Capítulo 78
Mariana pasó todo el día angustiada, también pasó toda la jornada en la oficina de Luisa.
Intentó todo lo que pudo, diciéndole palabras suaves y amables, pero Luisa no cedió ni un poco ni mostró intención alguna de retirar l demanda.
Mariana casi se arrodilló para suplicarle.
-Abogada Luisa, perdóneme, por favor, considere que soy un simple estorbo, déjeme ir, por favor, le ruego, si me condenan y me suspenden la licencia de abogada, mi vida quedará arruinada para siempre por…
-Abogada Luisa, por favor retire la demanda, estoy dispuesta a trabajar para usted como una humilde esclava.
Luisa la miró con frialdad.–No lo necesito, gracias.
—Señorita Mariana, hay cientos de oficios para hacer, todos con su propio talento. ¿Qué importa si te suspenden la licencia? Si no puedes seguir en esta profesión, pues cambiate a otra. -Luisa con sarcasmo le dio una palmadita en el hombro.–¡Ánimo! Yo confío en ti.
Al final del día.
Luisa caminaba detrás de sus compañeros mientras salían de la firma.
De repente, una de sus compañeras le tiró de la manga. —¡Wow! ¡Mira, allá hay un joven increíblemente guapo!
Otras colegas también miraban entusiastas en esa dirección, susurrando entre ellas.
Luisa siguió la mirada de su compañera y se detuvo de golpe.
Era su prometido Andrés.
Él ya era naturalmente alto y apuesto, con hombros anchos y piernas largas, parecía una figura sacada de una pasarela, y ese sencillo abrigo negro Armani le quedaba mejor que a cualquier modelito por ahí.
Andrés estaba apoyado sobre el capó de su auto, hablando distraído por celular.
Era finales de otoño, el día ya se había oscurecido y las luces de la calle brillaban con fuerza.
Desde esa distancia, Luisa podía ver claramente su perfil delgado y su nariz recta y prominente. La luz cálida de las farolas iluminaba por completo su rostro, suavizando sus finas facciones.
Era como si ambos tuvieran una fuerte conexión telepática: en cuanto Luisa lo miró, Andrés
giró la cabeza y la miró también.
Sus miradas se cruzaron en el aire y, colgando el celular, Andrés se acercó apresurado a ella. Las compañeras de Luisa se emocionaron al instante.
Ahhh, viene hacia aquí!
¿Qué hago? ¡Estoy tan nerviosa! Si hubiera sabido, me habría maquillado un poco. Así como voy, no sé si debería acercarme a hablarle. Qué lástima que no me maquillé.
-No te preocupes por eso, no importa si te maquillaste o no, no podrías hablar con alguien tan guapo. ¡Ese tipo de hombre no se puede abordar!
En cuestión de segundos, Andrés ya estaba frente a Luisa.
Luisa escuchó claramente cómo varios de sus compañeros se quedaron sin aliento.
-La reunión que organizó Sergio está lista, Catalina y Fernanda también están. Voy a llevarte alli.–La voz de Andrés, ya de por sí grave y sensual, se tornaba aún más cautivadora cuando se suavizaba un poco.
Las miradas de sus compañeras se llenaron de asombro.
Luisa apretó con dulzura los labios, levantó la mirada y sonrió mientras les decía a sus compañeras: -Él es mi prometido.
En ese instante, sus compañeras se quedaron boquiabiertas, todas con una expresión incrédula.
Se rumoraba que el “dueño oculto” de Luisa, quien conducía un Rolls–Royce, era un hombre mayor, rechoncho y, a decir verdad, un poco agraciado.
Pero el tipo frente a ellas medía casi dos metros de altura, su porte y apariencia eran inigualables, incluso más atractivo que cualquier actor famoso en televisión.
De repente, todas llegaron a la misma conclusión: los rumores eran solo eso, rumores. No había que creer en ellos.
Las compañeras comenzaron a elogiar a Andrés y a felicitar a Luisa por su excelente relación.
En el salón privado.