Charla
En la cama recordó la época en que dejó su puesto para vigilar a la mujer del jefe antes del matrimonio, podría simplemente haber dado la orden a un soldado, pero deseaba estar cerca de Helena, en realidad su objetivo era seducirla. Otávio era un sinvergüenza y cualquier mujer en el lugar de su pequeña lo habría traicionado, pero ella era tan inocente que ni siquiera percibió su intención. Comenzó a temerle aún más al notar las miradas que le lanzaba. Y él desistió, la deseaba, pero esperó la oportunidad de convertirla en su esposa, en lugar de hacerla una adúltera, tenía la impresión de que ella nunca lo perdonaría si lo hubiera logrado.
Durmió con la mano en su pecho, si hubiera sido al principio ella temblaría por la proximidad,
pero su pequeña había aprendido a confiar en él y se aseguraría de no romper esa confianza.
Helena se despertó sintiendo el cuerpo caliente de él junto al suyo. Ella estaba cubierta, pero
él no, Estefano casi nunca usaba manta o alguna ropa abrigada, pero su cuerpo siempre
estaba increíblemente caliente.
Él aún dormía y ella se levantó para preparar café. Antes, incluso si ella cambiaba de posición
en la cama él se despertaba. Ahora era capaz de dormir incluso si ella caminaba por la
habitación.
Ella terminaba el café cuando Estefano bajó las escaleras.
-Buenos días, pequeña.
-Buenos días, llegaste tarde ayer.
-Sí, las cosas se salieron de control ayer.
Él apartó el cabello de ella y besó su cuello.
-Extraño tu olor cuando estoy lejos. Creo que podemos volver a la cama.
-Voy a salir.
Él gruñó para ella.
-No me gruñas.
-¿A dónde vas?
-Tengo peluquería con Ella y después voy a la casa de mi madre. La están presionando para
aceptar el matrimonio.
-Nos mudamos el lunes. Puedes elegir lo que quieras llevar, pero será más práctico si
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compramos todo y lo mandamos montar.
-Quiero nuestra cama.
-¿Te gusta?
-Me gusta. Puedes cambiar el colchón, pero la cama no.
Él le guiñó. Y ella sintió su corazón derretirse.
-Te amo.
-Yo también, gracias por este amor.
Él la abrazó.
-No necesitas peluquería, podemos ir a la cama.
-No, necesito cuidar el cabello y cortar las puntas.
-No, no lo vas a cortar.
-Hace casi un año que no lo corto.
-Date la vuelta.
Él tomó su cabello.
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-Un palmo y nada más, si ese peluquero llamativo corta más que eso, se quedará sin algo entre las piernas. No es que le importe, ya que no lo usa de todas formas.
-Deja de amenazarlo, es excelente.
-No cortes demasiado el cabello y él se queda entero.
-¿Estefano?
-Habla, pequeña.
-Mi madre dijo que pasará la custodia de mi hermana definitivamente a nosotros dos y que
no la aceptará de vuelta bajo ninguna circunstancia. ¿Está bien?
-Todo bien, di mi palabra y no voy a retractarme. Ella aún necesita terminar el colegio, ¿no?
-Lo necesita.
-Podemos enviarla a una escuela de niñas y ella viene a casa los fines de semana. No sabré
qué hacer con una adolescente en casa. Helena, ¿sabes lo que significa que ella esté bajo mi responsabilidad?
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Helena no entendió. La madre había llegado a sugerir que Potira correría peligro estando en la misma casa que un hombre como él, pero Helena sabía quién era su marido, y no temía eso.
-No, pero sé que ella estará segura a tu lado, confío con los ojos cerrados en ti.
-Lo sé, pequeña, pero a partir del momento en que ella entre por aquí estará bajo el yugo de
Xavier y soy leal, en algún momento eso puede significar un matrimonio arreglado.
Helena comprendió, pero Potira podía tener suerte como ella. Ahora su hermana solo tenía 15
años y la querían casada con un hombre que tenía edad para ser prácticamente su abuelo.
-Rezaré para que ella encuentre a alguien como tú. Al menos será mayor.
Ella estaba en su falda y Estefano aprovechó para besarla. No se cansaba del dulce sabor de
su piel. Iba a quitarle 1a blusa, pero Helena no lo permitió.
-Helena…
-No te estoy rechazando, pero las chicas ya me están esperando para ir arriba.
-¿Las llamas chicas?
-Sí, ¿por qué?
-Los soldados las llaman sargento 1, 2 y 3.
-Qué horror. Hay una cosa más.
-Dime.
-Necesito comprar los muebles para el cuarto de Potira.
-Pide a las sargentos que te lleven después de ir al salón.
-No tengo dinero para eso.
-Tienes tu tarjeta. Hay suficiente dinero allí.
-Entonces, ¿puedo usarla para comprar lo que mi hermana necesita?
-Puedes usarla para lo que quieras, pequeña, nunca te he puesto límites con el dinero.
-Lo sé, pero no sé cuánto puedo gastar.
-Escucha, el dinero no es el problema, nunca lo será. Así que puedes comprar lo que quieras.
-Cuando hablas así, pienso que eres millonario.
Él la observó.
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-¿Estefano?
-Pregunta, Helena.
-¿Cuánto dinero tienes realmente?
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-Lo suficiente para que no necesite trabajar nunca más si no quiero y aún dejaría una buena
reserva financiera para nuestros hijos.
Helena salió de casa procesando toda esa información, sabía que el dinero no era el problema, pero nunca había imaginado que su marido tuviera tanto dinero. La casa era cómoda, el coche también, pero a Estefano no le gustaban los lujos extremos y a ella
tampoco. Un hombre con tanto dinero podía tener a la mujer que quisiera. Aún más con el cargo que tenía. De repente se sintió insegura, no sabía mucho sobre la intimidad. En su anterior matrimonio, ella escapaba cuando podía y rezaba para que terminara cuando no
podía escapar de su difunto marido. Ahora adoraba estar con Estefano, pero en este
momento no sabía si él realmente apreciaba el tiempo que pasaban juntos.
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