Henrique
El día estaba soleado, por la ventana del carro Helena podía sentir los rayos de sol entrando. Sin embargo, Estefano solo permitió que ella abriera la ventana después de una hora de viaje, los soldados que los seguían también fueron dispensados en algún momento. Y ella se dio
cuenta de que su marido había dado vueltas para que los soldados no percibieran la dirección
que continuarían siguiendo.
-¿Por qué despistaste a los soldados?
-Vamos a casa de un hermano, es el lugar más seguro que tengo y él también. Nadie aparte
de mí sabe su ubicación.
-Cuando dices hermano, ¿es hermano de verdad?
-Sí.
-Dios, nunca dijiste que tenías un hermano.
-No podía, pequeña, lo siento mucho, tenía un juramento de honor sobre eso, él solo me
liberó de él ayer.
-¿Por qué?
-No puedo contarte todo, pero necesitas saber que la mujer del jefe no sabe de su existencia,
y
debe seguir así. Otra cosa, su aspecto no es el mejor, no suele hablar mucho, pero no ataca
a mujeres, estás más segura cerca de él que conmigo durante todos estos meses.
-Estefano, sabes que no me siento cómoda cerca de otros hombres.
-Lo sé, pero quiero que sepas que si algún día me pasa algo, además del jefe es el único hombre a quien le confiaría tu vida para cuidar, por eso es importante que se conozcan y que no le tengas miedo. Su vida fue peor que la mía, sus cicatrices son más profundas, pero es la
única persona que tiene mi sangre, así que pequeña, no demuestres tan abiertamente tu miedo o repulsión por él, por favor.
-Dijiste que él no ataca a mujeres, no hay razón para sentir repulsión por él, y prometo
controlar mi miedo. Nunca me llevaste allí, ¿por qué ahora?
-Porque finalmente me dio permiso, y también porque pronto su existencia será conocida por
algunas personas. El jefe dio la orden de que se case.
-¿Pero tiene a alguien?
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-No, el jefe quiere castigar a uno de sus hombres, y él es el castigo, nadie querría tener un
yerno como él sin conocerlo realmente.
-¿Y va a cumplir la orden de Xavier?
-Sí, aunque eso le cueste toda su fuerza de voluntad y resignación. Una orden dada debe
cumplirse. ¿Helena?
-Sí.
-Hay otra cosa. Dijiste una vez que no te gusta que beba, allí es el único lugar donde me
permito relajarme respecto a eso.
-¿Estás diciendo que vas a beber? Los hombres se descontrolan cuando beben, no quiero
tener miedo de ti, no más.
-Pequeña, no soy un mocoso, nunca bebería para perder el control. No bebo nada fuerte, te
estoy avisando para que no te asustes.
Tras 40 minutos más por un camino de tierra y desierto, Estefano entró en una especie de túnel subterráneo, era casi imposible ver algo, pero él seguía sin dudar, difícilmente alguien
encontraría ese tipo de pasaje.
-Estefano, estoy nerviosa, es un lugar aislado. ¿Puedo preguntar algo?
-Habla, Helena.
-¿Estás molesto conmigo por algún motivo?
-¿Tengo motivos, Helena?
-He estado huyendo de ti en los últimos días.
-¿Entonces admites que me has estado evitando?
-Por favor, me estás asustando, ¿me vas a castigar de alguna manera por eso?
Él realmente estaba irritado porque ella había estado huyendo de él en los últimos días, pero nunca la intimidaría por eso, mucho menos la haría sentir miedo de él lejos de casa y en un lugar aislado con un hombre más intimidante que él. Por eso detuvo el coche, el túnel había quedado atrás y faltaba menos de un kilómetro para llegar al destino final.
-Mírame, sabes lo que siento, te traje porque te quiero conmigo, estoy loco de ganas de hundirme en ti, pero bajo ninguna circunstancia te intimidaría. ¿Lo crees, pequeña?
-Sí, disculpa.
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Él le dio un beso rápido, pero no fue suficiente y profundizó el beso. El contacto de las lenguas
lo excitó inmediatamente y el olor del champú que ella usaba invadió sus fosas nasales, fue
suficiente para que Estefano la jalara hacia su regazo y sus manos grandes se deslizaran bajo
la blusa de Helena. Besarla era adictivo, masajeó sus curvas y en el momento en que se preparaba para abrir su blusa y exponer sus senos rosados, una alarma sonó en la cabeza de Estefano, el lugar estaba lleno de cámaras. Después del túnel todo estaba vigilado, Estefano sabía que su hermano no era un pervertido, pero Helena nunca lo perdonaría si fuera expuesta
de alguna manera. Olvidando su erección, la colocó de nuevo en el asiento, Helena estaba roja y sexy de más con shorts sueltos y camiseta sin mangas.
Siguieron el viaje con Estefano dolorosamente excitado.
Cuando finalmente estacionaron, un hombre tan alto como Estefano estaba apoyado en la entrada, con ropa sencilla y botas, cabello amarrado y antes incluso de bajar Helena pudo
notar las marcas probablemente de quemaduras en su rostro. Dios, ese hombre emanaba
peligro, ni siquiera su marido sería capaz de intimidar a alguien de esa forma, pero recordó
que había prometido no mostrar miedo, decidió que no se encogería como una mujer
asustada, al fin y al cabo, aquel extraño era su cuñado.
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