El alta
Helena se despertó después de 5 horas de sueño, la médica ya había pasado por allí y dado el alta, pero Estefano prefirió dejarla dormir.
Cuando su esposa finalmente despertó, era hora de irse.
-Pequeña, ¿y el dolor?
-Se fue.
-Genial, es hora de ir a casa.
-Estoy en bata, no puedo irme así. Cuando llegamos al menos estaba oscuro.
-Para eso necesito ir a casa a buscar ropa.
-Oye, no quiero quedarme aquí sola, sé que parece infantil, pero hay muchos hombres
alrededor y con libre acceso.
-Lo sé, pequeña. Puedo pedirle a una enfermera que se quede aquí solo hasta que encuentre
ropa. Hay una tienda al lado, son solo unos minutos.
-Necesito algunas cosas más.
-¿Qué?
-Compresas y calzones.
Ella cerró los ojos cuando lo pidió, estaba roja.
-¿Qué tipo de compresas?
-Dios Estefano, cualquiera, es solo hasta llegar a casa. Iré al baño y solo saldré de allí
cuando escuche tu voz.
-De acuerdo, vuelvo lo más rápido posible.
Estefano fue a una tienda y compró un conjunto de pantalón y blusa, para acompañar unos zapatos bajos, ya que había traído a Helena en brazos. Pidió ayuda a la dependienta de la
tienda para comprar las compresas y ella las buscó en la farmacia, no sin antes sorprenderse con un hombre de ese tamaño e intimidante comprando compresas y ropa para una mujer.
Tan pronto como regresó al hospital, Helena se cambió y se fueron.
Estar en casa después de todo ese dolor era reconfortante.
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< Elalta
-Voy a tomar un baño para quitarme el olor a hospital.
-¿Puedo ir contigo?
Ella gimió en respuesta.
-Ya entendí, el problema con la sangre, ¿cuánto tiempo más?
Él quería saber cuánto tiempo más estaría menstruando, era algo demasiado íntimo para hablar abiertamente. Él percibió el choque de ella.
-Lo siento, pequeña, creo que no tengo derecho a preguntar eso, yo solo…
Ella corrió al baño, se había incomodado con la pregunta. El antiguo marido de alguna manera comprendía su ciclo menstrual mejor que ella, siendo imposible fingir que estaba menstruando para huir de él. No es que ella deseara hacer eso con Estefano, pero no quería
ser controlada en eso.
Helena estaba vistiendo el camisón cuando él entró en la habitación. Estefano caminó hacia
ella y ella se encogió.
-¿Estás molesta conmigo?
Ella no respondió.
-Pequeña, ¿qué pasa?
-Ahora no, Estefano.
Él intentó abrazarla.
-Por favor, no.
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–
-Dime qué hice mal. Me di cuenta de que no te gustó lo que pregunté, pero ¿por qué?
-Es algo demasiado íntimo.
-Eres mi mujer, estamos juntos en esto. Incluso compré compresas, nunca pensé en hacer
eso en mi vida.
Su mirada de dolor se intensificó.
-¿Pequeña?
-Lo siento, prometo que nunca más te haré pasar por esto.
-Maldita sea, Helena. No estoy reclamando. Solo quiero entender qué hice mal, el motivo que te llevó a molestarte conmigo para no hacerlo otra vez, pequeña. Necesito saber la línea entre intimidad y ruptura de privacidad que deseas mantener. No tengo noción de estas cosas, no
< Efalta
vengo de una familia normal.
Él extendió la mano hacia ella.
-No rechaces mi contacto, me desestabiliza.
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Se sentaron en la cama, él con Helena en sus brazos. Ella escondió el rostro en el pecho de
Estefano.
-Hablar de este tema para la mayoría de las mujeres es embarazoso, ya que la mayoría de
los hombres sienten asco, nos enseñan que estos temas deben tratarse solo entre mujeres. No estoy preparada para este tipo de conversación, y no quiero que controles mi ciclo menstrual, ya viví eso y fue horrible.
Cuando ella terminó, ta comprensión lo golpeó, estaba abordando explícitamente un tema prohibido y aun haciendo resurgir recuerdos dolorosos del idiota de Otávio.
-¿Puedes perdonarme?
-Solo si me traes una caja de chocolate y una botella de coca cola bien fría.
-No te gusta la coca cola.
-Pero en estos momentos me gusta la coca con chocolate.
Él la miró como si le hubieran crecido cuernos y fue a pedir a los soldados que lo
consiguieran.