Posesión
Cuando salieron por la mañana, Helena no vio a su cuñado. Decidieron desayunar en el
camino para que la cocina permaneciera limpia como estaba. El día estaba soleado y Helena estaba radiante, Estefano percibió que la niña asustada que llegó a su casa obligada por un matrimonio arreglado se había convertido en una hermosa mujer. Con tacones y un conjunto de bermuda y blusas vaporosas, era una visión tentadora para cualquier hombre. Él se moría
de celos, pero no la podaría de ninguna manera, si antes la amaba, ahora ella lo tenía en sus
manos. El pobre se había convertido en un perrito faldero de una hermosa mujer. Estefano
sonrió con tal pensamiento.
-¿Por qué te ríes?
-Nada, pequeña.
-Estefano…
Cuando él se preparaba para dar una respuesta convincente, el restaurante apareció en su
campo de visión.
-Llegamos, vamos a tomar café. El lugar es limpio y agradable, pequeña.
Y realmente lo era, el restaurante también era espacioso. Helena no había vivido muchas
experiencias como esa, siempre atrapada y asustada, para ella ese lugar era maravilloso.
Después de los pedidos, ella fue al baño. Estefano pudo notar algunas miradas masculinas
hacia su mujer y los celos lo invadieron. Tendría que controlar su posesividad o tendría que
matar a uno en cada esquina.
Después de comer y de pagar la cuenta, volvieron al coche.
Mientras conducía, Estefano acariciaba la rodilla de ella. Helena con los ojos cerrados sentía
el viento en el rostro. Esos momentos le calentaban el corazón a Helena, no temer el contacto
de un hombre era liberador, pero eso era posible solo porque era él.
Cuando llegaron a casa, lo primero que hizo Helena fue abrir las ventanas, le gustaba el sol entrando por la casa.
-Pequeña, necesito resolver algunas cosas. No sé a qué hora volveré.
-¿Qué vas a hacer?
Él la míró.
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-Lo único que vas a escuchar de mí es que tengo asuntos urgentes que resolver, pequeña.
Él la besó, olió su cabello y salió.
Helena fue a organizar las cosas de la casa.
Cuidó de la cocina, y pasó la aspiradora por el cuarto y la sala. Después decidió llamar a Ella,
su ex cuñada y amiga, conversaron durante un tiempo por teléfono.
Pronto anocheció y ella se puso a ver la televisión.
Aún esperó un tiempo a su marido para cenar. Como él no apareció, cenó sola y organizó la cocina. Después fue a pintarse las uñas, era una actividad que descubrió que le gustaba, su padre no le permitía que usara esmaltes, después, su difunto marido tampoco, pero Estefano había pedido por internet un maletín con todos los tipos y colores de esmalte para ella. Entonces, siempre que quería podía cambiar el color.
En la madrugada, aunque somnolienta, percibió el momento en que él se acostó a su lado y
se abrazó a ella. Su olor invadió su nariz y ella se sintió en casa inmediatamente.
A pesar de acostarse después de las 3 de la mañana, Estefano se despertó primero y fue a
organizar el desayuno.
Cuando Helena bajó, él la abrazó y besó.
-Buenos días, pequeña. Traje los panecillos de la panadería que te gustan.
-Gracias.
Ella estaba con el cabello suelto y con la camisa de su marido, sentada en la encimera era posible ver claramente los muslos gruesos. En ese momento sonó el intercomunicador, poco
después de que Helena llegó, él había instalado uno, ninguno de los hombres tenía permiso
de caminar por la casa, tenían que tocar primero. Cuando Estefano abrió, uno de sus soldados estaba allí parado.
Por un momento la mirada del hombre se detuvo en Helena sentada en la encimera, y sin
darse cuenta el soldado se acomodó en los pantalones con la clara indicación de que se
había excitado con la visión de Helena de esa manera. Cuando se dio cuenta del error, ya era
demasiado tarde, Estefano ya había sacado su cuchillo.
-¿Perdiste algo con mi mujer?
El hombre aún intentó hablar en su defensa, pero la expresión del subjefe de la mafia
americana lo hizo callar.
-Estefano.. por favor.
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-Sube, Helena, ahora.
-Por Dios, ¿qué vas a hacer?
-¡Mierda, sube ahora!
Ella tembló ante el tono duro y autoritario. No vio otra salida más que obedecer.
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Ella fue al cuarto y cerró las puertas, no quería correr el riesgo de escuchar gritos. Después de veinte minutos que parecieron una eternidad, Estefano entró con el semblante cargado, su rostro era una máscara de tensión, las manos en puño. Helena le tuvo miedo, pensó que la golpearía por primera vez desde que estaba con él.
Se apoyó en la cama y esperó, él se arrodilló entre sus piernas.
-¿Helena?
Ella lo miró y él pudo ver la tristeza en sus ojos.
-Perdón, pequeña, maldita sea, perdí la cabeza.
-Nunca me gritaste así, ni siquiera cuando te pegué.
-Lo sé, me descontrolé cuando percibí cómo ese pervertido se quedó al mirarte en la silla. Perdóname, prometo que nunca más te gritaré.
-Cuando entraste realmente pensé que me ibas a golpear.
Por primera vez ella lo sintió temblar entre sus piernas.
-Mírame, pequeña, mi corazón es tuyo. Me tienes enrollado en tu dedo meñique. Jamás
levantaré la mano hacia ti, ahí ȧbajo los celos hablaron más fuerte, pero te juro que eso no se
repetirá. Di que me perdonas.
-Quiero estar sola.
-No hagas eso, no me rechaces. Lo único que me hace entrar en crisis es tu rechazo.
-¿Qué hiciste con el soldado?
-No preguntes, al hacerlo me haces pensar que te importa él a ti y los celos me dominan. Fui
grosero contigo ahí abajo y no quiero repetirlo, pero estás empujando demasiado lejos, me
muero de celos por ti, pequeña. Saber que puedes interesarte por otro hombre es lo mismo
que torturarme.
-Estefano, ¿no crees que estás siendo infantil con esos celos sin fundamento?
-No, no lo creo. Eres una mujer hermosa, y el desgraciado se excitó al mirarte solo con la
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Helena había notado la mirada en sus piernas, pero no el bulto en los pantalones del soldado, esa información la dejó en pánico total, recordó lo que pasó en Brasil y comenzó a llorar,
-Ey, no llores:
-¿Qué habría hecho si no estuvieras aquí?
Estefano entendió adónde quería llegar. No debía haber contado que el maldito soldado estaba excitado, ahora ella estaba con miedo y asustada dentro de su propia casa.
-Nada, tienes mi palabra, estás segura aquí Helena, los hombres se excitan, pequeña, solo los enfermos fuerzan a una mujer. Estás segura, pasé meses excitado, pero nunca te forcé a aceptarme. Perdóname por el descontrol de hoy, déjame abrazarte.
Helena se arrojó a sus brazos, era allí donde se sentía más segura, no deseaba saber lo que él hizo al soldado. Podía ser egoísta de su parte, pero ella era solo una mujer, que estaba casada con un hombre ligado a la mafia. Y ese hombre la amaba, era celoso, posesivo, pero fue con él que encontró paz y el amor que siempre buscó.
Besó su rostro. Él aprovechó para besarla en la boca, deseaba en verdad marcarla como suya, recibió una bala en el pecho por ella y no estaba dispuesto a renunciar a ella, aquella mujer en
sus brazos era su vida.
-Te amo, pequeña.
-Yo también te amo.
Probablemente aún enfrentarían batallas en el futuro, crisis violentas de celos, pero ella estaba en casa y él era su puerto seguro.
Anuncios: Henrique comienza a ser publicado el día 01/12/2021. Habrá publicación todos los días durante un mes hasta la conclusión. Muchas gracias por la lectura y el cariño.
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