¿Otro?
Helena despertó con Estefano acariciando su rostro. Había dormido demasiado durante el
trayecto, probablemente por la confusión del horario, aún se sentía cansada y algo
desorientada. Cuando despertó, los otros pasajeros ya se habían ido, no hubo tiempo para una despedida entre Helena y Ella.
Bajaron de la mano. Afuera, apoyados en dos coches, estaban dos soldados, los hombres se
saludaron con rápidos asentimientos de cabeza, ninguno de ellos se atrevió a mirar en su
dirección. Probablemente advertidos por Estefano, él mismo se consideraba posesivo. Desde
el asiento trasero, Helena podía observar bien los rasgos de los hombres que debían
obediencia a su marido. Uno de ellos tenía una pequeña cicatriz en el cuello y no era bonito ni
atractivo como Estefano, por el contrario, era solo intimidante. Pocas mujeres querrían tener
algún tipo de relación con él. El otro tenía el cabello a la altura del hombro y era rubio con el
rostro más simétrico que había visto, si los ángeles de hecho poseían ese tono de piel y color
de cabello, fácilmente podría ser confundido con uno. En determinado momento ella pudo
visualizar sus ojos y concluyó que era un hombre con rostro y cuerpo de un posible ángel,
pero con ojos de un demonio. Estaba tan absorta en sus pensamientos que no se dio cuenta
de que también estaba siendo observada.
-Interesada, pequeña.
Fue casi un susurro, pero ella percibió el tono amenazador en la voz de su marido.
Lo miró y vio una ira silenciosa.
Cuando bajaron en casa, ella estaba aprensiva, pero no con miedo, su actual marido no era
Otávio. Mientras caminaba delante, fue agarrada por la cintura por Estefano:
-¿Qué fue eso en el coche, Helena?
Podía mentir y decir que no sabía de qué estaba hablando, pero hombres como él no se dejaban manipular con pequeñas mentiras. Entonces eligió decir la verdad.
-Cuando estaba en casa de mis padres no tenía ninguna oportunidad de analizar la especie
masculina, después si al menos miraba en dirección a un hombre era golpeada, solo era curiosidad reprimida.
-Es mejor que tu curiosidad termine ahí, si dejas que otro hombre se acerque demasiado a ti,
automáticamente pasará a ser un hombre muerto y no será nada bonito ver su muerte,
quedas advertida.
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-Me estás asustando, no me gusta que me intimides.
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-Lo sé, pero me gustan las cosas claras. Si por un minuto ese soldado presumido hubiera vacilado la mirada en tu dirección, el infierno habría ganado un m*****o más. Ya lo dije una vez y lo volveré a repetir, no comparto bajo ninguna circunstancia, estoy loco por ti, pequeña, no me tientes.
-Nadie se acercará, no con mi autorización, eso te lo prometo.
-Quiero llevarte a la cama y hundirme en ti, ¿puedo?
-Estefano…
-¿Con miedo otra vez?
-No.
-¿Qué fue, entonces?
-No facilitas las cosas, estoy con la regla.
Ella dijo eso y automáticamente sintió que sus mejillas se calentaban, él la forzaba con su
impaciencia a decir cosas demasiado íntimas.
-Pequeña, si es por las sábanas, solo hay que ponerlas en la lavadora después, o si prefieres
vamos a la bañera.
Helena siempre pensó que los hombres tenían asco de esas cosas.
-Déjalo pasar, por favor…
-No necesitas pedir por favor, estoy duro como una roca, pero sabes que no voy a forzar si
estás incómoda. Pero te voy a hacer una pregunta, promete que dirás la verdad.
-Lo prometo.
-¿Estás con la regla de verdad, o estás usando eso para evitarme? Sé que muchas mujeres en nuestro mundo usan los más variados artificios para mantener a los maridos lejos de sus
camas.
Helena gimió, ella misma ya había usado esa excusa con Otávio, aunque no pudo usarla por mucho tiempo, él pronto descubrió la artimaña, pero con el hombre que la sostenía junto al pecho mientras olía su cabello era diferente, a pesar de todos los temores no tenía el valor de mentirle. De hecho estaba en esos días y aún sentía un poco de dolor menstrual. Y fue
exactamente eso lo que le confesó.
-Está bien pequeña, voy a llevar las maletas arriba, y preparar un bocadillo para nosotros,
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después podemos ver un poco de TV, ya que no hay otra solución.
Le guiñó un ojo.
-Tómate un baño mientras yo uso el otro.
+8 Puntos >
El resto de la noche la pasaron frente a la TV. Algunas veces Helena pensaba que él ni siquiera miraba, solo estaba allí sosteniéndola y aprovechando todas las oportunidades para besarla y tocarla.
En realidad, lo que Estefano estaba haciendo era construir una relación de confianza al
abrazarla sin poder llevarla a la cama como deseaba.