Discoteca
Después de la cena, Estefano encontró a Helena en la sala de televisión. Ella estaba al teléfono, y él realmente quería arrastrarla a la cama. Helena lo detuvo con un gesto. Tenía negocios que resolver, aunque a regañadientes salió de la casa. Antes dejó un recado para Helena en la puerta de la nevera, en esos momentos no tenía horario para volver. Necesitaba organizar las finanzas del club. Era un lugar ruidoso y lleno de gente, odiaba ambientes así, pero no tenía otra alternativa. Por eso, mantenía una oficina más alejada en la pista de baile.
La organización no estaba ligada directamente a la prostitución, pero las bailarinas y mujeres que frecuentaban o trabajaban en las discotecas generalmente usaban el cuerpo como medio de ganar más dinero, y él no tenía nada que ver con eso, siempre que no generara problemas.
Terminó el p**o de algunos proveedores y organizó los libros de finanzas. Aún tenía cuentas que ajustar fuera de allí. Cerró la computadora cuando golpearon a la puerta, deseó que no hubiera más problemas y eso lo retrasara.
Tenía un hombre que era una especie de gerente, pero había aprendido hace mucho tiempo a no confiar en nadie, a excepción de su hermano y de Xavier. Los hombres en ese medio no eran confiables, su lealtad era causada por el miedo y no por respeto.
-Entra.
Cuando la puerta se abrió apareció una mujer rubia prácticamente desnuda, Estefano se
recostó en su silla y esperó lo que estaba por venir.
-Buenas noches.
Él no respondió, nunca fue sociable, mucho menos a una hora de esas, era tarde y el ruido que vino cuando la puerta se abrió lo incomodaba, era una música molesta y estridente. Deseaba estar en casa, pero específicamente con su mujer acurrucada junto a él. La mujer rubia se acercó a su silla. Estefano sacó el arma que tenía en la cintura y la puso sobre la mesa. No iba a usarla realmente, pero deseaba que ella no se acercara mucho, una de las cosas que el síndrome de Asperger le causó fue la sensibilidad a perfumes extremadamente dulces y mezcla de olores como varios perfumes y bebidas, y el olor que desprendía era empalagoso, probablemente a otros hombres les gustara eso, pero a él no. Aún más teniendo a su pequeña
en casa.
-¿Qué desea?
-Empecé a trabajar hoy. Vine a conocer al jefe y presentar mis servicios.
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-No soy el jefe, tengo a alguien a quien obedezco. Si es solo eso, puede salir.
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-Es sexy con esa cicatriz en el rostro, a las mujeres les gusta el misterio. Y a mí también.
La mujer dio un paso más hacia él, si no ponía un límite, pronto estaría pegada a él.
-No estoy interesado, puede salir.
Pero ella era insistente. Mujeres así estaban acostumbradas a usar el cuerpo para conseguir lo que querían.
-Soy buena en lo que hago, te gustará, no soy pegajosa y aún puedes hacer lo que quieras,
sin límites.
Si hubiera sido lista, habría salido de allí, la expresión del subjefe de la mafia asustaría al más
valiente de los hombres. Pero Perla estaba acostumbrada a recibir lo peor de los hombres,
por eso no se intimidó. Estefano podía arrastrarla fuera de su oficina, pero no deseaba
ponerle las manos encima, el perfume empalagoso se le impregnaría, y si Helena lo notaba,
seguramente tendría problemas. Si le prohibieran tocarla, él entraría en crisis y tenía negocios
que resolver y órdenes del jefe que cumplir, no podía darse el lujo de quedar desorientado.
Así que tomó su arma y disparó al jarrón de plantas que estaba cerca de la puerta.
-La próxima será en ti, sal de aquí, puta.
La mujer corrió hacia afuera, casi cayó al chocar con el empleado que vino a ver qué había
pasado. Estefano lo miró fijamente.
-Mantén a tus putas lejos de mi oficina. O te verás obligado a sacar cuerpos de aquí y luego
te arrancaré las bolas. ¿Estamos entendidos?
El hombre tembló.
-Sí, señor. Era bonita. Pensé que le gustaría.
-No, nunca me has visto con ninguna de ellas, la próxima vez volverás con tu mujer en un
ataúd.
-Voy a limpiar el desorden.
-No, estoy de salida.
-Puedo cerrar todo después de que usted salga.
Estefano miró al hombre que entendió el mensaje y desapareció. Su oficina era un ambiente seguro, siempre monitoreada, además de él, Henrique estaba atento a través de las cámaras de seguridad. La puerta solo se abría con su huella digital o con un código.
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+8 Points >
Después de eso, cerró todo. Los asuntos que necesitaba resolver lo retuvieron más de lo que
deseaba, llegó a casa cuando el día comenzaba a aparecer. Después de tirar la ropa que
vestía a la basura, se duchó y se unió a Helena en la cama. Podría haber puesto la ropa a
lavar, pero no la contaminaría, quien se encargaba de la lavandería era ella, y no haría que
tuviera que lidiar con la sangre en su ropa.
Respiró aliviado al sentir su olor, era un olor de deseo que lo consumía, pero también de pureza. No importaba cuánto la deseara, ella era la mujer más decente que conocía. Si fuera necesario, pondría la mano en el fuego de que ella nunca sería capaz de traicionarlo y
ofrecería eso de vuelta incondicionalmente.
Ni siquiera la más tentadora de las mujeres lo haría renunciar a lo que tenía con su esposa.
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