Primeros pasos
Los ojos de Estefano brillaban, Helena nunca había sentido tanto miedo de él, ni en la primera noche que pasó con él. Sabía que no valía la pena correr, había aprendido eso muy bien con Otávio. Simplemente se apoyó en la pared y esperó. Él la sujetó por la cintura, inhaló el olor de
su cabello, con una mano la rodeó por la cintura y usando la otra arrancó su blusa. En ese
momento, las lágrimas comenzaron a rodar por los ojos de Helena, no podía creer que
después de haber quedado viuda volvería a pasar por violaciones y palizas, ¿acaso su
sufrimiento nunca iba a tener fin?
-Por favor, Estefano.
Pero parecía que él estaba en otro mundo. La subyugó entre él y la pared. En ese momento
ella pudo sentir la extensión de su deseo, y eso la hizo sollozar aún más, golpeó su pecho.
-Por favor, dijiste que no forzabas a mujeres, me hiciste creer que no sería maltratada por ti. ¡
Estoy suplicando!
Helena estaba gritando, estaba tomada por el terror y Estefano parecía que no escuchaba
nada de lo que ella decía o pedía. De repente, él se detuvo, retiró las manos de sus pechos,
pero continuó sujetándola en el mismo lugar.
-Dime que pare, y paro. Solo necesitas decir eso, pequeña, perdí la cabeza.
Él habló con un tono de dolor.
-Pero ya lo pedí; de hecho, lo supliqué.
-No necesito que lo pidas, debes ordenarme parar, pequeña, no fuerzo a mujeres, pero me
hiciste perder la cabeza. Primero, siempre que me acerco me abofeteas, luego me comparas
con el desgraciado de Otávio.
En ese momento él volvió a explorar su cuerpo, y ella volvió a temblar. Cuando él intentó
quitarle el sujetador que cubría los pequeños pechos, que para él eran perfectos, Helena suplicó una vez más
-¡Por favor, PARA!
La última palabra fue gritada, e inmediatamente él paró, se quitó su camiseta. En ese
momento Helena pensó que él realmente la forzaría, pero Estefano simplemente tomó la
camiseta y se la puso a ella, la tomó en su regazo y se sentó con ella en el sofá, frente al
televisor.
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< Primeros pasos
-¿Qué vas a hacer?
-Vamos a ver algo, debe haber algo que te guste, necesito desesperadamente enfriar mi
cabeza.
-No quiero….
Estefano dio un largo suspiro.
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-Si me tratas como un monstruo eso es lo que tendrás, Helena. No soy Otávio, ya te lo dije,
no me permites tocarte y no puedes sentarte y ver la TV conmigo, estás empujando
demasiado, pequeña, y en algún momento voy a explotar y no te va a gustar nada.
Helena se resignó a quedarse con él en el salón, después de toda esa tensión no se sentía a
gusto con él, había sido demasiado duro con ella. Está bien que no le había pegado, y al final
no la había forzado a aceptarlo, pero no confiaba en él; de hecho, no confiaba en ningún
hombre.
En algún momento debido al agotamiento Helena se durmió y terminó apoyándose en él,
Estefano, sintiendo la suavidad de su cabello en su pecho, también se quedó dormido.