< Rechazo Intimo
+8 Points >
Rechazo Íntimo
Después de 4 días de que Helena había pasado por el hospital, Estefano sabía que ella ya no tenía la regla, pero no intentó tocarla de una manera más íntima. Estaba loco de deseo, pero podía jurar que ella tenía miedo de él. Siempre buscando excusas para mantenerse alejada.
Helena estaba en la cocina con un vaso de agua en la mano, ya era de madrugada y Estefano llegaba de la calle. La visión de ella con una camiseta suya y descalza lo dejó embriagado. Él
estaba armado, sacó las dos armas de la cintura y las puso en el mostrador, era allí en la
encimera donde la tendría de nuevo.
-Buenas noches, pequeña.
-Buenas noches. Te demoraste. ¿Dónde estuviste?
Ella estaba celosa, Estefano lo percibió.
-No voy a decir por dónde anduve, Helena, solo necesitas saber que no era diversión, soy fiel
a ti. Ven aquí, quiero saciar la añoranza que siento por ti de la manera que tengo derecho.
Ella caminó hacia él, la noche había sido larga sin su compañía, pero en el momento en que fue abrazada por la cintura percibió las armas en el mostrador y se puso rígida, nunca antes él las había dejado tan cerca de ella, no expuestas a sus ojos de esa manera. El difunto
marido las usaba para amedrentar, incluso sostenía un revólver en su cabeza para obligarla
en la cama.
Estefano la besó y pronto pudo percibir que ella temblaba levemente y estaba tensa.
-Helena… No tiembles bajo mi toque, no te haré daño.
-¿Por qué dejaste las armas en el mostrador?
-Siempre he andado armado, lo sabes, ¿no?
-Lo sé, pero no las dejabas tan cerca, Estefano.
Él soltó un gemido.
-Pequeña, ¿tienes miedo de nuevo?
Ella no respondió, y él percibió que viviría una nueva batalla. El maldito de Carlos había
tocado en ella y revivido memorias dolorosas. Ella nunca había reclamado sobre las armas
antes.
-Helena, ¿el maldito te amenazó con un arma?
< Rechazo Intimo
-Fue Otávio
Ella aún temblaba al decir su nombre.
-Dios, él era un maldito bastardo enfermo.
+8 Points >
-Él… Intentó que lo tocara con la boca, cuando me negué, puso el arma en mi cabeza. Eso
sucedió algunas veces, cuando se dio cuenta de que no cedería, empezó a dejar el arma en la
cabecera de la cama para recordarme, todas las veces que me violaba.
-Sabes que no dejé las mías en el mostrador para asustarte, ¿no pequeña? Nunca haría eso,
no contigo, creo que necesito decir todas las palabras para que entiendas: te amo.
Ella se aferró a él.
-Yo también te amo, como nunca pensé que sería capaz después de lo que he vivido.
Estefano la acorraló contra el mostrador y la besó, pero ella estaba asustada con los
acontecimientos de la última semana.
Entonces lo empujó, aunque no cedió ni un centímetro, él lo percibió.
-¿No quieres que te toque a ti?
Ella no respondió, pero él sabía la respuesta.
-Está bien, vamos a la cama.
-Estefano, por favor, yo…
-¿Qué, todavía estás menstruando?
Sabía la respuesta, pero deseaba saber si le mentiría.
-No, solo estoy nerviosa, lo siento.
-No pidas disculpas, no tienes que recibirme en la cama si no quieres, lo sabes.
Él estaba molesto, entendía su miedo, pero quería tener el derecho de llevar a su mujer a la
cama cuando quisiera.
Ya acostados, él notó que ella estaba inquieta.
-Helena, ¿tienes miedo de estar en la habitación conmigo?
-No, en realidad quiero preguntar algo.
-Sí, hazlo, sé que tarde o temprano llegarías a este punto. Pregunta, no voy a inventar mentiras, pero entiende una cosa, pequeña, eres mi mujer y seguirás siéndolo. A veces vivir en
2/3
< Rechazo Intimo
la ignorancia es mejor que la verdad, la que tengo no es nada bonita.
-No quiero mentiras entre nosotros.
+8 Points >
-Y no las habrá, aunque te asuste. Quieres saber por qué nunca hice sexo oral en una mujer y adoro poner mi boca en ti, ¿no es así? No lo olvidaste.
-Sí, sueles decir palabras mientras duermes y dijiste algunas cosas que me asustaron.
Helena lo sintió endurecerse inmediatamente.
-Helena… Por Dios, ¿por qué no me dijiste eso antes? Probablemente dije cosas que no
deberías haber escuchado sobre mi infancia, no necesitas saberlo todo.
Helena intentó levantarse, pero él no lo permitió.
-Por favor, suéltame, me estás asustando.
-Mírame, pequeña, sé que no te gusta cuando digo palabrotas. Hagamos un trato: vamos a dormir y mañana por la mañana tendremos esta conversación. La noche fue larga y complicada, no quiero asustarte o herirte, y estoy duro como una roca por ti.