CAPÍTULO XXI
Helena y Estefano viajaron en un jet privado junto con el jefe Xavier y su esposa Ella, ex cuñada de Helena. Las dos mujeres eran amigas, muchas veces Ella la abrazaba y le daba medicamento para el dolor después de que Otávio la golpeaba o violaba. Iban sentadas juntas conversando.
Tan pronto como el avión aterrizó, bajaron seguidas por sus maridos. La pista no era privada y pronto se encontraron en medio de una turbulencia de personas. Dos autos negros los esperaban, después de acomodar las maletas partieron rumbo al lugar de hospedaje.
Helena pensó que se quedarían en un hotel, pero se detuvieron en una casa enorme, con piscina y rodeada de guardias de seguridad.
-Estefano, ¿de quién es esta casa?
-Pertenece a Xavier, no quisimos quedarnos en un hotel, la casa es más segura. Si necesitamos dejarlas solas, y además, no quiero tenerte en una cama de hotel, donde no sé
quién ha pasado por allí.
-Dios mío, no le dijiste eso a tu jefe, ¿verdad?
-No, él es lo más parecido que tengo a un amigo, pero no comparto nuestra intimidad ni siquiera con él. Habrá dos empleadas en la casa, cuidado con lo que dices, son de la
organización, pero aun así, la cautela siempre es buena, ¿de acuerdo?
-De acuerdo.
Cuando entraron en la casa fueron a bañarse, Estefano esperó a que Helena entrara en la ducha para seguirla, así se aseguró de que no sería detenido.
-Oye, no me avisaste que entrarías.
-Me detendrías, necesito sentir tu cuerpo junto al mío, hace días que no te toco íntimamente.
-Estefano, aún no puedo…
-Lo sé, nunca exigiría eso, esperaré, solo quiero tocarte. Necesito alivio. Quiero intentar algo, si no te gusta o incluso te da asco, no tendrás que hacerlo más.
Helena sabía lo que era, su ex marido ya había intentado obligarla a eso, pero era la única cosa que prefería morir antes que hacerlo por él, pero con Estefano era diferente.
-Vamos a la bañera. ¿Está bien?
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Ella se limitó a asentir con la cabeza. Estaba nerviosa, pero también excitada.
-Helena, ¿sabes lo que estoy proponiendo?
-Sí, quiero intentarlo.
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Estefano la abrazó mientras sentían el agua acariciándoles, él la besó y buscó su clítoris, lo que la hizo gemir su nombre de placer. Él, sentado en la parte más alta de la bañera, la colocó entre sus piernas, el m*****o grueso de él cerca de sus senos.
-Necesito decir algo…
-Habla, no quiero que te sientas obligada a nada.
-No es eso, es que no sé qué hacer, nunca he hecho esto antes.
Estefano no esperaba eso, pero se alegraba de que el desgraciado no la hubiera obligado a
eso.
-Haz lo que quieras, me sentaré y te dejaré explorar, solo no uses los dientes con fuerza.
Helena estaba agradecida por la penumbra del ambiente. Él la besó y, incluso en esa posición,
continuó jugando con su v****a y clítoris.
-Necesito que me digas qué hacer.
-Ponlo en la boca hasta donde puedas, respira por la nariz, y chupa, puede ser fuerte, como
quieras, juega, solo necesito sentir tu boca en mí, mi pequeña.
-¡Carajo!
Helena se apartó al oír la maldición de Estefano.
-¿Hice algo mal?
-No, de ninguna manera, solo continúa.
Y ella exploró, nunca había imaginado que sería tan excitante usar la boca para tocarlo. Mientras él la acariciaba, ella sintió un orgasmo e intensificó la presión de los labios alrededor del pene de él. En ese momento, él alcanzó el clímax, aún intentó salir de la boca de
Helena, pero su semen se derramó por sus senos; él sabía que a la mayoría de las mujeres no les gustaba que el semen se derramara sobre ellas.
-Lo siento.
-¿Por qué estás pidiendo disculpas?
Él la lavaba mientras ella descansaba en su pecho.
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-No era mi intención derramar mi semen en ti o que lo tragaras, pero apretaste los labios, no
me retiré a tiempo.
-Me gustó.
Estefano rió.
.
Eso es bueno, pequeña, ahora vamos a dormir, tendremos tiempo para explorar la ciudad más tarde.
Durmieron abrazados, y Helena se sentía tranquila y satisfecha.
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