, -¿Estás bien? ¿La persona que te atropelló se fue sin hacer nada, no vas a llamar a la policía?
Carlos lo negó,-tranquilo no pasa nada, estábamos discutiendo con mi esposa.
El transeunte mostró una expresión de comprensión,-ah, como siempre problemas sentimentales. Hermano, tu esposa parece un poco violenta, ¿vas a ir al juzgado para divorciarte?
Carlos esbozó una triste sonrisa en sus labios,—¿Qué va a ser? Nosotros estamos bien, solo está enojada conmigo, ya se le pasará.
El transeunte lo miró incrédulo, su rostro mostrando una mezcla de “respeto y buenos deseos
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En la oficina de Consultores Legales Rivera.
El descanso de ese día estaba bastante animado.
Un grupo de personas se reunió para charlar sobre los chismes del momento.
-¿Sabían que la supervisora del departamento de litigios, Isabella, renunció?
-¿En serio? Qué raro, ¿por qué renunció tan repentinamente?
-No estoy seguro, parece que fue una renuncia voluntaria.
A Luisa no le interesaban ese tipo de chismes. Pasó sin mostrar expresión alguna y regresó a su oficina.
Poco después de sentarse, la puerta de su oficina fue pateada con violencia.
-¿Qué significa esto, Luisa? ¿Cómo te atreves a demandarme?-Ricardo irrumpió furioso en la