Capítulo 82
-Andrés…-susurró Luisa.
Los labios de Andrés rozaron la cara de Luisa mientras le respondía con suavidad: -Aquí estoy.
-Lo de Roberto, y lo de hace unos días cuando peleaste con Carlos…-Luisa apretó con fuerza los labios. Si tu familia se entera de que perdiste el control por mí y casi mataste a alguien, ¿ nuestro compromiso se cancelaría? ¿No es así?
–
Andrés besó con dulzura la frente de Luisa.–No dejaré que eso pase. Ellos no se enterarán.
Luisa bajó temerosa la mirada, sintiendo un dolor profundo en su corazón. Su voz fue baja y suave. No hace falta que hagas todo esto por mí.
–
-Luisa.- La cálida y firme mano de Andrés levantó con delicadeza su barbilla, forzándola a
mirarlo. Era necesario. Te valoro más que mi propia vida.
–
Los ojos del hombre, oscuros y brillantes como la tinta, la miraban con una intensidad
abrasadora.
Luisa se quedó inmóvil.
La emoción en sus ojos se agitó, y permaneció en completo silencio durante un buen rato, incapaz de articular palabra alguna.
No podía creer lo importante que era para Andrés.
Las pestañas de Luisa temblaron enseguida.
Sentía miedo.
Miedo de ser una carga para él.
El solo hecho de pensar que él casi terminó en prisión por ella hizo que su corazón se estrujara de angustia.
-Luisa, ¿no habíamos dicho que no llorarías? -¿Por qué estás llorando otra vez?
La voz de Andrés la hizo volver a la realidad. Fue entonces cuando notó la humedad en su
rostro.
Hizo una fea mueca.–Entonces, ¿me vas a ayudar a secar mis lágrimas?
El dedo ligeramente áspero de Andrés tocó con delicadeza las lágrimas en su rostro.
De repente, Luisa levantó las manos y rodeó la cintura de Andrés, hundiendo su rostro en su pecho como una pequeña y sumisa gatita, frotándose contra él.
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El corazón de Andrés se derritió por completo.
Luisa aspiró de manera suave su fragancia, emitiendo así un sonido de satisfacción.–Andrés,
hueles tan bien.
Andrés soltó una risa.–Si te gusta, puedes oler un poco más.
Luisa se fue acomodando con su fuerte y reconfortante abrazo, jugando.–Andrés, por favor
bésame.
Andrés pensó que había escuchado mal.
Sus ojos se abrieron con delicadeza, y con las manos en los hombros de Luisa, la separó un poco, mirándola fijamente mientras le decía palabra por palabra: -¿Qué dijiste?
Luisa se sonrojó, el color rojo de su rostro se extendió hasta sus orejas. Mordió su labio y susurró, casi apresurada: —Dije… bésame…
Tan pronto como terminó de hablar, el beso de Andrés cayó sobre sus labios como una fuerte
tormenta.
Sus labios eran muy suaves.
Luisa, siendo este su primer beso, se quedó paralizada, con los dientes fruncidos, sin saber
cómo reaccionar.
Su corazón latía una y otra vez a mil por hora.
Con un “pum pum“, casi saltaba de su pecho.
Andrés la besó con suavidad y ternura.
Unos segundos más tarde, su respiración se volvió algo extraña.
Antes de perder el control, Andrés se apartó de sus labios.
Luisa escuchó la respiración agitada de Andrés y, al levantar la vista, vio su rostro enrojecido y sus ojos llenos de deseo.
-¿Por qué te detuviste?-Luisa, confundida, lo miró desconcertada.
-Mejor descansamos. Yo me voy.–Andrés trató de calmar su respiración, aparentando tranquilidad. Si seguimos, podría pasar algo.
Luisa comprendió a la perfección lo que Andrés quería decirle .
Su rostro se sonrojó demasiado. -Está bien… cuídate en el camino.
Andrés la miró profundamente, fingiendo una sonrisa.—Qué dulce eres.
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-¿Ah? ¿Dulce? —Luisa inclinó la cabeza, con una mirada curiosa en sus ojos brillantes.
Andrés levantó la mano y, con el dedo índice, tocó con suavidad sus labios rojos y llenos de deseo. Su mirada era difícil de interpretar.–Aquí, está muy dulce.
Luisa sintió como si un rayo la hubiera atravesado por dentro, y un hormigueo recorrió todo
su cuerpo.
Al instante, se dio la vuelta y corrió hacia el dormitorio. —¡Adiós!
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Andrés la observó mientras escapaba, sonriendo con cariño y afecto.
Al día siguiente.
Luisa fue a la Casa Martínez para asistir a la fiesta.